Capitulo 13


it feels just like i'm going crazy and not even you can save me



Ando con sigilo por los pasillos de este temeroso edificio. No sé a dónde me llevan mis pasos y tampoco me importa, tan solo quiero que la demás gente no me vea. No quiero sentirme observada por nada ni por nadie y menos por esa gente. No digo que no sean buenas personas, pero les temo. No sé lo que les ha pasado, lo que han hecho o lo que podrían hacer. Miro alrededor, a donde quiera que vaya siempre veo a alguien. Lo único que deseo es pasar desapercibida, que no sepan ni que existo.
Clavo mi vista en el suelo. Veo mis pies descalzos avanzar sin saber hacia dónde. Caí en esta encerrona como una completa tonta. Me fié de quien no debía, simplemente no me debo fiar de nadie. Creí que German haría lo que fuera para que yo estuviera bien, no para meterme el miedo en el cuerpo. No tengo por qué estar aquí, no soy igual que ellos.

Yo no estoy loca.

Estoy asustada. Cometí un error al intentar irme, eso podría aparentar más inestabilidad por mi parte y más puntos para quedarme aquí. Además, si hubiese conseguido salir ¿A dónde hubiese ido? No presté atención al camino de ida y al mirar a los alrededor de la casa no había nada en quilómetros a la redonda.
Desde esa noche… Todo me sale al revés. Igual así era mi vida antes, todo en contra de mi voluntad. Con un miedo tras otro… Tendría que empezar a acostumbrarme, pasar de lo que me suceda o aceptarlo directamente. Porque mi mundo se desmorona y cae hecho pedazos al suelo cada día que pasa y yo sigo sobreviviendo de algún modo u otro. Me siento como si todos quisieran detenerme por algo que no he hecho, quiero dar marcha atrás pero no puedo. Podría ser como un juego e intenté jugarlo, pero no pude seguir. Tengo mi cabeza centrada en otras cosas y no sé en cuáles. Desde que me metieron aquí, que me parece que haya sido una eternidad y tan solo hace un par de días, he rezado que alguien llegase de sorpresa y se me llevase. Me da igual a donde fuera, como si es al mismo infierno, pero lejos. Muy lejos.


No paraba de darle vueltas a todo cuando vi a Mike al final del pasillo, parecía que estuviera hablando con otro chico… Reaccioné dando media vuelta. Desde ese primer encuentro en la fuente no le había vuelto a ver y esta vez me dio pánico el que me viera él a mí, aunque deseaba encontrármelo. Él era la prueba de que no todos los de aquí están locos, que no por estar aquí tienes que tener una malformación. Que puedo estar aquí por el simple hecho de que no puedo cuidarme sola.
Logré salir al jardín sin que me viera ni me siguiera. Desde el primer día no había vuelto a hablar y tan solo pronuncié mi nombre.
Me pasaba el día dando vueltas, sobre todo por la hierba. No estaba fría y los pies no me dolían al pisarla. Iba descalza a todos lados. Los médicos me decían que ese comportamiento quería decir algo, mostrar algún sentimiento oculto de esta manera. ¿Qué sabrán? Voy así porque quiero, para que me duelan los pies y que no me duela tanto el hecho de estar aquí y además, estarlo sola.

No había recibido ni una sola visita. Ni del doctor, ni de la policía, ni de nadie de la casa en la que estaba. Aunque tampoco me lo esperaba y mucho menos de Gina. Estará encantada de volver a tener la casa para ella sola, volver a ser la reina y la que tiene toda la atención encima.

Tampoco de Bill…
No entendía por qué no aparecía. La detective ya no estaba conmigo, podría venir a verme. Pero igual no sabe donde estoy, o se lo han dicho pero no sabe encontrarlo… O simplemente, y más probable, es que no le apetezca dejar de hacer lo que le gusta para venir a ver a una loca rodeada de locos capaces de todo.


Bill… ¿Dónde estás?


-Hola, Blair. – Una mano se posó en mi hombro. Ya conocía esa voz. Esbocé una pequeña sonrisa burlona.

-Me has encontrado… - Se sentó en el suelo y me invitó a sentarme con él.

