
hold hope
By Bill
Seguía sin fiarme de esa mujer. Bueno, es policía, los polis siempre hacen igual.
Mi hermano no me ha mentido, para que te enteres. Y, si tienes tan buen ojo para ver las mentiras, me extraña que no hayas detectado todas mis trolas. Dos de cada tres palabras eran mentira. Pero lo de que quiero ver a… Blair… es verdad.
Me levanté de la silla a la vez que la detective lo hizo. Agarró la caja y salimos fuera.
-Blair está en esa sala de allí. – Hice un paso para ir a entrar. Pero me puso la mano que tenía libre en el pecho. – Un momento. Ella no quiere verte.
-¿Cómo que no quiere verme? Estoy aquí ¿no? Si le he contado todo eso ha sido por ella, necesito verla ahora. – Si he dicho todo eso tan solo ha sido por ella. – Ella me recordó.
-Sí, pero al hacerlo sintió dolor. Cree que cuando te vea le pasará lo mismo. De momento no quiere verte – Esos ojos me miraban intensa y seriamente. Di un paso atrás, cediendo. – Gracias. Ven conmigo, por favor. – La seguí y entramos en una sala vacía, había un ventanal del que salía luz. Allí había otra sala, como la que me había metido a mí. – Ahí está. – Me acerqué más al cristal y la vi ahí sentada, con los codos encima de la mesa. No sé qué clase de alivio sentí al ver que estaba bien, pero me quité un enorme peso de encima. Todo este tiempo había estado preocupado por ella y no me daba cuenta.
Me apoyé al cristal con las dos manos, intentando atravesarlo de alguna manera para poder estar con ella. Hizo muchas imprudencias y ya la daba por muerta. Pero está aquí y he hecho lo que me pidió y si me arriesgo a que me lleven a prisión es solo por ella.
-¿No hay ninguna manera de que pueda pasar?
-Ninguna, no conseguí convencerla.
-Pero es que… - Di un golpe al cristal. Ella se giró hacía donde había oído el golpe. Podía verle la cara, estaba muy delgada y pálida, pero estaba viva. Sentía como si me mirara a mí también. Todavía recuerdo la última vez que me miró con una cara parecida a esa… Estaba muy asustada.
-Bill, por favor no me lo pongas más difícil…
-No lo entiendes, te matará.
-¡No me queda otra opción! No puedo dejar que gente a la que quiero pague por mis errores. ¡¿Es que no lo entiendes?! – dándome un empujón.
-No puedo dejar que vayas tu sola. – Acercándome sin hacer caso a sus miradas y a sus gestos que decían a gritos que me apartara. La cogí de la muñeca y ella dio un paso atrás, forcejeando.
-Si no voy sola les matará. Tengo que ir, por favor, déjame marchar. – No podía soltarla.
-Es que no te puedo dejar ir. Ese tipo no tiene piedad, te hizo daño en el pasado y te lo hará ahora. No hay esperanza, entiéndelo, todos morirán.
-¡ENTONCES MORIRÉ CON ELLOS! – Empezaron a brotar lágrimas de sus ojos. Dio un fuerte tirón y consiguió soltarse de mi agarre, creo que hasta se hizo daño. Pero enseguida recuperó la serenidad. – Lo más seguro es que acabe muerta y que nadie se entere pero…
-No digas eso… - Negué con la cabeza, desesperado y calmado a la vez.
-Si la policía acaba preguntando por mí, será que estoy viva así que, te pido que mientas. Cuéntales todo lo que quieras salvo la verdad sobre mí. Sabes todo lo que he pasado y sabes de sobra que no quiero que nadie se entere. Lo más seguro es que no tendrás que pasar por eso porque…
-No me lo vuelvas a repetir. – Cogió aire, intentando contener las lagrimas mientras que yo ya no podía contener las mías. – Te lo voy a pedir una vez más; por favor, no te vayas…
-Si me quedo te involucraría, lo sabes, y no quiero eso…
-Pero… - Me acerqué a ella de nuevo.
-No, si me vuelves a tocar ya no me podré ir. – Me sonrió, intentando mostrarse pacifica, ocultando todo el miedo que tenía. – Recuerda que hemos hecho un trato, cúmplelo ¿vale? – Asentí, no se me ocurrió nada más que hacer. – Adiós, Bill.
Y ahora la tengo aquí, gracias a dios…
-¿Dónde la encontraron?
