Capitulo 11


i’m unprotected and i feel i’m so unwanted

Desde que he llegado, me he pasado las horas en mi habitación, instalándome. También he recibido una llamada de German, preguntándome que tal estaba. Le he contado como era la casa y la familia, se ha alegrado al ver que he encontrado un buen sitio para vivir, de momento. También le he comentado la primera experiencia que he tenido con alguien algo más prepotente. Gina. Me ha dicho que era normal que tenga ese carácter en contra de mí porque ella siempre debe de haber estado la reina de la casa y ahora, al haber otra persona de su edad y de su mismo sexo, se siente algo amenazada. No sé muy bien si es eso… Pero se ha alegrado de que supiera defenderme y que igual, gracias a Gina, descubro más facciones de mi autentica personalidad. Por el momento ya sé que sé defenderme y que no me callo las cosas. Según German, eso es bueno. Pero para mí eso puede ser muy bueno o muy malo, todavía no distingo del todo.

Estoy guardando mis cosas en el vestidor cuando entra una mujer. Bajita, vestida de negro con delantal blanco y un moño.

-Señorita Blair, la cena está lista.

-Gracias… ¿Usted quién es? – Pregunté intrigada. ¿La abuela?

-Oh, discúlpeme. Soy Dorota, hago las faenas de esta casa. Si necesita algo no dude en pedírmelo. - ¿Hace las faenas? Parece ser que el dinero puede conseguir muchas cosas, hasta que humanos trabajen para humanos que son indudablemente superiores a nivel económico. Eso Gina se lo debe de tener muy creído. – La esperan abajo.

-Ahora voy. – Seguido de esto, se fue. Cerré el vestidor y salí al pasillo. Mi habitación era la tercera, antes de mi puerta había dos más. Miré, por curiosidad, que había detrás de la primera. Un baño, un baño enorme. Entré y me lavé las manos. Al pasar por delante de la otra puerta, me llamó la atención que estuviera abierta. Al pasar por delante me pareció ver algo que me resultó familiar. Volví unos pasos atrás y me asomé. Pero una mano agarró el pomo y me la cerró en las narices.

-¡¿Qué demonios haces?! – Era Gina. – Esta es mi habitación, tú no tienes que hacer nada aquí. – Y seguía enfadada.

-Perdona, no lo sabía. – Me miró como si fuera una ignorante. – Ese poster que tienes en la pared…

-¡No te importa! – Sacó una llave de su bolsillo y la metió en la cerradura. Cerró su habitación. – No vuelvas a husmear en mis cosas, maldita cotilla.

-Tan solo me ha llamado la atención un poster que he visto, nada más.

-No me importa, no quiero que toques lo que es mío.

-Vale. – Ahora tenía razón. Eran sus cosas, no las mías. Me miró algo sorprendida, supongo que se sorprendió al ver que no la replicaba como había hecho antes.

-Bien. – Siempre tenía que tener la última palabra por lo que se ve. Pero seguía sorprendiéndome su manera de caminar, parecía una modelo… Se movía igual que su madre.

Bajé las escaleras, entonces me fijé en que, durante todo ese tramo, había bastantes cuadros en la pared de Susan. Fotos muy bien hechas y muy artísticas, resaltaban toda su belleza.





-Cuando he bajado las escaleras me he fijado en los cuadros que hay en esa pared… ¿Fue modelo o algo parecido? – Pregunté parando un momento de comer, la comida parecía que no se acabara nunca.

-Primero, trátame de tu, que no soy tan vieja. – Dijo riéndose un poco. – Y sí, fui modelo. Lo fui durante unos quince años, hasta que tuve a Gina y decidí dejarlo, preferí la familia.

-Y cuando tenga la edad apropiada lo seré yo, ya he hecho algunos anuncios para algunas marcas de ropa muy conocidas. – Saltó a presumir Gina.

-Pero ya te hemos dicho, cielo, que disfrutes de tu infancia y la adolescencia. Ya tendrás tiempo de trabajar.

-Ya lo sé, pero ya sabes que yo haría cualquier cosa por una portada. – Que superficial.

-¿Quieres seguir los pasos de tu madre? – Le pregunté.

-Sí, eso es.

-Aunque yo ya le he dicho que es un mundo muy duro y yo lo pasé mal hasta poder llegar a la cima. – Añadió su madre. Parecía que no era la típica mujer que obliga a sus hijos a seguir sus mismos pasos. Al igual que el padre, se preocupan por su hija y ella parece ser que no lo ve.

-Me da igual lo que pueda llegar a pasar, lo conseguiré. – Intentó convencer a su madre. Parece ser que Gina tan solo quiere tener orgullosos a sus padres, pero con tanta testarudez ellos no lo entienden. Ven una chica que lucha por lo que quiere, pero a la que no le importan los sentimientos de los demás.





Después de cenar volví a subir a la segunda planta, con la intención de irme directa a i habitación. Pero la puerta de Gina volvía a estar entre abierta y no pude evitar asomarme. La puerta no estaba tan abierta como antes, así que me impidió ver el poster que Gina tenía en el cabecero de la cama. La oí hablar, debía de estar al teléfono.

-… Pero yo tan solo quiero que se fije en mí, quiero ser modelo por ella. Ella lo dejó por mí y ahora quiero que mi madre entienda que yo quiero ser modelo por ella. Que no lo dejó en vano. – Ella tan solo quiere que sus padres la vean con otros ojos… ¿Con quién estará hablando? – Ya lo sé, pero ahora encima ha llegado esta Blair y parece que la quieran más a ella que a mí. Creo que la ven como la hija que nunca tuvieron y eso que ha llegado tan solo hace unas horas. - ¿Cómo van a verme como a una hija? Yo quiero unos padres, pero tan solo porque, por lo que he visto hasta ahora, se preocupan más por su hijo que por su propia vida. – Sí… Tengo ganas de verte. – Ese tono de voz… Me acerqué más a la puerta para oír mejor. - Adiós, te quiero. – Me asomé tanto que al final me resbalé y entré derechita en la habitación de Gina. - ¿Pero qué…? No me lo puedo creer. ¡¿Otra vez tú?! ¿Qué hacías husmeando? – Se levantó de la cama y empezó a empujarme hacia fuera.

-Lo siento, no quería...

-¡¿Lo sientes?! ¡Ya te he dicho que no quiero que te metas en mis cosas, niñata! – Me miró amenazante. - ¿Qué has oído?

-Nada en especial, tan solo la parte final de la conversación. Pero sabía que querías ser modelo por tu madre.

-Vaya, lo ves tú y ella, que lleva toda la vida conmigo, no lo ve.

-Será porque tiene una imagen equivocada de ti, esa es, por desgracia, la imagen que das. De una chica egocéntrica y manipuladora.

-No hace falta que me lo digas, lo sé. Y prefiero ser así.

-Pero con esa persona con la que hablabas… Parecías otra.

-Es mi novio. Aunque se cree que soy demasiado tonta como para no darme cuenta de que se tira a media universidad femenina.

-¿Te engaña y tú sigues hablándole?

-Sí, así es.

-¿Por qué?

-Porque es el único que de vez en cuando me escucha… - Bajó la mirada. Le dolía que la engañara, pero por lo que se ve necesitaba su apoyo. – Entiendo que me ponga los cuernos, he sido… bastante insoportable con él. Pero le sigo necesitando, necesito hablar con él de vez en cuando. Y si hacerme la tonta es la única manera de que sigamos en contacto… voy a seguir fingiendo. – Me pareció una tontería.

