Capitulo 14


i’ll never fight again and this is how it ends

Al día siguiente tuve la primera visita a consulta. La típica revisión para ver si sigues tan mal como el primer día o has ido a peor.

Me recetaron pastillas, me las tendría que comer con cada comida. Le prometí a Tom que no me moriría del hambre así que he seguido comiendo. Poco, pero como. No me hace ninguna gracia tomarme eso, encima son enormes y la primera que tomé se me quedó en la garganta porque intenté tragármela casi sin beber agua. Pero aunque te las tragues rápidamente dejan muy mal sabor de boca.

Tampoco me siento distinta. Sigo igual. Con ganas de irme, con la sensación de que están todos locos y yendo descalza por todas partes. Cosa que tampoco me han dicho a que se debe.

Tres días son los que llevo ya aquí, contando hoy cuatro y me siento como si hubiesen pasado ocho meses. No tengo nada que hacer en todo el día y tampoco me apetece. Doy vueltas, cruzo pasillos de punta a punta, subo y bajo escaleras. Y cuando veo a Mike me voy. Es tranquilo, pero en mi opinión habla mucho. No, eso tampoco. Me da rabia que hable de esa manera tan calmada, no muestra emoción alguna y siempre tiene una media sonrisa en la cara que no sé muy bien lo que transmite. Confianza o temor. No lo sé.
Directamente no me cae bien, me parece que no es trigo limpio.


Me pasé la mano por el pelo, pero de lo enredado que estaba en lugar de acariciar, tiré. No me había peinado ni una sola vez, tan solo con las manos y por encima. No sé por qué no me peinaba, simplemente no tenía ganas. ¿Para qué? ¿Para estar presentable en toda esta gente? Ni hablar.

Volví a salir al jardín. Me pasaba el día allí, al menos no me sentía como una prisionera.
El sol pegaba fuerte hoy. Puse mi mano en mi frente y me cubrí un poco a medida que paseaba por allí. A lo lejos me pareció ver una melena rubia… Me estremecí. Esa era Roxy. Estaba cerca de la fuente y yo quería ir allí. Pensé que si pasaba por al lado sin mirarla ni mostrarle atención no pasaría nada. Y así hice, no me dijo nada. Me fijé que se estaba peinando su larga melena, con el sol hasta dolía mirársela, hacia muchos reflejos.

-Ciento treinta y tres, ciento treinta y cuatro, ciento treinta y cinco,… - La oí murmurar cuando pasé a su lado. Contaba cada cepillado. Para mantenerla tan lisa y bien peinada se debía de pasar horas. Comparé mentalmente mi pelo con el suyo… Ni punto de comparación. El mío de un negro que parecía sucio, encrespado y los mechones enredados entre ellos. Eso me hacía parecer una de ellos, no sé por qué, simplemente lo sentía. Tampoco sé por qué tenía esta fobia tan exagerada, simplemente la tenía.

Me senté a los pies de la fuente, como siempre. Siempre en el mismo sitio, ni muy cerca ni muy lejos de nadie.

-Blair… Cuanto tiempo. – Excepto de él, que siempre estoy demasiado cerca y no lo bastante lejos. – Tuviste una visita ¿no?

-¿Me sigues vigilando?

-Simplemente para que no te pase nada metida aquí dentro… - No le contesté. – Vi a tu amigo, el otro día. – Tom. Se llama Tom y a mí me da igual que le hayas visto. – A él sí que le hiciste caso en el tema de comer.

-Claro, es mi amigo. – El asintió levemente con la cabeza. – Se preocupa por mí.

-Los que estamos aquí dentro no tenemos a nadie que se preocupe por nosotros. – Le miré por el rabillo del ojo. No pude evitar defender a Tom.

-Él me lo dijo y yo le creo. – Más que a ti seguro.

-¿Entonces por qué no te llevó con él? ¿Por qué no te sacó de aquí si tan solo con verte se nota que lo estás pasando mal? Y, lo más importante, ¿por qué no ha vuelto? – Esas preguntas me atravesaron.