-En un bosque, rodeada de cuatro cadáveres de una familia. – Abrió un poco la caja de pruebas y sacó una foto de los cuatro cadáveres, no pude evitar asquearme. – Supongo que no les reconoces. – Me miré la foto detenidamente…
-Bill, ¿te quieres quedar a cenar?
-Mamá, no seas tonta, tiene que trabajar. Tiene un grupo famoso ¿recuerdas?
-No se preocupe, señora, otro día… Ya me voy.
-Acuérdate de que un día de estos tienes que darles un autógrafo a mis hermanos.
-Descuida, hasta luego.
Negué con la cabeza y volví a centrar mi atención en la chica que estaba al otro lado de ese cristal, la chica que tanto había echado de menos.
Se acabó.
Salí corriendo de esa sala y busqué la puerta de la cual, al otro lado, estaba ella. Oía a la detective chillarme de que no podía entrar allí, pero lo hice.
Al oír el sonido de la puerta se levantó y se giró hacia mí, me acerqué lo más rápido que pude y la abracé.
-¿Qué…?
-No me puedo creer que estés viva, necesitaba… comprobarlo… - La sujeté más fuerte, intentando que no se volviera a separar de mí nunca más. Pero me apartó ella misma.
-No sé quién eres, déjame… - Me separó de ella, pero yo seguía haciendo fuerza. - ¡No quiero, déjame! – Me empujó, lo que me hizo recordar ese otro día. Me miraba de la misma manera, desconcertada pero había algo distinto en esa mirada. No me reconocía. Oí unos pasos acercarse rápidamente.
-Llévenselo de aquí, por favor. – Ordenó la detective a otros de sus gorilas. Entraron y me agarrón de los hombros, uno por cada lado. Ella no decía nada, solo me miraba mientras permanecía apoyada en la mesa.
-¡Ah! ¡No quiero irme, soltadme! ¡No! ¡¿Qué van a hacer con ella?!
-A este paso tu vas a acabar peor, muchacho, será mejor que dejes de resistirte. – Dijo uno de ellos. ¿Qué pensaban hacerle? ¿Qué yo acabaría peor? ¿Eso quiere decir que ella lo pasaría mal? No puedo permitirlo, ya la perdí una vez.
-¡Como le toquéis un pelo os juro que…! – Ya me había cabreado. No dejaba de patalear y de resistirme, luchaba con todas mis fuerzas para poder soltarme de su agarre. - ¡Que me soltéis de una vez, joder! ¡Malditos hijos de puta!
-¡Eh! Eres tu el que tiene que estarse quieto, niñato. – Uno de esos policías me dio un puñetazo en el estómago, no muy fuerte pero suficiente para que parase de moverme.
-¡Bill! ¡NO, DEJENLE EN PAZ! – Los tres nos giramos hacia ella, la detective Rass no estaba, se había ido después de ordenar que me sacaran de allí de mala manera.
-¿Me… Me recuerdas? – Intenté olvidarme del dolor un momento. Me había llamado, había dicho mi nombre sin saberlo. Me había recordado.
-No. No sé quién eres, Bill. Pero tu imagen se proyecta en mi mente a cada segundo y… Ahora he recordado tu nombre. – Tenía una mirada inocente, estaba muy confusa. Lo mismo que yo de aliviado. Se había acordado de mí habiéndole borrado la memoria ese desgraciado. Seguro que intentó matarla pero lo único que consiguió fue herirla interiormente.
Vi como me sonreía. Entonces apareció Rass, lo que faltaba.
-¿Estas…? ¿Estás sonriendo? – Se quedó parada nada más al verla sonreír.
-¿Algún problema? – Dije mientras seguía colgado de los brazos de esos pitufos.
-Soltadle. – A sus órdenes. Me soltaron al momento, pero a la vez empujándome hacia abajo. Pero no me di contra el suelo. La detective les hizo una seña y esos se fueron. – Es la primera vez que sonríe desde que le perdió la memoria. - ¿A sí? Ha sonreído al recordarme… Todavía me acuerdo de cuando podía ver esa sonrisa casi cada día…
-jaja Pareces un pato con esa cara.
-Ah… Deja de llamarme pato, Bill. No me gusta.
-Es que estás muy mona, pareces una muñeca.
-No quiero ser una muñeca. Una muñeca es un objeto con el que alguien juega. Yo nunca permitiré que jueguen conmigo, al menos no otra vez.
By Bill
Seguía sin fiarme de esa mujer. Bueno, es policía, los polis siempre hacen igual.