-¿Qué te he encontrado? Estos dos días he sabido en cada momento dónde estabas. – Eso ya no me hizo tanta gracia. – Como no parecía que quisieras verme pues no me he mostrado. – Hablaba con una tranquilidad absoluta mientras acariciaba el césped. Me senté, pero a una distancia razonable. – Tampoco te he visto por el comedor… No has comido desde que llegaste.

-No quiero comer. No quiero comer nada de aquí. Si hago algo que me una a este sitio me volveré loca.

-No entiendo cómo puedes pensar eso… Es un poco tonto. – Arrugué la nariz. – Si no mírame a mí.

-Por eso. - Por lo que se ve le hizo gracia mi comentario. Nos quedamos en silencio. No me molestaba su compañía mientras no confraternizase con él, no quería ningún lazo que me uniera aquí.

-Deberías comer.

-¡No! – Me revoté y me aparté de su lado. - ¡¿Por qué debería hacerte caso?! ¡No hemos hablado ni tres veces y ya me hablas como si te preocuparas por mí! ¡Hazme un favor y aléjate, no quiero volver a verte! – Me fui. No pareció percatarse de mis gritos, ya que se quedó en la misma posición y con la misma expresión que cuando habíamos empezado a hablar.


¿Quién se cree que es? ¿Cree que es mejor que yo? Pues si está aquí por algo será.
Yo solo vengo a pasar unos días, unas pocas noches. Tan solo hasta que se me esfumen las crisis, hasta que pueda tener una vida normal y tranquila.

¿Verdad?


-¡Blair!

-Oh, dios… Y ahora ¡¿QUÉ?! – Era la señora Doyle. La mujer siniestra.

-No me hables así. – Suspiré e intenté calmarme. – Tienes una visita. – Me dijo sonriente. Mis ojos se abrieron de par en par y el corazón me dio un brinco.

-¿Qu-Quien es? – Deseaba por encima de todo que fuera Bill.

-Ven conmigo, te llevaré con él. – Me cogió de la mano. No sé qué costumbre era esa, pero aquí dentro, siempre que nos quieren llevar a un sitio nos cogen de la mano. No entiendo por qué.
Fuimos por el pasillo a la izquierda del vestíbulo, nunca había estado ahí, es la zona de los enfermeros y de los médicos… Están sus dormitorios, las consultas, sus despachos… Y por lo que se ve la sala de visitas. Me fijé en todos los detalles, esa parte del edificio era la antigua, la que se veía desde fuera. Por el papel de las paredes, los apliques, se veía que esa parte tenía sus años.
Abrió dos grandes puertas y me dijo que pasase. Me señaló unas butacas que estaban de espaldas a la puerta y ahí había alguien sentado.


Por favor, Bill…


Avancé unos pasos y Doyle cerró la puerta. Entonces, esa persona que estaba ahí sentada se levantó.
No era Bill.
Se giró y me miró perplejo. Yo igual. Le miré de arriba abajo y balbuceé antes de caerme de culo al suelo.
Vino corriendo hacia a mí y me ayudó a levantarme, cuando ya me tuvo en pie vacilé un poco mientras seguía sin apartarle los ojos de encima. Me miraba con la misma sorpresa, aunque parecía más emocionado que desconcertado.
Me abrazó y me sujetó entre sus brazos unos instantes. Ninguno de los dos pronunció palabra hasta entonces.

-Tu… e-eres… - Conseguí pronunciar. Su cara, su cara… Sabía quién era, pero al mismo tiempo no. Pero ese no era el motivo por el que me caí de culo antes, sino por el gran parecido que tenía con…

-Veo que no exageraba… – Murmuró para él mismo. Yo no dije nada. – Soy Tom, el hermano de Bill. – Claro… Por eso se le parecía tanto. – No me puedo creer que no te acuerdes de nada. – Sonrió un poco incrédulo y yo por fin reaccioné de alguna manera que no fuera estúpida.