-Estará… ocupado. – Quería creerme eso. Con esas palabras Mike quería hacerme sentir que estaba sola, pero Tom me había dicho que no lo estaba. No me había parado a pensar en ningún momento que el que no hubiera vuelto a verme fuera algo malo, no tendría tiempo, estaría trabajando o lejos. No le veía ningún inconveniente y lo entendía, pero ahora con esas preguntas…

-Pero si te quiere tanto como te dijo debería de sacar tiempo. Eres más importante tu ¿no? – No… A Tom le importo. – Igual te lo dijo para no cargársele en la conciencia tu encierro aquí. – Eso no es verdad. No lo es. – Asúmelo, Blair, si nadie te ha sacado todavía quiere decir que nadie se preocupa por ti, pero yo…

-¡YA ESTÁ BIEN, CALLATE YA! – Exploté. Mis palabras resonaron por todo el jardín y se hizo el silencio. – Tú no le conoces, no te atrevas a hablar así de él delante de mi ¿ESTÁ CLARO?

-¿Y tú sí? Si ni siquiera recuerdas haberle conocido. - ¿Cómo sabía eso? – Estuve escuchando. – Respondió antes mi mueca.

-No quiero que te me acerques, olvídate de mí.

-A ti se te haría más fácil, supongo… - Me insinuó atacándome con lo de mi amnesia. Eso ya no lo soporté.

¡PLAF!

Le di tal bofetada que le giré la cara. Mis dedos quedaron unos instantes marcados en su mejilla, hasta que a los pocos segundos ya la tenía toda completamente roja. Se la acarició y me miró a los ojos. Los suyos seguían igual, pacíficos y fríos. No tenía intención de devolverme el golpe. Yo rebosaba de ira.

Me agarraron del brazo un par de hombres.

-Eh, quieta, fiera. – Me empezaron a arrastrar, en ese momento todo volvió a la normalidad. No forcejeé, me dejé llevar. Mi mirada siguió clavada en Mike hasta que me entraron en el interior del edificio, al igual que él.


Me encerraron en ese cuartucho que tenía por habitación, con llave, y me dijeron que esperara a la señora Doyle, que quería hablar conmigo.

Tardaba bastante, así que me tumbé en la cama y me quedé mirando al techo.





-Hola, Blair. – Oí una suave voz que me hizo despertar. Me había quedado dormida. Era Doyle. Cogió una silla y se puso delante de mí, al ver que estaba dispuesta a hablar me senté frente a ella. - ¿Qué ha pasado en el jardín?

-Nada.

-Eso no es lo que me han contado, Blair… ¿Por qué le has pegado a Mike?

-Porque ha hablado de cosas que no sabe.

-Tienes que entender que la gente de aquí no es consciente de que sus palabras, sus gestos, sus reacciones puedan herir a alguien. Igual Mike no sabía lo que decía.

-Sabía perfectamente lo que decía.

-¿Cómo lo sabes? – Entendía que tendría que hablar para que lo viera como yo.

-Me tiene controlada desde que vine aquí. Cuando vino a visitarme un amigo mío nos espió y ahora me dice que si él de verdad me quisiera me hubiera sacado de aquí. Me ha dicho de mil formas diferentes que no le importo a nadie y no ha mostrado ni la más mínima emoción. – Doyle suspiró.

-Blair… Mike siente esa necesidad de controlarlo todo por los problemas que tuvo en su infancia.

-Yo también tengo problemas y, antes de irme de la lengua, me quedo callada.

-Pero antes no te has quedado tal como tú dices, le has pegado.

-Y lo volvería a hacer si hiciera falta. – Me defendí. Mike se había pasado, por muchos traumas y experiencias desagradables que hubiera tenido… Deseaba que desapareciera.

-Pero, Blair…

-Mire, a mi me da igual. – La corté, no quería escuchar más defensas. – Si Mike me vuelve a hablar volveré a hacer lo mismo y no me arrepentiré, así que si no quiere que sufra dígale que se mantenga a diez metros de mí como mínimo. No quiero tener nada con él. – Ella volvió a suspirar.

-Está bien… - Bajó la mirada unos momentos. Yo la mantuve fija en ella. – Pero que te quede claro algo, no puedes juzgar a la gente por algo tan simple como lo que ha pasado hoy, y menos a la que se aloja aquí. Todos tenemos problemas, Blair, y yo a Mike le pienso ayudar. Pero a ti, si sigues por este camino, no podré hacerlo y tampoco me apetecerá. – Se puso borde.