-¿Por qué me cuentas esto? Está claro que no me soportas.

-Porque si sabes algo más de mí puede que se te pase esa manía de ir espiándome. Así que prefiero que te enteres de una tontería como esta que no de otra cosa. – Me dijo esbozando una sonrisa. Asentí con la cabeza. – Y ahora no me molestes más. – Se volvió a encerrar en su cuarto, dejándome a mí en el pasillo.

Esa manera de pensar… me parecía tonta. Que su novio, si se le puede llamar todavía así, la este engañando con otras chicas… Por muy insoportable que pueda ser Gina… No sé cómo se le puede hacer eso a una persona que te quiere. Sé que le quiere porque cuando se lo ha dicho… me ha recordado esas veces en que me lo dijo Bill.
Parece ser que ella está o se siente muy sola y quiere aferrarse a este chico que dudo que ella le importe, si no le diría a la cara toda la verdad.

Ahora que lo pienso… Bill no sabe donde estoy. ¿Eso quiere decir que no podré verle? No tengo su número, no sé donde está. No puedo decirle que ahora no hay policías, podría venir a verme… Pero me he olvidado de decirle a la detective que le llamara o que llamara a su agente. Una de las razones por las que quería que Rass se apartara de mi era para poder ver a Bill y, con algo de suerte, conocer… Bueno, volver a conocer a Tom.


Me fui a mi habitación y la ventana que había en la pared me llamó la atención. Me levanté y vi que llevaba a una pequeña terraza, era un balcón… – Miré a todos lados. – que desgraciadamente compartía con Gina. Pero por suerte había un pequeño muro que nos separaba. Vi allí todas sus cosas, se notaba mucho cual era su parte y cuál era la mía. Ella tenía una tumbona con cojines de estampado primaveral, una mesita a su lado con un estuche de gafas de sol y una sombrilla de color amarillo. En los bordes de la terraza había macetas con flores de todos los colores posibles y, en un lado, una pequeña palmera. Yo, en cambio, un par de sillas y una mesa. Las macetas de mi lado estaban vacías, salvo por una, que tan solo tenía margaritas blancas.
Acababa de llegar, no podía pedir más.

Hacía algo de frío allí fuera así que volví a entrar.
La hora de ir a dormir se acercaba y yo cada vez estaba más aterrada. No, no quería que me volviera a dar una crisis. Me dolían, no podía respirar y gritaba tanto que a la mañana siguiente la garganta me ardía. Esta familia se pensaría que estoy loca y me echarían de aquí y no quiero eso. Estoy muy bien, me caen genial y creo que puedo yéndole plantando cara a Gina por ahora.


¿Tendré que pasarme la noche en vela?

No creo que pueda… Estoy muerta de sueño y me iría a dormir ahora mismo, pero nadie me garantiza que el subconsciente no me pueda jugar malas pasadas.Esta noche no puedo quedarme despierta otra vez, porque, aunque esté en una casa de muñecas con la que sueña cualquier niña, sigo siendo humana.
Continuará.

Capitulo 10


pain has gone somewhere and i’m finally hanging there

Salimos del hospital hacia las cuatro de la tarde y cogimos en taxi. Pero antes de eso, German me dijo que algún día de estos iría a verme a la nueva casa, para ver que tal me iba. Si venía él no me importaba.

En el taxi, Rass me confesó que se había pasado la tarde de ayer y la mañana de hoy buscando una casa donde dejarme. Admitió que se lo dijo el médico y luego tuvo que ir con prisas. No la estaba escuchando, tan solo mirada por la ventana de la puerta para fijarme a dónde íbamos.
Vi que la puerta del coche tenía algunos botoncitos, toqué uno y la ventana se bajó. Una ola de aire me golpeó la cara de golpe, me asusté y la cerré lo más rápido que pude, apretando seguidas veces ese botón.

La respiración se me había acelerado de golpe y me vinieron a la cabeza unas imágenes.
Un bate de beisbol, o algo parecido, pasando a pocos milímetros de mi cara, provocando una corriente de aire.

Sacudí la cabeza un par de veces, hasta que conseguí… olvidarme de eso.

Olvidar…
No, no lo olvidaré, pero al menos no recordarlo cada dos por tres sí. Con esto de olvidar… Me siento como fuera del mundo. Para mi olvidar no significa lo mismo que para otra gente. Ellos dices olvidar muy fácilmente, que es sencillo… No saben lo que significa el poder recordar.


Dejé de lado esos pensamientos y volví a recostarme bien en el asiento. Miré a Rass disimuladamente, no se había enterado de mi flash. Mejor, porque no quería molestarme en decirle mentiras, no pensaba contarle nada… ni ahora ni nunca. Investigar y descubrir es su trabajo, no el mío. Porque, ahora que ya les había ayudado una vez – con los dibujos de las caras de Bill y de Tom –, van a estar pidiéndome más… Es como si la información fuera una droga y ellos los adictos. Y para acabar con los adictos hay que acabar con la droga.

El taxi paró de repente, cuando me percaté ya le estaba dando un recibo a Rass. Abrí la puerta y salí fuera, encontrándome en frente de mí, una gran casa. Debía de tener tres o cuatro pisos, igual tres y un desván. Al cabo de unos segundos el conductor dejó a mi lado una pequeña maleta negra. La detective me había comprado una y me había comprado todo lo que necesitaría estos días aquí. Ropa, zapatillas, cosas para el baño,… Y también algo de maquillaje. Que no sé para qué, ahora mismo el maquillaje me la sopla. Me parece que es una forma de aparentar lo que no eres, y yo tan solo quiero que alguien me reconozca y me diga quién soy, ya que burro de Bill se niega a hacerlo.

Rass agarró mi maleta y avanzó hasta la casa, el taxi arranco y yo seguí a Rass.


Hay un amplio jardín por el cual pasa un pequeño caminito que lleva hacia la puerta. Antes de llegar a ella hay unas pequeñas escaleras. La casa es de color rosado y las tejas de un marrón oscuro, casi negro, cosa que hacía contraste. Había un gran ventanal en la pared izquierda, se podía ver una mesa de comedor y un sofá, lo único que las cortinas permitían. Al otro lado de la puerta estaba el garaje, enorme por cierto. Cabrían dos coches, o uno y los trastos.
Siento mucha curiosidad por la gente que debe de vivir aquí, deben de tener mucho dinero o al menos es lo que aparentan con una casa tan grande, un jardín tan cuidado,…


Rass llamó al timbre, el cual pareció muy débil como para oírlo desde la última planta. Oí unos pasos que se acercaban y la puerta se abrió, dejando ver a una pareja.

-Hola, señores Waldorf. Les presento a Blair. – Me agarró del hombro, como si fuéramos tan amigas.

-Sí, ya teníamos ganas de conocerte, Blair. Yo soy Susan, - Me esbozó una gran sonrisa, me pareció una mujer agradable. Tenía muy buena presencia. Vestía con unas sandalias blancas de tacón, ya que era bajita, con brillantes, unos pantalones ajustados también blancos y una blusa de tirantes echa de volantes de color naranja salmón. En el cuello llevaba un enorme collar, parecía oro y las piedras esmeraldas. Los pendientes a juego. Tenía un pelo precioso, muy elegante, con ondas de color caramelo y la piel muy morena. – y este es mi marido, John.