-Lo siento…

-No tienes que disculparte, tranquila. – Empecé A andar hacia los sillones, necesitaba sentarme. – Debe de haber sido extraño, al no recordarme, ver a alguien tan parecido a Bill…

-¿Parecido? – Me indigné. – Si sois iguales… - Dejó escapar una pequeña risa. Yo ya no sabía que decirle. Me acerqué a la butaca que estaba situada delante de la que estaba Tom antes y me senté en ella. Él… tan solo se sentó y se quedó observándome. Sus ojos estaban clavados en mí y no entendía lo que intentaba averiguar al observarme de esa manera. Yo también quería mirarle, pero su presencia me incomodaba y me imponía. - ¿Y cómo es que has venido? – En realidad, la pregunta que quería formular era ‘¿Por qué Bill no ha venido?’.

-Pues porque me enteré de donde estabas y me pareció una buena idea venir a verte. Antes de venir Bill me advirtió que no me reconocerías… - Me puso muy fácil preguntarle el porqué de la ausencia de Bill. Pero no lo hice, quería conocer a Tom.

-No es que no te reconozca… En realidad recuerdo tu rostro. – Tom se incorporó ante mi comentario. – Cuando estaba en el hospital… - Tan solo recordarlo me entraban escalofríos. – recordé a Bill gracias a una crisis. Unas noches más tarde vi tu cara en sueños. – Tom se frotó levemente la barbilla. – Y no solo tú cara. Tengo imágenes sueltas de lo que debería de ser mi vida de antes, imágenes que no entiendo. Tengo mis preguntas y nadie me da las respuestas. – Bajó la mirada, se mostró impotente. – Bill no me contó nada, así que supongo que tú tampoco lo harás. – Esperé unos instantes una respuesta clara tipo ‘Yo puedo contarte algo, por poco que sea’ o alguna cosa parecida.

-Lo siento. – Pero no. Se mordió el labio inferior y miró disimuladamente a todos lados con la mirada gacha. Volvió a mirarme. – Espero que eso no creas que significa que no nos importas. – Bingo. Bufé. Me sentía completa y absolutamente sola.


Todo lo que hago es caminar hacia a alguien, empiezo a sacudir sus palabras, sus pensamientos, intentando sacar algo. Así es como va. Al creer estúpidamente que me ayudaría se me había dibujado una sonrisa en mi mente. Ahora ya está tachada. Pero sigo queriendo conocerle, quiero mostrarle quien soy ahora para que me enseñe como era antes. Porque ahora no me conoce, yo no me conozco, no me ignora pero no quiere contarme nada, no me quiere en ese tema. Todos me apagan. Tienen ya su camino para sus palabras y a mi tan solo me callan sin darse cuenta. Me alejo un poco más. No, yo no entiendo porque no me hablan, ni una sola explicación. ¿Tan importante puede ser? Me hacen sentir inferior, eso duele. No me cuentan por nada, tan solo me muestran silencio. Aunque fueran palabras en mi contra desearía saberlas. Si me conoció y le importé no debería dejarme así. Ahora soy yo misma la que se aleja sin que le den una razón. Intenté aguantar, todavía aguanto, no me pareció mal pero la cabeza me arde al intentar recordar por mí misma. Hay una barrera que me rodea y me empuja, pero acaba desquebrajándose cuando ya he vuelto a donde estaba antes. Esto se me está haciendo muy largo y nadie lo entiende.


-¿Y entonces para que has venido? – Ya lo había preguntado, lo sé. ¿Pero que iba a decir? No me decía nada que me sirviera.

-Mira, aunque no te lo creas, no te decimos nada por tu bien… Blair. - ¿Por mi bien? Eso sí que es bueno.

-Acabaré loca de comerme la cabeza sin obtener nada. Vosotros tenéis lo que necesito y no hay manera de que me digáis nada.

-Sé que es cruel… - Admitió. – Pero es lo mejor aunque no sea lo correcto.

-No te entiendo. – Tom negó con la cabeza, sin darle importancia. Volvió a mirarme y vi que me examinaba los brazos y las piernas.

-Estás muy delgada. – Me rodeé con mis propios brazos y me incomodé. Tom hizo una mueca. - ¿Cuánto hace que no comes? – Tragué saliva. – Blair, tienes que comer. – Me ordenó levantándose. Se me acercó y me agarró del brazo. – Venga, vamos a picar algo. – Tiré.