-No quiero su ayuda. Tampoco me serviría. – Me defendí.

-¿Quieres decirme algo más que no sea insultar al pobre Mike?

-Muérase. – No me corté un pelo. Doyle frunció el ceño y al salir volvió a encerrarme. Oí el sonido de la llave.

Agarré una almohada y me aplasté la cara con ella. Chillé. Volví a tumbarme bruscamente sobre la cama, dejando la almohada encima de mí.


Esas palabras de Mike… No eran verdad, sé que no son verdad. Creo antes a Tom que a él. Tendrá trabajo, no puede estar todo el día conmigo y Bill tampoco. No les culpo porque ahora mismo no estén aquí, no culpo a Tom por no sacarme de aquí. Ninguno puede hacer nada. No lo puedo hacer yo, lo van a hacer ellos.
¿Quiero salir? Sí, pero no les exijo nada. Son las únicas personas con las que he sentido algo de conexión, así que me creo que en el pasado nos conociéramos, incluso que nos importásemos mutuamente. Fueron los únicos a los que recordé. No puedo empezar desconfiando de la primera persona que me dice que no estoy sola, porque sino acabaré estándolo de verdad. Tengo que fiarme de ellos, quiero hacerlo y no por lo que diga Mike voy a cambiar de parecer.





Para cuando quise darme cuenta se había hecho de noche. Seguía encerrada o eso pensaba. Alargué la vista y miré el reloj que estaba colgado en la pared. 21:00h. La hora de la cena. Me incorporé, al hacerlo me dolió la cabeza. Me apreté la frente hasta que cesó, cosa que sucedió en un par de minutos. Fui hacia la puerta, agarré el pomo y tiré de ella. Nada. Así mismo repetidas veces. Me habían dejado encerrada. Fui poniéndome cada vez más nerviosa, necesitaba sacar de alguna forma todo el odio que llevaba dentro y esa maldita puerta me dio una razón. Le propiné una fuerte patada y el reloj de la pared tembló. Le di otra, soltando un pequeño gemido. Si la tiraba abajo mejor. Me poyé en ella de espaldas con brusquedad, fracasando en mi intento de salir. Le di un codazo, pero solo conseguí hacerme daño yo. Era raro que nadie oyera los golpes.
Observé mi habitación con ansias de encontrar algo que romper. Mi vista quedó clavada en la ventana. Me acerqué rápidamente y la abrí y miré hacia abajo. Cuarto o quinto piso. A unos tres metros más abajo había una repisa.

Arranqué las cortinas de un solo tiro, dejando caer sobre mi cama sus agarres. Las rompí y las até. Creando una larga cuerda. Ahora me faltaba un sitio donde atarlas para poder bajar. Finalmente las até al cabezal de la cama, pero coloqué una mesa de tal manera que hiciera de contra peso, impidiendo que la cama se moviera cuando yo estuviese fuera. Eché las cortinas. No tenía nada que perder y, sin pensármelo, empecé a bajar. Al llegar al final de la ‘cuerda’ todavía faltaba un poco bastante para llegar a la repisa. No se me ocurrió nada más que saltar. Caí en ella, pero golpeándome contra el cristal de la ventana de la susodicha. Un fuerte golpe y los pies al caer se me resintieron mucho, al igual que los tobillos. En cuanto alivió el dolor miré hacia abajo y pensé en alguna forma de bajar. Miré hacia la habitación y vi que había sabanas y cortinas. Golpeé el cristal con el codo, el cual quedó herido, y abrí el cerrojo. Al entrar hice lo mismo que en la mía.

Cuando ya tenía todos los nudos hechos oí que alguien iba a entrar. Corrí hacia la ventana huyendo.