-Encantado. Cuando la detective nos ha llamado nos hemos alegrado mucho, siempre hemos querido tener otra hija. – John también tenía una expresión muy amable. Era un hombre grande y fuerte, pero igual de guapo que su mujer. Tenía una sonrisa muy amistosa y sujetaba a su mujer por el hombro con asombrosos cariño. Llevaba una camisa a rallas verticales blancas, sobre un fondo azul marino y unos pantalones grises. Tanto como el marido y la mujer parecían mejicanos. – Tú siéntete como en tu casa, para nosotros serás como de la familia.

Sí, pinta bien la cosa. No me he mirado muchas veces al espejo, pero hay algo que si que sé. Soy muy pálida y tengo el pelo casi negro. Y ellos son lo contrario, pueden ser muy majos, es lo que me ha parecido, pero de aspecto creo que ya no voy a encajar.

-Bueno… - Añadió Rass. – Espero que nos la cuiden bien estos días. – Yo no soy nada tuyo y te agradecería que quitaras esa sonrisa tan falsa que tienes de la cara.

-Claro que sí, estamos encantados. – Dijo Susan mirándome. Le respondí con una sonrisa.

-Pues os la dejo aquí. Pórtate bien, Blair. – Sí, a ti te voy a hacer caso. Se despidió de Susan y de John y se fue.

-Vamos, te enseñaremos la casa y tu cuarto. – John me hizo una señal con la mano para que pasara. Susan me sujetó la puerta, dándome la bienvenida, y John me entró la maleta. La casa era enorme. Al entrar se veían unas escaleras que llevaban al piso de arriba. Al lado de estas había un pasillo que llevaba a la cocina, que era enorme también. A la derecha había la entrada al comedor, bueno, directamente no había pared. El recibidor conectaba con el salón. Estaba muy bien decorada, había muchos cuadros, pero no tétricos ni demasiado elegantes. Simples cuadros que daban vida a la casa y hacían conjunto con los colores de los muebles. – Todos los cuadros que ves los ha pintado mi hermana. No es una gran artista y tampoco busca serlo, pero… tiene talento y gracia para pintar. – Eran muy bonitos.

-John, súbele la maleta arriba mientras yo termino de enseñarle la casa. – Su marido asintió, y subió para arriba junto con mi maleta. Susan me pasó la mano por la espalda y siguió enseñándome la planta baja. – Esperamos que te lleves bien con nuestra hija. Es algo orgullosa y cuesta mucho que entren personas en su pequeño círculo pero… Esperamos que al verte como una hermana… Su pequeña burbuja se rompa.

-¿Cómo se llama?

-Gina. Es una chica fantástica en cuanto la conoces, pero tiene una personalidad un tanto rara. O te parece una chica genial o te parece una manipuladora. – Me pareció increíble que una madre dijese eso de su propia hija. – Lo sé porque yo también era así. Pero conocí a John y cambié. Tan solo necesita a alguien a su lado…

-Haré lo que pueda. – No se me ocurrió nada más que decir. Ella me contestó con una sonrisa. Oí unos zapatos, que se ensordecían un poco por la alfombra, bajando por la escalera. Fuimos Susan y yo hacía allí y allí estaba, Gina. Se quedó parada nada más verme.

Se parecía a su madre, muchísimo. Llevaba el mismo corte de pelo y el mismo color. También era bastante morena. Llevaba un pañuelo verde como cinta de pelo, los extremos de este le colgaban por delante del pecho. Una top con palabra de honor blanco y una minifalda con volumen, no era de esas arrapadas, negra. De calzado llevaba también unos zapatos de tacón plateados que parecían muy caros. Con esos zapatos creo que llegaba a mi altura.
Me miraba son superioridad desde un eslabón de la escalera.

-Gina, saluda. – Le dijo su madre.

-Hola. – Dijo con frialdad. Siguió bajando las escaleras y pasó por delante de mí, en dirección a la cocina, mirándome de arriba abajo. Caminaba con la cabeza alta, al igual que su orgullo, y con la espalda muy recta. La primera impresión que tuve de ella era que era una niña pija, mimada, egocéntrica, fría y manipuladora. La abeja reina del típico sequito de obreras.

Yo, en cambio; con una camiseta lila con un poco de estampado en un lado, encima una sudadera de esas que quedan colgando de color gris con un toque morado. Unos pitillos de un gris azulado y unas zapatillas.

-¡Blair! – John me llamó desde el segundo piso. – Sube, que te enseño tu cuarto. – Miré a Susan y me asintió con la cabeza. Subí las escaleras rápidamente. Sinceramente, me hacía mucha ilusión tener mi propio cuarto. Al llegar arriba vi un pasillo bastante largo y John se asomó por una entrada. Fui hacia allí y vi mi habitación. Había una gran ventana por la cual entraba la luz del día. A un lado la cama, era una cama de matrimonio solo para mí. Al otro lado una mesa y algunos estantes con algunos peluches. – Es tuya. – No podía creérmelo, me encantaba. Las paredes eran de un gris perla y los muebles de un azul pálido y negro. Me encantó mi nueva habitación.

-¿Y esa puerta? – Había una puerta a un lado de la cama.

-Ábrela.- Me acerqué y ahí había…

-¿Otra habitación? – John se rió.

-No, mujer. Es un vestidor. – Era enorme, era como mi habitación del hospital pero más alargado. Al fondo había un lugar para los zapatos y en las otras paredes estantes para poner y colgar la ropa.

-Pero yo no tengo tanta ropa…

-Bueno, mejor que sobre espacio. – Me esbozó una gran sonrisa, parecía que los dos estaban contentos de tener a alguien más en casa.

-Gracias. – No se me ocurrió nada más por decir. Estaba muy agradecida.

-Tranquila, para esto estamos.





-Tenemos una invitada en casa, podrías haber mostrado más educación, señorita. – La riñó Susan.

-¿Qué? Ya sabéis que no me hace ninguna gracia que haya otra chica de mi edad bajo mi mismo techo.

-Pues vete acostumbrando. Blair es un encanto de chica y queremos que seáis amigas.

-¿Un encanto? Si no tiene personalidad, es como una muñeca. La misma detective te lo ha dicho.

-Por eso la ha traído aquí, para que tenga más vida social. Y tú deberías ayudarla a acostumbrarse.

-Pues no pienso hacerlo, es más, pienso hacer como si no existiera. No puedes hacer nada para impedírmelo.

-¿Y esa actitud? ¿Qué demonios te pasa?

-¡¿Qué qué me pasa?! ¡Lo que me pasa es que todavía no puedo creerme la cara de felicidad que has puesto cuando te han preguntado si una chica, a la que no conoces de nada, podía venirse a vivir aquí! ¡Cuando yo volví del internado de Inglaterra no mostraste tanta ilusión!

-Eso no es cierto.

-Sí, sí lo es. ¡Yo fui allí para que os sintierais orgullosos de mí y ni os enterasteis!

-No me levantes la voz, Gina.

-¡Sé que os he decepcionado, que no he salido como esperabais; una chica sociable, abierta,…! ¡Pero soy así! ¡Y también soy tonta por intentar seguir buscando vuestro apoyo! – Se fue hacia la puerta de la cocina, para terminar con esa discusión.

-Gina, espera. – Cerró de un portazo.





-Te dejaré a solas para que te instales, bienvenida. – Le di las gracias a John por última vez y salió de mi cuarto dejando la puerta abierta.

Me senté en el borde de la cama, aún sin creerme como había pasado de esa habitación escuchimizada del hospital a esto; una habitación enorme con un vestidor del tamaño de una habitación. Miré la habitación otra vez, de lado a lado. Entonces vi a Gina apoyada en el marco de la puerta. Me quedé igual, tan solo que mirándola.