Mi hermano no me ha mentido, para que te enteres. Y, si tienes tan buen ojo para ver las mentiras, me extraña que no hayas detectado todas mis trolas. Dos de cada tres palabras eran mentira. Pero lo de que quiero ver a… Blair… es verdad.
Me levanté de la silla a la vez que la detective lo hizo. Agarró la caja y salimos fuera.
-Blair está en esa sala de allí. – Hice un paso para ir a entrar. Pero me puso la mano que tenía libre en el pecho. – Un momento. Ella no quiere verte.
-¿Cómo que no quiere verme? Estoy aquí ¿no? Si le he contado todo eso ha sido por ella, necesito verla ahora. – Si he dicho todo eso tan solo ha sido por ella. – Ella me recordó.
-Sí, pero al hacerlo sintió dolor. Cree que cuando te vea le pasará lo mismo. De momento no quiere verte – Esos ojos me miraban intensa y seriamente. Di un paso atrás, cediendo. – Gracias. Ven conmigo, por favor. – La seguí y entramos en una sala vacía, había un ventanal del que salía luz. Allí había otra sala, como la que me había metido a mí. – Ahí está. – Me acerqué más al cristal y la vi ahí sentada, con los codos encima de la mesa. No sé qué clase de alivio sentí al ver que estaba bien, pero me quité un enorme peso de encima. Todo este tiempo había estado preocupado por ella y no me daba cuenta.
Me apoyé al cristal con las dos manos, intentando atravesarlo de alguna manera para poder estar con ella. Hizo muchas imprudencias y ya la daba por muerta. Pero está aquí y he hecho lo que me pidió y si me arriesgo a que me lleven a prisión es solo por ella.
-¿No hay ninguna manera de que pueda pasar?
-Ninguna, no conseguí convencerla.
-Pero es que… - Di un golpe al cristal. Ella se giró hacía donde había oído el golpe. Podía verle la cara, estaba muy delgada y pálida, pero estaba viva. Sentía como si me mirara a mí también. Todavía recuerdo la última vez que me miró con una cara parecida a esa… Estaba muy asustada.
-Bill, por favor no me lo pongas más difícil…
-No lo entiendes, te matará.
-¡No me queda otra opción! No puedo dejar que gente a la que quiero pague por mis errores. ¡¿Es que no lo entiendes?! – dándome un empujón.
-No puedo dejar que vayas tu sola. – Acercándome sin hacer caso a sus miradas y a sus gestos que decían a gritos que me apartara. La cogí de la muñeca y ella dio un paso atrás, forcejeando.
-Si no voy sola les matará. Tengo que ir, por favor, déjame marchar. – No podía soltarla.
-Es que no te puedo dejar ir. Ese tipo no tiene piedad, te hizo daño en el pasado y te lo hará ahora. No hay esperanza, entiéndelo, todos morirán.
-¡ENTONCES MORIRÉ CON ELLOS! – Empezaron a brotar lágrimas de sus ojos. Dio un fuerte tirón y consiguió soltarse de mi agarre, creo que hasta se hizo daño. Pero enseguida recuperó la serenidad. – Lo más seguro es que acabe muerta y que nadie se entere pero…
-No digas eso… - Negué con la cabeza, desesperado y calmado a la vez.
-Si la policía acaba preguntando por mí, será que estoy viva así que, te pido que mientas. Cuéntales todo lo que quieras salvo la verdad sobre mí. Sabes todo lo que he pasado y sabes de sobra que no quiero que nadie se entere. Lo más seguro es que no tendrás que pasar por eso porque…
-No me lo vuelvas a repetir. – Cogió aire, intentando contener las lagrimas mientras que yo ya no podía contener las mías. – Te lo voy a pedir una vez más; por favor, no te vayas…
-Si me quedo te involucraría, lo sabes, y no quiero eso…
-Pero… - Me acerqué a ella de nuevo.
-No, si me vuelves a tocar ya no me podré ir. – Me sonrió, intentando mostrarse pacifica, ocultando todo el miedo que tenía. – Recuerda que hemos hecho un trato, cúmplelo ¿vale? – Asentí, no se me ocurrió nada más que hacer. – Adiós, Bill.
Y ahora la tengo aquí, gracias a dios…
-¿Dónde la encontraron?