-¡Eh! – Me agarró cuando ya tenía un pie fuera. Me agarré a las puertas de la ventana. - ¡Suéltate! – Tiró de mi más fuerte y mis dedos fallaron. Nos caímos los dos al suelo. Me levanté lo más rápido y vi que el que me había agarrado era Mike. – ¡Blair, espera, no te vayas! – Todavía en el suelo. Iba a llamar a algún enfermero así que al fastidiarme el plan salí corriendo, pero esta vez por la puerta.
Al girar por el pasillo paré en seco. Había enfermeros. Si te veían correr iban detrás de ti. Pasé a paso rápido por su lado, sabiendo que Mike me seguiría. En efecto, al empezar a bajar las escaleras le oí chillar mi nombre y me decía que parara. Seguí bajando las escaleras, pero él ya me había visto. De repente tenía miedo de Mike. Llegué a la planta baja y oía sus pasos acelerados bajar cada eslabón. No fui hacia el pasillo de la derecha, hacía ahí iría él. Corrí un poco y entré en la primera habitación del pasillo de la izquierda. La cerré y puse la oreja en silencio. Oí sus pies golpear el suelo de mármol y alejarse.

No sabía en qué clase de habitación me había metido. Palpé la pared de al lado de la puerta hasta que encontré el interruptor. Encendí la luz y era una sala llena de muebles con cajones. De repente sentí al necesidad de mirar que había en estos cajones. Abrí uno de los que tenía más cerca. Carpetas. Abrí otro y todo eran carpetas etiquetadas por nombres.


¿Estaré yo?


Me fijé en esos nombres.
Gladys, Grace, Gregory…
Tenía que encontrar la B.
Seguí buscando… La E,… Abrí otro cajón y en ese mismo habían dos de la D y los demás de la C. En uno de los próximos tendría que estar yo.
No sé porqué me puse a curiosear, perfectamente podrían ser los currículos o contratos de los trabajadores, pero no paré a pensar en eso.

Bridget, Brandon, Brad, Boris, Blake, Blair.

Agarré el último, era la única Blair que había según esto. Abrí la carpeta, estaba medio vacía comparándola con otras que había visto. No entendía esas fichas. La abrí boca abajo, dejando las hojas sobre el suelo. Me arrodillé y empecé a buscar. Quería saber que opinaban sobre mí, cuando saldría de este sitio…
Encontré mi ficha, la que me rellenaron al entrar. Ahí estaba mi nombre, mi supuesta edad, los señores Waldorf como tutores pero entre paréntesis el doctor German.
Eso no me servía.
Empecé a buscar por los demás papeles. Hasta que uno me llamó la atención.


Observaciones:
Comportamiento agresivo depresivo. Riesgo de ataques psicóticos nocturnos de grado 1. Amnesia prolongada. (…)

Estancia:
Indefinida.



¿Indefinida? El doctor me dijo poco tiempo. ¿Qué significa esto?





Salí fuera después de haberlo guardado todo, ¿en su sitio? Eso ya no lo tenía tan claro. Ni me molesté en averiguar si Mike seguía cerca, me daba igual. Unos días le puedo evitar, pero no indefinidamente. Salí de ese pasillo antes de que alguien me viera. Era la primera vez que no sabía a dónde ir. En el jardín había demasiado ruido, en mi habitación demasiado silencio. Quería compañía, pero no cualquier compañía.

-Blair. – Oí una voz a mis espaldas y empecé a rezar para que no fuera quien yo creía. - ¿Cómo estás? – Sí, era German. No quería hablar con él. Ignoré su llamada y empecé a andar, como de costumbre, no sabía a dónde iba, tan solo a dar una vuelta por ese temeroso lugar. - ¡Espera, Blair…! – Fue detrás de mí. Empecé a correr sin girarme. Busqué algún lugar para esconderme, hubiese estado bien un baúl en el que meterme dentro como si fuera un juguete.
Continuará.
NOTA: siento no haber subido capitulo esta semana pasada, pero es que la tenía llena de examenes y no había podido escribir nada S:

Video Tom Kaulitz

El primer video que hice hace un tiempo dedicado a una persona muy especial. Lo cuelgo aquí ya que este Blog tambien contiene cosas de Tokio Hotel, aunque tambien podeis encontrarlo en YouTube http://www.youtube.com/watch?v=7OSJrP8jv4I .