-¿Sabes que llevo años pidiéndoles a mis padres esta habitación? – Me miró, estaba molesta. No le contesté. - ¿Crees que puedes venir aquí a quitarme lo que es mío? –Se me acercó amenazante y se me puso delante, mirándome desde arriba.

-Como tú has dicho; llevas años pidiendo esta habitación, así que no es tuya. – Me levanté, para hacerle ver que yo era igual que ella, pero ella iba con tacones.

-No, pero esta casa sí. Todavía no entiendo cómo has entrado aquí… Solo traerás problemas.

-Créeme, no está en mi lista de caprichos compartir casa con una chica como tú.

-No me digas. Yo tampoco contigo, tenemos algo en común. –Sonrió sarcástica durante un momento. - ¿Te crees que vas a ser más importante que yo en esta casa? - ¿Más importante? ¿De qué habla? Es solo una habitación.

-Si tan incómoda estás, díselo a tus padres.

-Está clarísimo que no sabes lo que es una familia. Aquí no pegas ni con cola, así que preferiría que te fueras. Ya. – Ahora me viene exigiendo…

-Lo siento, pero… no pienso hacerlo.

-¿Perdona? – Se le quedaron los ojos como naranjas y la boca descolocada de la sorpresa, no estaba acostumbrada a un ‘No’. - Esta es mi casa, ¿sabes?

-No es tuya, es de tus padres. La policía me ha dicho que me quede aquí y tus padres me han aceptado. En ningún momento me han mencionado que tu opinión sirviera de algo.

-Vale, si quieres quedarte, quédate. Veremos cuanto duras.

-Veo que eres una experta en amenazas.

-Sí, soy capaz de hundirle la vida a mucha gente si me lo propongo.

-¿Tu? Será el ejército de obreras que entiendes como amigas.

-Tú no sabes nada de mí, así que mejor que te calles, pirada.

-No voy a callarme y será mejor que te acostumbres, creo que voy a estar aquí bastante tiempo. – Le sonreí, tan solo buscando provocarla.

-Pues tú lo has querido, luego no me digas que no te advertí. – Me dirigió la última mirada, como si yo fuera algo despreciable, y salió de mi habitación.
Parece que en la casa de muñecas hay una Barbie con muy mal carácter. Pues como quieras. Si quieres guerra, por mi se abre la veda.
Continuará.

Capitulo 9


and wondered would i be saved

Llevo días en el hospital, tan solo viendo médicos y a la detective Rass. Siempre me dicen lo mismo; que no recuperaré jamás mis recuerdos. La detective también me comenta que todavía no han logrado hablar con Tom, el hermano gemelo de Bill. Tienen trabajo y sus agentes les han prohibido a la policía acercarse a cualquier miembro del grupo. Ojala también hubiera alguien que prohibiera que siguieran haciéndome preguntas, que a altas horas de la madrugada entren médicos y enfermeras a controlarme las crisis… Ya he sufrido unas nueve crisis en seis días, pero en sueños. Supongo que recuerdo cosas en sueños, o al menos eso me han contado, y por eso me dan estos ataques. Cuando me levanto o abro los ojos no recuerdo nada. Tan solo me veo sudada y mareada por los calmantes que me ponen.

No quiero que me las controlen.

(escuchar Emergency de PARAMORE)

Esto no es vida, no quiero seguir viviendo así. No quiero que los médicos aparezcan a la mínima que sufro una crisis para parármela. Prefiero morir a seguir así. Ya tengo miedo de tan solo cerrar los ojos, por el simple hecho de que podría quedar dormida en cualquier instante. Hasta hay noches en que tengo más de una, o una realmente grave. Rass parece que hasta me riña por no recordar lo que veo en mis sueños… Su investigación, claro. ¿Cómo voy a olvidarme? Me lo recuerda cada dos por tres como si yo no tuviera ni idea. Si no hubiera investigación hace ya tiempo que hubiera salido del hospital, le ruego cada día a mi psicólogo, que, por cierto, se llama German, que me saquen de aquí. El dice que es lo que necesito yo y me da la razón, pero la policía se lo prohíbe.

Tampoco he vuelto a ver a Bill. Aquí hay policías y sus agentes no quieren que estos se acerquen a él. Así que, mientras haya policías a mí alrededor, no volveré a verle. Es decir; nunca. Nunca más volveré a verle. Estaré así siempre, rodeada de personas a las que no quiero y ni les importo.


Ahora es de noche y todo el mundo cree que estoy durmiendo. Que estoy en mi cama y que no tengo ninguna crisis. En realidad estoy sentada en el frío suelo con los ojos muy abiertos, aunque se me cierren solos. Me mantengo inerte entre el hueco que hay entre la cama y la pared, y permanezco apoyada en ella. Cualquiera que me viese pensaría que me estoy muriendo… A mí también me lo parece.


Huesos y sangre, es todo lo que tengo ahora mismo. Como un fantasma estoy muriendo esta noche, en las demás he sobrevivido, cosa que no quería. Tan oscuro y frío, tan vacío y solo. Se supone que una persona puede hacerlo todo por su cuenta, conducir su vida. Pero yo no. Soy como un fantasma. Bill, me prometiste que no te irías, que no me dejarías sola. Ahora esa promesa me está arañando y me destroza. La habitación permanece vacía en silencio, tan solo escucho mi respiración… Desearía que se fuera desvaneciendo, que todo rastro de mi se deshiciera en cenizas. Entonces, quizás, dejaría de sufrir. Porque todo lo que tengo a mí alrededor está dando vueltas al revés y el tiempo va en mi contra. ¿Hay alguna manera de matar el dolor? ¿Hay alguna manera de ensordecer este silencio? Ojala aparecieras y te me llevaras, me da igual a donde. Tan solo lejos.





-¡Blair! ¡Blair, ¿estás bien?! – Alguien me pasó la mano por la espalda, la otra por debajo de mis piernas y me elevó, separándome de lo único que me mantenía con los pies en la tierra. La vista la tenía borrosa, me había pasado toda la noche con los ojos abiertos. Esa persona me tumbó en la cama. – Reacciona. – Me ordenó mientras me daba palmaditas en las mejillas para que me despertara de mi trance. Noté una palmada más fuerte. Parpadeé repetidas veces y mi visión se volvió a aclarar. Era German. -¿Estás bien? – Me inclinó. – No sabes el susto que me has dado cuando no te he visto en la cama, pero he entendido porque esta noche no has armado alboroto. ¿Te habías caído? – Negué con la cabeza. Me acariciaba la cabeza, como si quisiera calmarme. Estaba tranquila, pero eso me hacía sentir que no estaba tan sola. Al menos en ese momento.

-Me… me quiero morir… - Intentando verbalizar, el labio inferior me temblaba.

-¿Por qué dices eso?

-Por todo… No hago nada más que tener crisis… No me atrevo a dormir…

-Por eso te has quedado en el suelo… - Asentí mientras arrugaba las piernas, las rodeé con los brazos y me apoyé en mis rodillas. German me apartó el pelo de la cara. Pero no dijo nada, tampoco yo tenía ganas de escuchar. El ruido de la puerta al abrirse y el golpe al cerrarse me sobresaltó. Otra vez no…

-Hola, doctor. ¿Qué tal ha pasado la noche? – Noa Rass, ya tardaba.