-No quiero comer, no quiero nada de este sitio. Me volveré loca si me aferro a algo de aquí.

-¿Pero qué te pasa? ¿Has perdido el juicio ya? ¡Si no comes sí que te volverás majara! – Volvió a tirar.

-¡No quiero! – Forcejeé. Tom arrugo la nariz.

-Tú lo has querido. – Pronto le entendí. Me agarró de la cintura y me cargó en su hombro.

-¡Eh! ¡Bájame! ¡Bájame ya, Tom! – Empecé a patalear.

-Como se nota que tienes el disco duro formateado, sino sabría que esto de patalear conmigo no funciona. Tengo demasiada fuerza para ti y encima estás débil, tonta. – Salimos de la sala y empezó a buscar el comedor.

-¿Qué pasa? ¿Te has perdido? – Con tono burlón.

-Calla. – Se picó. Me reí.

-¿Por qué no preguntas? Es lo más lógico.

-Que no. – Me agarró y me colocó bien, me estaba resbalando. – Puedo solo.

-Que fobia tenéis los hombres a lo de preguntar.

-Habló la que no quiere comer por si se le pega algo. ¿No te das cuenta de que es absurdo ya de origen? – Suspiré. Al final acabó preguntando, cosa de la cual yo me reí más tarde. Me bajó al comedor, que estaba dos plantas más debajo de la planta principal. Preguntó a los cocineros si podía comer algo y me trajo ensalada de pasta y para él una bolsa de patatas. – Come. – Mientras abría su bolsa.

-No tengo hambre. – Aparté el plato. Me moría de hambre.

-Chica, te estoy viendo mirar el plato con unos ojos que dan hasta miedo. Veeeenga… - Me rogó volviendo a acercarme el plato. Me lo miré unos pocos instantes y finalmente agarré un tenedor y empecé a comer. - Con que no tenías hambre ¿eh? – No le contesté, pero a él le hizo gracia. – A partir de ahora… Come cada día, por favor. No me tengas con el corazón en un puño ¿vale?

-¿Tanto te importo?

-Mucho. A Bill más, o de otra manera, pero sí. – Sonreí.

-Gracias, Tom. – Me sonrió de tal forma que no hizo falta que me dijera nada.

Cuando terminé de comer pasé la mañana con él, pero cuando dieron las doce del mediodía Tom se tuvo que ir.





By Tom

-Bueno… - La abracé. – Volveré a verte ¿vale? Y Bill también vendrá.

-Vale. Gracias a los dos. Dale recuerdos de mi parte.

-Se los daré, vamos, que estará encantado. – Me burlé un poco. – Hasta pronto, Blair. Y cuídate. – Le advertí. Ella asintió y esperé a perderla le vista para irme. Fui a buscar de nuevo las escaleras, habíamos dando tantas vueltas por ese sitio… Giré por un pasillo que me sonaba. Había muchísimas habitaciones y vi algunos más de los chicos de ahí. Había toda clase de personas, la mayoría adolescentes, la otra parte eran niños.
Tropecé con uno de ellos. – Perdón. – Me disculpé.

Tan solo me miró. Era un chico de pelo negro, con los ojos totalmente azules… No me importó que no se disculpara. Aunque me miró de tal manera que pareció que yo le hubiera hecho algo, aparte de chocar con él.
Seguí buscando las putas escaleras de mierda. Eso era como un laberinto.
Al fin me orienté y encontré las escaleras. Bajé por ellas. Cuando ya iba por el segundo piso encontré a una chica ahí sentada. Llevaba una capucha de color rosa puesta, pero pude ver que era rubia por su larga melena. Tampoco le di la menor importancia, pero en cuanto oyó mis pasos se giró y me miró. Esa chica tenía una mirada penetrante, lo que me hizo pasar de largo lo más rápido que pude por el mal rollo que daba. Parecía indefensa, pero por si acaso…
Una lástima, porque estaba como un tren.


Que sitio tan raro, joder.Parece una puta casa de muñecas de esas antiguas.
Continuará.