A quien lo vea espero que lo disfrute(:

Capitulo 13


it feels just like i'm going crazy and not even you can save me



Ando con sigilo por los pasillos de este temeroso edificio. No sé a dónde me llevan mis pasos y tampoco me importa, tan solo quiero que la demás gente no me vea. No quiero sentirme observada por nada ni por nadie y menos por esa gente. No digo que no sean buenas personas, pero les temo. No sé lo que les ha pasado, lo que han hecho o lo que podrían hacer. Miro alrededor, a donde quiera que vaya siempre veo a alguien. Lo único que deseo es pasar desapercibida, que no sepan ni que existo.
Clavo mi vista en el suelo. Veo mis pies descalzos avanzar sin saber hacia dónde. Caí en esta encerrona como una completa tonta. Me fié de quien no debía, simplemente no me debo fiar de nadie. Creí que German haría lo que fuera para que yo estuviera bien, no para meterme el miedo en el cuerpo. No tengo por qué estar aquí, no soy igual que ellos.

Yo no estoy loca.

Estoy asustada. Cometí un error al intentar irme, eso podría aparentar más inestabilidad por mi parte y más puntos para quedarme aquí. Además, si hubiese conseguido salir ¿A dónde hubiese ido? No presté atención al camino de ida y al mirar a los alrededor de la casa no había nada en quilómetros a la redonda.
Desde esa noche… Todo me sale al revés. Igual así era mi vida antes, todo en contra de mi voluntad. Con un miedo tras otro… Tendría que empezar a acostumbrarme, pasar de lo que me suceda o aceptarlo directamente. Porque mi mundo se desmorona y cae hecho pedazos al suelo cada día que pasa y yo sigo sobreviviendo de algún modo u otro. Me siento como si todos quisieran detenerme por algo que no he hecho, quiero dar marcha atrás pero no puedo. Podría ser como un juego e intenté jugarlo, pero no pude seguir. Tengo mi cabeza centrada en otras cosas y no sé en cuáles. Desde que me metieron aquí, que me parece que haya sido una eternidad y tan solo hace un par de días, he rezado que alguien llegase de sorpresa y se me llevase. Me da igual a donde fuera, como si es al mismo infierno, pero lejos. Muy lejos.


No paraba de darle vueltas a todo cuando vi a Mike al final del pasillo, parecía que estuviera hablando con otro chico… Reaccioné dando media vuelta. Desde ese primer encuentro en la fuente no le había vuelto a ver y esta vez me dio pánico el que me viera él a mí, aunque deseaba encontrármelo. Él era la prueba de que no todos los de aquí están locos, que no por estar aquí tienes que tener una malformación. Que puedo estar aquí por el simple hecho de que no puedo cuidarme sola.
Logré salir al jardín sin que me viera ni me siguiera. Desde el primer día no había vuelto a hablar y tan solo pronuncié mi nombre.
Me pasaba el día dando vueltas, sobre todo por la hierba. No estaba fría y los pies no me dolían al pisarla. Iba descalza a todos lados. Los médicos me decían que ese comportamiento quería decir algo, mostrar algún sentimiento oculto de esta manera. ¿Qué sabrán? Voy así porque quiero, para que me duelan los pies y que no me duela tanto el hecho de estar aquí y además, estarlo sola.

No había recibido ni una sola visita. Ni del doctor, ni de la policía, ni de nadie de la casa en la que estaba. Aunque tampoco me lo esperaba y mucho menos de Gina. Estará encantada de volver a tener la casa para ella sola, volver a ser la reina y la que tiene toda la atención encima.

Tampoco de Bill…
No entendía por qué no aparecía. La detective ya no estaba conmigo, podría venir a verme. Pero igual no sabe donde estoy, o se lo han dicho pero no sabe encontrarlo… O simplemente, y más probable, es que no le apetezca dejar de hacer lo que le gusta para venir a ver a una loca rodeada de locos capaces de todo.


Bill… ¿Dónde estás?


-Hola, Blair. – Una mano se posó en mi hombro. Ya conocía esa voz. Esbocé una pequeña sonrisa burlona.

-Me has encontrado… - Se sentó en el suelo y me invitó a sentarme con él.

-¿Qué te he encontrado? Estos dos días he sabido en cada momento dónde estabas. – Eso ya no me hizo tanta gracia. – Como no parecía que quisieras verme pues no me he mostrado. – Hablaba con una tranquilidad absoluta mientras acariciaba el césped. Me senté, pero a una distancia razonable. – Tampoco te he visto por el comedor… No has comido desde que llegaste.