-Esta noche no ha tenido ninguna crisis…

-Ah, esto está bien. – Interrumpiéndole. Fruncí el ceño, esta mujer me ponía enferma. - ¿Y has soñado algo, Blair? – Ya estaba, ya empezaba. Siempre igual, lo de siempre. Preguntas y más preguntas. ¡No, no he soñado nada! Deja de preguntármelo, odio contestarte y hasta me duele a los ojos el tener que mirarte. Quiero perderte de mi vista, a ti y a todo esto. Quiero ser una persona normal, ¡¿por qué no me dejáis?!

-Detective, tenemos que hablar. – German la agarró del brazo de mala gana y se la llevó fuera. Yo permanecí en la misma posición. Mi médico me miró una última vez y empezó a dirigirse a Rass. – Todas esas preguntas que le hace no va a contestárselas. Déjela tranquila, esta situación la está destrozando.

-Tengo que hacerlo, es mi trabajo.

-Es su trabajo, ¡pero es la vida de ella, de Blair! Y usted lo está poniendo todo más difícil. Veo chicos y chicas como ella cada día, todo se mueren por recordar. Pero Blair, no es que quiera seguir olvidando, quiere desaparecer.

-¿Y eso?

-Cada vez que usted aparece he notado que su mirada cambia y hace alguna mueca de desprecio. No la quiere con ella, detective.

-Eso ya lo sé, pero he hacer lo mejor para ella y…

-No me venga con cuentos. – La interrumpió. – Blair necesita salir de este hospital y dejar de verla a usted por un tiempo. Solo la hace sentir inferior y más despreciable de lo que se ve a sí misma. Pondré eso en su informe y la salud de una de nuestros pacientes está por encima de las leyes, sobretodo la salud de una chica como Blair. Porque no querrá perder a un testigo, ¿verdad? – Rass guardó silencio unos instantes.

-¿Y qué hago? ¿A dónde la llevo?

-A una casa de acogida estaría bien, déjela unos días tranquila. Además, ella quiere ver a Bill y, por culpa de ustedes, no puede hacerlo.

-Han sido su grupo de trabajadores los que nos han prohíbo acercarnos a ellos.

-Pero no a Blair, y Blair quiere estar con Bill. Así que tendrá que esfumarse por un tiempo, Rass, si quiere resolver este crimen. Porque si la chica sigue aquí encerrada… podría hacerse mucho daño.

-¿Qué quiere decir con eso?

-Blair cada vez está más cerca de autolesionarse. Ahora consigue mantenerse firme, pero llegará el día en que pierda el control de sus actos y tan solo haga caso a su desesperación. – Rass suspiró un tanto agobiada.

-¿Y ahora qué hago?

-Entre ahí a decirle que le ha encontrado un sitio donde puede quedarse, es preferible que haya algún otro niño es esa casa, casa que le va a buscar al salir de su habitación. Dígale que no la verá ni a usted ni a su equipo en unos días. Tenga lista la casa de acogida para mañana por la tarde, máximo.

-¡¿Para mañana?! ¿Está loco? ¿Cómo voy a conseguirlo?

-No lo sé, usted es policía, es su trabajo. Seguro que si le echa morro lo consigue, dado su reputación por aquí no creo que se le haga difícil. Aquí ya nos lo ha demostrado. Si no hace lo que le he aconsejado, el hospital puede atacarles con una fuerte demanda, demanda que redactaré yo mismo. – Rass se indignó. – Ahora si me disculpa… - Y se fue, dejándola con la boca abierta.


A los pocos segundos la oí entrar, más tranquila y calmada que antes. Cosa que me pareció extraña, siempre aparecía ansiosa por si había recordado algo. Levanté la cabeza y la miré, se estaba acercando con las manos en los bolsillos de los vaqueros y con los hombros alzados. ¿Estaba insegura? ¿Nerviosa? Imposible, siempre se veía más fuerte y superior que yo, me lo demostraba por cada gesto que hacía.

-Hola. - ¿Hola? ¿A qué viene esto? Hacía tiempo que no me decía esa palabra, siempre pasaba directamente al grano. – Quería decirte que… Mañana te vas de aquí. – Abrí momentáneamente los ojos, demostrando sorpresa.

-¿Me lleváis al matadero?

-¡No! ¿Cómo se te ocurre pensar eso? – Pasó a una actitud más defensiva. Alcé los hombros, no sabía que quería que pensara.

-Te llevaré a una casa de acogida, con otra chica de tu edad. – A… ¿una casa de acogida?

-¿Qué es eso?

-Es… Una familia que cuida de ti durante un tiempo. El médico ha dicho que estaría bien que salieras de aquí, que no te hace bien. – Lo que no me hace bien es el verte hasta en la sopa, no es este hospital. Sin ti estaría tranquila. – Así que mañana te llevaré allí. – Ha sido idea de German, ya me extrañaba que hubiera sido por iniciativa propia.

-¿Y dónde está esa casa?

-Pues… - Hizo una breve pausa. – Ya lo verás mañana, estoy segura de que te gustará. Y, probablemente, también puedas ir a un colegio.

-¿Colegio?

-Sí, no pasa nada si vas. Tu psicólogo dice que la facultad de aprender la tienes intacta, y que los conocimientos académicos que tenías antes los puedes recordar fácilmente acudiendo a un par de clases. – Colegio… ¿Es ese sitio al que se va aprender? – En tu caso sería un instituto y te iría bien para relacionarte y hacer amigos. Podría ayudarte a modelar tu personalidad de nuevo. – Mi personalidad… A mí me gusta como soy… Creo. - ¿Te parece bien?

-Sí, claro… Así que… mañana.

-Eso mismo. Te compraré ropa y demás, porque no nos veremos en unos días. Ahora nos centraremos más en las pruebas y en intentar poder contactar con Tom Kaulitz. – Unos días sin ver a Rass ni a nadie que me incomode… Eso sí que es… Ahora molestaran a Tom, pero no me importa, no le amargaran más de lo que han hecho conmigo. Ellos son ricos, famosos y tienen poder… y yo soy débil, vulnerable y estoy sola. No, no le harán lo mismo que me han hecho a mí.

-Vale, tengo ganas de ir. – Me sonrió. Me das asco… Me da igual que consigas sacarme de aquí, porque si fuera por ti podría pudrirme aquí dentro.





-Hola, Jack… - Dijo Rass entrando en la sala de reuniones, donde estaba Jack sentado leyendo una revista.

-Vaya, que cara… ¿Qué te pasa? – Jack se levantó y fue hacia Rass, que se había acercado a la máquina de café.

-Es esa chica… El médico me ha obligado a buscarle otro sitio donde vivir, por lo que se ve si se quedara en el hospital acabaría matándose ella misma.

-Pues no me extraña. – Se cruzó de brazos. – Imagínate lo que debe de ser eso. Cada dos por tres entrando gente a molestarte y tu también. – Rass se giró indignada, poniendo su dedo índice en el pechó y los ojos como platos. – Reconoce que a veces pasas un poco de los sentimientos de la gente, es increíble que eso de cambiarla de sitio no lo pensaras tú antes.

-¿Pero qué pasaría con las crisis?

-Igual le cesan estando más relajada.

-Ella estará más relajada, pero yo ahora tengo que ir a buscar una casa… A saber dónde van a querer una niña así… Y encima el médico dice que parece que me escaqueo de la responsabilidad.

-¿Pero te lo ha dicho?

-No, pero se veía que lo pensaba y me ha mandado muchas indirectas. – Tomó un sorbo del café. – Oye, ¿y tú qué haces aquí?