-En un bosque, rodeada de cuatro cadáveres de una familia. – Abrió un poco la caja de pruebas y sacó una foto de los cuatro cadáveres, no pude evitar asquearme. – Supongo que no les reconoces. – Me miré la foto detenidamente…
-Bill, ¿te quieres quedar a cenar?
-Mamá, no seas tonta, tiene que trabajar. Tiene un grupo famoso ¿recuerdas?
-No se preocupe, señora, otro día… Ya me voy.
-Acuérdate de que un día de estos tienes que darles un autógrafo a mis hermanos.
-Descuida, hasta luego.
Negué con la cabeza y volví a centrar mi atención en la chica que estaba al otro lado de ese cristal, la chica que tanto había echado de menos.
Se acabó.
Salí corriendo de esa sala y busqué la puerta de la cual, al otro lado, estaba ella. Oía a la detective chillarme de que no podía entrar allí, pero lo hice.
Al oír el sonido de la puerta se levantó y se giró hacia mí, me acerqué lo más rápido que pude y la abracé.
-¿Qué…?
-No me puedo creer que estés viva, necesitaba… comprobarlo… - La sujeté más fuerte, intentando que no se volviera a separar de mí nunca más. Pero me apartó ella misma.
-No sé quién eres, déjame… - Me separó de ella, pero yo seguía haciendo fuerza. - ¡No quiero, déjame! – Me empujó, lo que me hizo recordar ese otro día. Me miraba de la misma manera, desconcertada pero había algo distinto en esa mirada. No me reconocía. Oí unos pasos acercarse rápidamente.
-Llévenselo de aquí, por favor. – Ordenó la detective a otros de sus gorilas. Entraron y me agarrón de los hombros, uno por cada lado. Ella no decía nada, solo me miraba mientras permanecía apoyada en la mesa.
-¡Ah! ¡No quiero irme, soltadme! ¡No! ¡¿Qué van a hacer con ella?!
-A este paso tu vas a acabar peor, muchacho, será mejor que dejes de resistirte. – Dijo uno de ellos. ¿Qué pensaban hacerle? ¿Qué yo acabaría peor? ¿Eso quiere decir que ella lo pasaría mal? No puedo permitirlo, ya la perdí una vez.
-¡Como le toquéis un pelo os juro que…! – Ya me había cabreado. No dejaba de patalear y de resistirme, luchaba con todas mis fuerzas para poder soltarme de su agarre. - ¡Que me soltéis de una vez, joder! ¡Malditos hijos de puta!
-¡Eh! Eres tu el que tiene que estarse quieto, niñato. – Uno de esos policías me dio un puñetazo en el estómago, no muy fuerte pero suficiente para que parase de moverme.
-¡Bill! ¡NO, DEJENLE EN PAZ! – Los tres nos giramos hacia ella, la detective Rass no estaba, se había ido después de ordenar que me sacaran de allí de mala manera.
-¿Me… Me recuerdas? – Intenté olvidarme del dolor un momento. Me había llamado, había dicho mi nombre sin saberlo. Me había recordado.
-No. No sé quién eres, Bill. Pero tu imagen se proyecta en mi mente a cada segundo y… Ahora he recordado tu nombre. – Tenía una mirada inocente, estaba muy confusa. Lo mismo que yo de aliviado. Se había acordado de mí habiéndole borrado la memoria ese desgraciado. Seguro que intentó matarla pero lo único que consiguió fue herirla interiormente.
Vi como me sonreía. Entonces apareció Rass, lo que faltaba.
-¿Estas…? ¿Estás sonriendo? – Se quedó parada nada más al verla sonreír.
-¿Algún problema? – Dije mientras seguía colgado de los brazos de esos pitufos.
-Soltadle. – A sus órdenes. Me soltaron al momento, pero a la vez empujándome hacia abajo. Pero no me di contra el suelo. La detective les hizo una seña y esos se fueron. – Es la primera vez que sonríe desde que le perdió la memoria. - ¿A sí? Ha sonreído al recordarme… Todavía me acuerdo de cuando podía ver esa sonrisa casi cada día…
-jaja Pareces un pato con esa cara.
-Ah… Deja de llamarme pato, Bill. No me gusta.
-Es que estás muy mona, pareces una muñeca.
-No quiero ser una muñeca. Una muñeca es un objeto con el que alguien juega. Yo nunca permitiré que jueguen conmigo, al menos no otra vez.
Continuará.
NOTA: mañana empiezo las clases, así que si a partir de ahora no puedo subir capi cada semana espero que lo entendais(: Muchas gracias a los que leen.