-No quiero comer. No quiero comer nada de aquí. Si hago algo que me una a este sitio me volveré loca.

-No entiendo cómo puedes pensar eso… Es un poco tonto. – Arrugué la nariz. – Si no mírame a mí.

-Por eso. - Por lo que se ve le hizo gracia mi comentario. Nos quedamos en silencio. No me molestaba su compañía mientras no confraternizase con él, no quería ningún lazo que me uniera aquí.

-Deberías comer.

-¡No! – Me revoté y me aparté de su lado. - ¡¿Por qué debería hacerte caso?! ¡No hemos hablado ni tres veces y ya me hablas como si te preocuparas por mí! ¡Hazme un favor y aléjate, no quiero volver a verte! – Me fui. No pareció percatarse de mis gritos, ya que se quedó en la misma posición y con la misma expresión que cuando habíamos empezado a hablar.


¿Quién se cree que es? ¿Cree que es mejor que yo? Pues si está aquí por algo será.
Yo solo vengo a pasar unos días, unas pocas noches. Tan solo hasta que se me esfumen las crisis, hasta que pueda tener una vida normal y tranquila.

¿Verdad?


-¡Blair!

-Oh, dios… Y ahora ¡¿QUÉ?! – Era la señora Doyle. La mujer siniestra.

-No me hables así. – Suspiré e intenté calmarme. – Tienes una visita. – Me dijo sonriente. Mis ojos se abrieron de par en par y el corazón me dio un brinco.

-¿Qu-Quien es? – Deseaba por encima de todo que fuera Bill.

-Ven conmigo, te llevaré con él. – Me cogió de la mano. No sé qué costumbre era esa, pero aquí dentro, siempre que nos quieren llevar a un sitio nos cogen de la mano. No entiendo por qué.
Fuimos por el pasillo a la izquierda del vestíbulo, nunca había estado ahí, es la zona de los enfermeros y de los médicos… Están sus dormitorios, las consultas, sus despachos… Y por lo que se ve la sala de visitas. Me fijé en todos los detalles, esa parte del edificio era la antigua, la que se veía desde fuera. Por el papel de las paredes, los apliques, se veía que esa parte tenía sus años.
Abrió dos grandes puertas y me dijo que pasase. Me señaló unas butacas que estaban de espaldas a la puerta y ahí había alguien sentado.


Por favor, Bill…


Avancé unos pasos y Doyle cerró la puerta. Entonces, esa persona que estaba ahí sentada se levantó.
No era Bill.
Se giró y me miró perplejo. Yo igual. Le miré de arriba abajo y balbuceé antes de caerme de culo al suelo.
Vino corriendo hacia a mí y me ayudó a levantarme, cuando ya me tuvo en pie vacilé un poco mientras seguía sin apartarle los ojos de encima. Me miraba con la misma sorpresa, aunque parecía más emocionado que desconcertado.
Me abrazó y me sujetó entre sus brazos unos instantes. Ninguno de los dos pronunció palabra hasta entonces.

-Tu… e-eres… - Conseguí pronunciar. Su cara, su cara… Sabía quién era, pero al mismo tiempo no. Pero ese no era el motivo por el que me caí de culo antes, sino por el gran parecido que tenía con…

-Veo que no exageraba… – Murmuró para él mismo. Yo no dije nada. – Soy Tom, el hermano de Bill. – Claro… Por eso se le parecía tanto. – No me puedo creer que no te acuerdes de nada. – Sonrió un poco incrédulo y yo por fin reaccioné de alguna manera que no fuera estúpida.

-Lo siento…

-No tienes que disculparte, tranquila. – Empecé A andar hacia los sillones, necesitaba sentarme. – Debe de haber sido extraño, al no recordarme, ver a alguien tan parecido a Bill…

-¿Parecido? – Me indigné. – Si sois iguales… - Dejó escapar una pequeña risa. Yo ya no sabía que decirle. Me acerqué a la butaca que estaba situada delante de la que estaba Tom antes y me senté en ella. Él… tan solo se sentó y se quedó observándome. Sus ojos estaban clavados en mí y no entendía lo que intentaba averiguar al observarme de esa manera. Yo también quería mirarle, pero su presencia me incomodaba y me imponía. - ¿Y cómo es que has venido? – En realidad, la pregunta que quería formular era ‘¿Por qué Bill no ha venido?’.