-Esperar unos resultados de la sangre de esa familia, quiero ver si había droga en su organismo. Ah, y encontré una huella en la cara del padre y una huella de zapato cerca de donde se encontraba la chica. La huella dactilar la estoy cotejando en el ordenador. Pero hay algo raro. – Rass le miró esperando una respuesta. – En una pequeña parte del dedo no hay huellas, se debe de deber a una cicatriz. Igual se hizo algún corte en el pasado. Eso significa que será más fácil encontrarle.

-¿Sí? Buff, por fin una buena noticia…

-Y quería pedirte que me ayudaras a buscar si la huella del zapato es de los del padre o de la madre, para descartar.

-Yo mejor me voy a hacer unas llamadas, a ver donde meto a esta chica…

-El médico tiene razón, te escaqueas cuando puedes. – La atacó.

-¡Perdona! ¡Pero la casa es para mañana y si no la tengo nos demandan! – Jack cambió de expresión.

-Entonces mejor que te vayas. – Dijo algo acojonado, echándola haciendo movimientos con la mano. Rass le miró mal, echó un suspiro y se fue.




Mañana me iré de aquí, me iré a otro lugar con otra chica… No sé cómo será o lo que puede pasar allí, pero lo que más me alegra es no ver a Rass en unos días. Si ella no está podré ver a Bill.

Una familia… No creo que llegue a encajar, pero cualquier cosa es mejor que permanecer aquí. Tampoco sé qué pasará cuando me dé una crisis, tampoco me importa mucho… Todavía no tengo nada que perder, pero él no volver a ver a Bill… Eso igual… me importa un poco.

Me sentiré pequeña en medio de una familia, yo sobraré. Porque parece que sobre en cualquier parte. Me la imagino como la típica casa de muñecas y yo en una pequeña habitación para niños, sin salir, porque quien me dejó ahí se olvidó de mí.
Continuará.

Capitulo 8


then you came around me, the walls just disappeared

La detective Rass se me acercó y me agarró del hombro, como si Bill fuera una amenaza para mí. Como si estar junto a él en esa habitación fuera algo que estuviera mal.
Me imaginaba que al ver a Bill reaccionaría… de otra manera. Cuando recordé su cara sufrí mucho, muchísimo y pensé que Bill, para mí, no era bueno. Pero ahora que estoy aquí con él, ahora que le tengo delante,… Me parece que me equivocaba. Siento más seguridad ahora, cosa que no sentiría estando sola con Rass. Creo que me puedo llegar a fiar de él, al menos es la única persona que he notado que le importo, aunque solo sea un poco.

-Oye, - Rass me llamo la atención. – Bill me ha dicho que te llamas Blair. – Miré a Bill, esperando que lo confirmara, pero no lo hizo. Podía ser verdad, pero hasta que no me lo dijera él yo no me creería nada. - ¿No estás contenta? Sabemos cómo te llamas. – Miró a Bill. - ¿Cómo se llama de apellido?

-Buss. – Demasiada sequedad. No me creo nada. No parece que lo diga muy convencido… Igual Bill no sabía tanto de mí como yo pensaba.

-Bill, tendremos que hablar con tu hermano por lo de la camiseta. Necesitamos que nos cuente todo lo que sabe.

-Claro, hablaré con él. Ahora, si no es mucho pedir… ¿Podría dejarme con Blair… a solas?

-Por supuesto. – Salió de la habitación, cerrando la puerta suavemente. Seguro que se metería a escuchar la conversación desde el otro lado del cristal.
Bill y yo estuvimos un rato en silencio, me estaba incomodando, él no hacía más que mirarme de arriba abajo.

-Bueno, ¿de qué querías hablar? – Me miró a los ojos de nuevo y me sonrió. Seguido de esto se me acercó, me agarró de la mano y tiró de mí, saliendo fuera de esa habitación y quedándonos en el pasillo. - ¿Qué hacemos aquí fuera?

(escuchar Tourniquet de EVANESCENCE)

-Seguro que esa detective podría oír como hablábamos y no quería eso. – Yo también lo pienso… - Blair… Lo que te voy a decir no puede salir de aquí. – Calló al pasar un policía por delante de nosotros, estábamos en el pasillo y podía oírnos cualquiera, pero si estábamos allí demostraba que no teníamos nada que ocultar. Pero por lo que se ve, Bill sí que lo tenía. – Todo lo que te puedan llegar a contar sobre ti puede ser mentira. Perdiste la memoria porque querías salvar a esas personas.

-¿Las que… estaban muertas?

-Sí, fuiste a ver a ese hombre para que nadie saliera herido… Sabiendo que tú podrías morir, pero no te importó. No porque no tuvieras nada que perder, tan solo porque eras… Eres una buena persona. Así que si piensas que estás sola y que siempre lo has estado… Eso no será verdad. Siempre has tenido a tu lado gente que te quiere.

-Por… ¿Por qué me cuentas esto?

-Porque cualquiera en tu situación, que estuviera perdido y que nadie viniera a buscarlo, pensaría que siempre ha estado solo y que nada merece la pena. Yo te confirmo que, en tu caso, eso no es cierto. Y, por si lo dudabas, tú no mataste a esas personas.

-Si sabes tanto sobre mí cuéntame que me pasó, porque me he visto en vuelta en esto. – Levantándole la voz. Quería que me contara todo lo que sabía. Se acabarían mis inseguridades y mis dudas. Desaparecerían de una vez por todas. Sabría como fui de estúpida al involucrarme en todo esto, si me lo contaba todo… Quizás me sentiría a salvo, porque sabría a lo que me enfrento.

-No puedo.

-¿Cómo que no puedes? – Algo se removió en mi interior, estaba empezando a… perder los nervios. Me pasé la mano por la frente y luego me agarré del pelo, en señal de desesperación. - ¡¿Por qué no puedes?! – Estallé. Necesitaba saberlo todo, era mi vida. Tenía derecho a saberla, era MÍA. No nuestra, mía.

-Me lo pediste, pero no te acuerdas. No querías que nadie lo supiera, ni tan solo tú.

-¡Pero ahora quiero saberlo! ¡NECESITO SABERLO! ¡Necesito saberlo para quedarme tranquila! ¡Por favor… Cuéntamelo!

-Me dijiste que no, pasara lo que pasara…

-¡Pues ahora te digo que sí! – Le agarré de la camiseta, suplicante.

-Créeme, no quieres saberlo. Por un lado está bien esto de haber perdido la memoria, puedes empezar de cero. No tienes ni idea de lo que sufriste.

-¡¿Lado bueno?! ¡Aquí no hay lado bueno! ¡Llevo dándole vueltas al asunto todos los días y tú lo sabes y no me lo dices! ¡No tienes ni idea de lo que estoy pasando! – Le di un empujón, para que se apartara de mí. Parecía que todo el mundo se había puesto deacuerdo para que nunca supiera quién era. Bill ni se inmutó, tan solo dio un paso atrás. - ¡Si no vas a contarme nada vete, vete de aquí!

-No, escúchame.

-¡Eres tú el que no quiere contarme nada! ¡Si me contaras algo te escucharía, pero no lo haces! – Estaba desesperada, las manos me empezaron a sudar. – En realidad no sabes nada.

-Eso no es verdad, lo sé casi todo sobre ti.

-¡NO, eso es mentira! ¡Tú no sabes NADA! ¡Si no sabrías como me está afectando el que no me cuentes lo que me pasó! ¡¿Por qué no quieres contármelo, Bill?!

-Porque te quiero. – Esas palabras… Eran las mimas que retumbaron en mi mente… El que me dijo eso hace tiempo fue él, fue Bill. – Te quiero y no quiero verte sufrir como la otra vez. – Me agarró fuertemente de los hombros, intentando que sus palabras se me quedaran grabadas en la cabeza. Yo le miraba sin entender… ¿Te quiero? No sé qué es eso y por mucho que me lo repita no lo lograré entender.

-No, cállate. – Me miró, algo confuso. – No vuelvas a decir que me quieres porque… No sé qué es eso y de momento, lo único que tengo claro, es que no quiero saberlo. – Dejó de apretarme los hombros y se relajó, al igual que yo. – Si no vas a contarme nada… preferiría que te fueras.

-Vale, me voy. Pero no te creas nada de lo que te digan aquí. Puede ser mentira o puede ser verdad, el único que lo sabe soy yo… y mi hermano también.

-Pues si vosotros no vais a contarme nada… Algo tendré que creer para poder seguir respirando.

-¿Te gusta el nombre de Blair? – Cambiando radicalmente de tema.

-Me es indiferente. – Asintió con la cabeza. Se me acercó, como si fuera la última vez que fuera a hacerlo y me dio un beso en la frente. Al momento yo me aparté bruscamente, pero él no perdió la sonrisa, esa sonrisa tan cálida que tenía. Hizo unos cuantos pasos, me hizo un gesto con la mano y se fue.

Vi como desaparecía entre esas personas, entre esos policías que caminaban por el pasillo. Me senté en unos asientos que tenía justo detrás de mí. A esperar a que Rass apareciera para que me llevara de vuelta al hospital. De vuelta a esa cárcel que llamaban hospital. Allí cada día me sometían a repetidas pruebas, radiaciones, análisis,… Y todo por la policía porque yo estoy sana. El psicólogo me dijo que, si no estuviera implicada en un caso de asesinato, tan solo me haría falta rehabilitación, por lo de la memoria, y nada más. Pero no, sigo encerrada allí por este estúpido caso. No conozco de nada a esas personas que murieron y tengo que estar aquí, ayudando a verificar su muerte. Yo no puedo hacer nada, no sé nada, no recuerdo nada. No sé para que me necesitan tanto, Igual lo han cogido como hobbie esto de torturarme y verme de mal humor. Rass no ve otra cosa y lo que más enferma me pone es oírle decir que yo le preocupo y que solo vela por mi bien. Pero ella misma me dijo que si no me atendía y me mantenía vigilada y a salvo la despedirían.

(escuchar My heart de PARAMORE)

Aunque me haya mentido, bueno, se haya callado cosas… La única persona en la que puedo confiar es en Bill, pero… Le he echado, tanto de mi vida actual como de la que tenía antes. Bill es la única persona a la que le importo e igual a su hermano también. No puedo… No puedo permitir que me deje sola aquí y no le vuelva a ver. He sido estúpida y por lo que veo siempre lo he sido.


Como si de un acto reflejo se tratara, me levanté y salí corriendo en la misma dirección que había visto irse a Bill, a lo largo del pasillo. Comparé ese momento con el que salí corriendo la otra vez, cuando estaba por la ciudad con Rass. Entonces se me hizo tan fácil correr… y a tal velocidad. Ahora notaba mis piernas débiles, haciendo el máximo esfuerzo por moverse tan rápido, la otra vez sentía como si estuviera volando, como si nadie pudiera pararme. Ahora sentía, también, el esfuerzo que hice esa otra vez aunque no me diera cuenta. Por eso acabé desmayándome. Utilicé más de la fuerza que tenía y mi cuerpo acabó reaccionando.

Aparecía más gente de todas partes, todos se me quedaban mirándome al verme correr como una loca y con cara de enferma, hacer tanto esfuerzo me estaba afectando.
Fui bajando las escaleras para llegar a la puerta principal, me tropezaba cada dos por tres, pero me sujetaba a la barandilla y no llegaba a caerme. Llegué a la planta baja a tropezones y casi sin poder respirar, pero no me paré. Me fui hacia la puerta, a lo lejos, fuera en la calle, vi a Bill caminando despacio. Me di prisa, pero cuando estaba a pocos metros de él me caí al suelo. Me sentía como si ya no tuviera extremidades.

-¡Bill…! – Saqué fuerzas de alguna parte para gritar su nombre. Estaba de rodillas en el suelo, apoyándome sobre mis brazos y bufando del cansancio. Sentía como si me fuese a salir el corazón por la boca. Ojala Bill me hubiese oído, porque no podía volver a gritar. Oí unos pasos que se acercaron rápidamente hacia mí.

-¡Eh! ¡Sere…! – Calló antes de acabar. Era Bill. - ¿Estás bien? Venga, levántate. – Me agarró e hizo fuerzas para levantarme, pero le agarré de la camiseta tirándole hacia abajo, quería que me escuchara.

-No… No te va…yas. No te vayas… - Dije mientras intentaba regular mi respiración. Me miró con algo de sorpresa. – No me importa si no me cuentas nada… Pero… quédate conmigo, no… me puedo fiar de nadie más. – Apoyé la cabeza en su pecho, que ahora lo tenía a mi altura al estar también de rodillas en el suelo.

-No pensaba dejarte sola… - Me abrazó y, con el agarré de ese mismo abrazo, me levantó de golpe. - ¿Puedes andar?

-Sí, pero las piernas me duelen un poco…

-¿Quieres que nos sentemos un rato?

-No, me irá bien caminar a un ritmo normal. – Me sonrió. - ¿Por qué eres tan bueno? Hace un rato te he gritado…

-Ya sé que no te gusta oírlo, pero me lo has preguntado, así que te contesto; porque te quiero… – Hice una mueca con la cara. No, no me gustaba. Amor… No sé qué es eso, no tengo ni la más remota idea de lo que significa ‘Querer’. Porque un juguete que ha sido usado sin piedad, es difícil que recuerde lo que es el poder amar.
Continuará.

Capitulo 7


hold hope
By Bill

Seguía sin fiarme de esa mujer. Bueno, es policía, los polis siempre hacen igual.

Mi hermano no me ha mentido, para que te enteres. Y, si tienes tan buen ojo para ver las mentiras, me extraña que no hayas detectado todas mis trolas. Dos de cada tres palabras eran mentira. Pero lo de que quiero ver a… Blair… es verdad.

Me levanté de la silla a la vez que la detective lo hizo. Agarró la caja y salimos fuera.

-Blair está en esa sala de allí. – Hice un paso para ir a entrar. Pero me puso la mano que tenía libre en el pecho. – Un momento. Ella no quiere verte.

-¿Cómo que no quiere verme? Estoy aquí ¿no? Si le he contado todo eso ha sido por ella, necesito verla ahora. – Si he dicho todo eso tan solo ha sido por ella. – Ella me recordó.

-Sí, pero al hacerlo sintió dolor. Cree que cuando te vea le pasará lo mismo. De momento no quiere verte – Esos ojos me miraban intensa y seriamente. Di un paso atrás, cediendo. – Gracias. Ven conmigo, por favor. – La seguí y entramos en una sala vacía, había un ventanal del que salía luz. Allí había otra sala, como la que me había metido a mí. – Ahí está. – Me acerqué más al cristal y la vi ahí sentada, con los codos encima de la mesa. No sé qué clase de alivio sentí al ver que estaba bien, pero me quité un enorme peso de encima. Todo este tiempo había estado preocupado por ella y no me daba cuenta.