-Pues porque me enteré de donde estabas y me pareció una buena idea venir a verte. Antes de venir Bill me advirtió que no me reconocerías… - Me puso muy fácil preguntarle el porqué de la ausencia de Bill. Pero no lo hice, quería conocer a Tom.

-No es que no te reconozca… En realidad recuerdo tu rostro. – Tom se incorporó ante mi comentario. – Cuando estaba en el hospital… - Tan solo recordarlo me entraban escalofríos. – recordé a Bill gracias a una crisis. Unas noches más tarde vi tu cara en sueños. – Tom se frotó levemente la barbilla. – Y no solo tú cara. Tengo imágenes sueltas de lo que debería de ser mi vida de antes, imágenes que no entiendo. Tengo mis preguntas y nadie me da las respuestas. – Bajó la mirada, se mostró impotente. – Bill no me contó nada, así que supongo que tú tampoco lo harás. – Esperé unos instantes una respuesta clara tipo ‘Yo puedo contarte algo, por poco que sea’ o alguna cosa parecida.

-Lo siento. – Pero no. Se mordió el labio inferior y miró disimuladamente a todos lados con la mirada gacha. Volvió a mirarme. – Espero que eso no creas que significa que no nos importas. – Bingo. Bufé. Me sentía completa y absolutamente sola.


Todo lo que hago es caminar hacia a alguien, empiezo a sacudir sus palabras, sus pensamientos, intentando sacar algo. Así es como va. Al creer estúpidamente que me ayudaría se me había dibujado una sonrisa en mi mente. Ahora ya está tachada. Pero sigo queriendo conocerle, quiero mostrarle quien soy ahora para que me enseñe como era antes. Porque ahora no me conoce, yo no me conozco, no me ignora pero no quiere contarme nada, no me quiere en ese tema. Todos me apagan. Tienen ya su camino para sus palabras y a mi tan solo me callan sin darse cuenta. Me alejo un poco más. No, yo no entiendo porque no me hablan, ni una sola explicación. ¿Tan importante puede ser? Me hacen sentir inferior, eso duele. No me cuentan por nada, tan solo me muestran silencio. Aunque fueran palabras en mi contra desearía saberlas. Si me conoció y le importé no debería dejarme así. Ahora soy yo misma la que se aleja sin que le den una razón. Intenté aguantar, todavía aguanto, no me pareció mal pero la cabeza me arde al intentar recordar por mí misma. Hay una barrera que me rodea y me empuja, pero acaba desquebrajándose cuando ya he vuelto a donde estaba antes. Esto se me está haciendo muy largo y nadie lo entiende.


-¿Y entonces para que has venido? – Ya lo había preguntado, lo sé. ¿Pero que iba a decir? No me decía nada que me sirviera.

-Mira, aunque no te lo creas, no te decimos nada por tu bien… Blair. - ¿Por mi bien? Eso sí que es bueno.

-Acabaré loca de comerme la cabeza sin obtener nada. Vosotros tenéis lo que necesito y no hay manera de que me digáis nada.

-Sé que es cruel… - Admitió. – Pero es lo mejor aunque no sea lo correcto.

-No te entiendo. – Tom negó con la cabeza, sin darle importancia. Volvió a mirarme y vi que me examinaba los brazos y las piernas.

-Estás muy delgada. – Me rodeé con mis propios brazos y me incomodé. Tom hizo una mueca. - ¿Cuánto hace que no comes? – Tragué saliva. – Blair, tienes que comer. – Me ordenó levantándose. Se me acercó y me agarró del brazo. – Venga, vamos a picar algo. – Tiré.

-No quiero comer, no quiero nada de este sitio. Me volveré loca si me aferro a algo de aquí.

-¿Pero qué te pasa? ¿Has perdido el juicio ya? ¡Si no comes sí que te volverás majara! – Volvió a tirar.

-¡No quiero! – Forcejeé. Tom arrugo la nariz.

-Tú lo has querido. – Pronto le entendí. Me agarró de la cintura y me cargó en su hombro.