Me apoyé al cristal con las dos manos, intentando atravesarlo de alguna manera para poder estar con ella. Hizo muchas imprudencias y ya la daba por muerta. Pero está aquí y he hecho lo que me pidió y si me arriesgo a que me lleven a prisión es solo por ella.

-¿No hay ninguna manera de que pueda pasar?

-Ninguna, no conseguí convencerla.

-Pero es que… - Di un golpe al cristal. Ella se giró hacía donde había oído el golpe. Podía verle la cara, estaba muy delgada y pálida, pero estaba viva. Sentía como si me mirara a mí también. Todavía recuerdo la última vez que me miró con una cara parecida a esa… Estaba muy asustada.


-Bill, por favor no me lo pongas más difícil…

-No lo entiendes, te matará.

-¡No me queda otra opción! No puedo dejar que gente a la que quiero pague por mis errores. ¡¿Es que no lo entiendes?! – dándome un empujón.

-No puedo dejar que vayas tu sola. – Acercándome sin hacer caso a sus miradas y a sus gestos que decían a gritos que me apartara. La cogí de la muñeca y ella dio un paso atrás, forcejeando.

-Si no voy sola les matará. Tengo que ir, por favor, déjame marchar. – No podía soltarla.

-Es que no te puedo dejar ir. Ese tipo no tiene piedad, te hizo daño en el pasado y te lo hará ahora. No hay esperanza, entiéndelo, todos morirán.

-¡ENTONCES MORIRÉ CON ELLOS! – Empezaron a brotar lágrimas de sus ojos. Dio un fuerte tirón y consiguió soltarse de mi agarre, creo que hasta se hizo daño. Pero enseguida recuperó la serenidad. – Lo más seguro es que acabe muerta y que nadie se entere pero…

-No digas eso… - Negué con la cabeza, desesperado y calmado a la vez.

-Si la policía acaba preguntando por mí, será que estoy viva así que, te pido que mientas. Cuéntales todo lo que quieras salvo la verdad sobre mí. Sabes todo lo que he pasado y sabes de sobra que no quiero que nadie se entere. Lo más seguro es que no tendrás que pasar por eso porque…

-No me lo vuelvas a repetir. – Cogió aire, intentando contener las lagrimas mientras que yo ya no podía contener las mías. – Te lo voy a pedir una vez más; por favor, no te vayas…

-Si me quedo te involucraría, lo sabes, y no quiero eso…

-Pero… - Me acerqué a ella de nuevo.

-No, si me vuelves a tocar ya no me podré ir. – Me sonrió, intentando mostrarse pacifica, ocultando todo el miedo que tenía. – Recuerda que hemos hecho un trato, cúmplelo ¿vale? – Asentí, no se me ocurrió nada más que hacer. – Adiós, Bill.


Y ahora la tengo aquí, gracias a dios…

-¿Dónde la encontraron?

-En un bosque, rodeada de cuatro cadáveres de una familia. – Abrió un poco la caja de pruebas y sacó una foto de los cuatro cadáveres, no pude evitar asquearme. – Supongo que no les reconoces. – Me miré la foto detenidamente…


-Bill, ¿te quieres quedar a cenar?

-Mamá, no seas tonta, tiene que trabajar. Tiene un grupo famoso ¿recuerdas?

-No se preocupe, señora, otro día… Ya me voy.

-Acuérdate de que un día de estos tienes que darles un autógrafo a mis hermanos.

-Descuida, hasta luego.


Negué con la cabeza y volví a centrar mi atención en la chica que estaba al otro lado de ese cristal, la chica que tanto había echado de menos.

Se acabó.

Salí corriendo de esa sala y busqué la puerta de la cual, al otro lado, estaba ella. Oía a la detective chillarme de que no podía entrar allí, pero lo hice.
Al oír el sonido de la puerta se levantó y se giró hacia mí, me acerqué lo más rápido que pude y la abracé.

-¿Qué…?

-No me puedo creer que estés viva, necesitaba… comprobarlo… - La sujeté más fuerte, intentando que no se volviera a separar de mí nunca más. Pero me apartó ella misma.

-No sé quién eres, déjame… - Me separó de ella, pero yo seguía haciendo fuerza. - ¡No quiero, déjame! – Me empujó, lo que me hizo recordar ese otro día. Me miraba de la misma manera, desconcertada pero había algo distinto en esa mirada. No me reconocía. Oí unos pasos acercarse rápidamente.

-Llévenselo de aquí, por favor. – Ordenó la detective a otros de sus gorilas. Entraron y me agarrón de los hombros, uno por cada lado. Ella no decía nada, solo me miraba mientras permanecía apoyada en la mesa.

-¡Ah! ¡No quiero irme, soltadme! ¡No! ¡¿Qué van a hacer con ella?!

-A este paso tu vas a acabar peor, muchacho, será mejor que dejes de resistirte. – Dijo uno de ellos. ¿Qué pensaban hacerle? ¿Qué yo acabaría peor? ¿Eso quiere decir que ella lo pasaría mal? No puedo permitirlo, ya la perdí una vez.

-¡Como le toquéis un pelo os juro que…! – Ya me había cabreado. No dejaba de patalear y de resistirme, luchaba con todas mis fuerzas para poder soltarme de su agarre. - ¡Que me soltéis de una vez, joder! ¡Malditos hijos de puta!

-¡Eh! Eres tu el que tiene que estarse quieto, niñato. – Uno de esos policías me dio un puñetazo en el estómago, no muy fuerte pero suficiente para que parase de moverme.

-¡Bill! ¡NO, DEJENLE EN PAZ! – Los tres nos giramos hacia ella, la detective Rass no estaba, se había ido después de ordenar que me sacaran de allí de mala manera.

-¿Me… Me recuerdas? – Intenté olvidarme del dolor un momento. Me había llamado, había dicho mi nombre sin saberlo. Me había recordado.

-No. No sé quién eres, Bill. Pero tu imagen se proyecta en mi mente a cada segundo y… Ahora he recordado tu nombre. – Tenía una mirada inocente, estaba muy confusa. Lo mismo que yo de aliviado. Se había acordado de mí habiéndole borrado la memoria ese desgraciado. Seguro que intentó matarla pero lo único que consiguió fue herirla interiormente.

Vi como me sonreía. Entonces apareció Rass, lo que faltaba.

-¿Estas…? ¿Estás sonriendo? – Se quedó parada nada más al verla sonreír.

-¿Algún problema? – Dije mientras seguía colgado de los brazos de esos pitufos.

-Soltadle. – A sus órdenes. Me soltaron al momento, pero a la vez empujándome hacia abajo. Pero no me di contra el suelo. La detective les hizo una seña y esos se fueron. – Es la primera vez que sonríe desde que le perdió la memoria. - ¿A sí? Ha sonreído al recordarme… Todavía me acuerdo de cuando podía ver esa sonrisa casi cada día…

-jaja Pareces un pato con esa cara.

-Ah… Deja de llamarme pato, Bill. No me gusta.

-Es que estás muy mona, pareces una muñeca.

-No quiero ser una muñeca. Una muñeca es un objeto con el que alguien juega. Yo nunca permitiré que jueguen conmigo, al menos no otra vez.
Continuará.
NOTA: mañana empiezo las clases, así que si a partir de ahora no puedo subir capi cada semana espero que lo entendais(: Muchas gracias a los que leen.