-¡Eh! ¡Bájame! ¡Bájame ya, Tom! – Empecé a patalear.

-Como se nota que tienes el disco duro formateado, sino sabría que esto de patalear conmigo no funciona. Tengo demasiada fuerza para ti y encima estás débil, tonta. – Salimos de la sala y empezó a buscar el comedor.

-¿Qué pasa? ¿Te has perdido? – Con tono burlón.

-Calla. – Se picó. Me reí.

-¿Por qué no preguntas? Es lo más lógico.

-Que no. – Me agarró y me colocó bien, me estaba resbalando. – Puedo solo.

-Que fobia tenéis los hombres a lo de preguntar.

-Habló la que no quiere comer por si se le pega algo. ¿No te das cuenta de que es absurdo ya de origen? – Suspiré. Al final acabó preguntando, cosa de la cual yo me reí más tarde. Me bajó al comedor, que estaba dos plantas más debajo de la planta principal. Preguntó a los cocineros si podía comer algo y me trajo ensalada de pasta y para él una bolsa de patatas. – Come. – Mientras abría su bolsa.

-No tengo hambre. – Aparté el plato. Me moría de hambre.

-Chica, te estoy viendo mirar el plato con unos ojos que dan hasta miedo. Veeeenga… - Me rogó volviendo a acercarme el plato. Me lo miré unos pocos instantes y finalmente agarré un tenedor y empecé a comer. - Con que no tenías hambre ¿eh? – No le contesté, pero a él le hizo gracia. – A partir de ahora… Come cada día, por favor. No me tengas con el corazón en un puño ¿vale?

-¿Tanto te importo?

-Mucho. A Bill más, o de otra manera, pero sí. – Sonreí.

-Gracias, Tom. – Me sonrió de tal forma que no hizo falta que me dijera nada.

Cuando terminé de comer pasé la mañana con él, pero cuando dieron las doce del mediodía Tom se tuvo que ir.





By Tom

-Bueno… - La abracé. – Volveré a verte ¿vale? Y Bill también vendrá.

-Vale. Gracias a los dos. Dale recuerdos de mi parte.

-Se los daré, vamos, que estará encantado. – Me burlé un poco. – Hasta pronto, Blair. Y cuídate. – Le advertí. Ella asintió y esperé a perderla le vista para irme. Fui a buscar de nuevo las escaleras, habíamos dando tantas vueltas por ese sitio… Giré por un pasillo que me sonaba. Había muchísimas habitaciones y vi algunos más de los chicos de ahí. Había toda clase de personas, la mayoría adolescentes, la otra parte eran niños.
Tropecé con uno de ellos. – Perdón. – Me disculpé.

Tan solo me miró. Era un chico de pelo negro, con los ojos totalmente azules… No me importó que no se disculpara. Aunque me miró de tal manera que pareció que yo le hubiera hecho algo, aparte de chocar con él.
Seguí buscando las putas escaleras de mierda. Eso era como un laberinto.
Al fin me orienté y encontré las escaleras. Bajé por ellas. Cuando ya iba por el segundo piso encontré a una chica ahí sentada. Llevaba una capucha de color rosa puesta, pero pude ver que era rubia por su larga melena. Tampoco le di la menor importancia, pero en cuanto oyó mis pasos se giró y me miró. Esa chica tenía una mirada penetrante, lo que me hizo pasar de largo lo más rápido que pude por el mal rollo que daba. Parecía indefensa, pero por si acaso…
Una lástima, porque estaba como un tren.


Que sitio tan raro, joder.Parece una puta casa de muñecas de esas antiguas.
Continuará.

Capitulo 12


this life is like a game sometimes

Permanecía tumbada en esa enorme cama en silencio, intentando escuchar de todo, pero no había ruido. En el hospital siempre se oía algo; alguien rogando ayuda, alguien quejándose, el ruido de las ruedas de las camillas desplazándose arriba y abajo,… O simplemente la maquina que siempre estaba a mi lado, la maquina que me contralaba las crisis. Bueno, eso decían, para mi tan solo les avisaba con un pitido ensordecedor. No me controlaba nada.
Ahora tenía miedo de dormirme, pero no aguanté mucho sin dormir. Ya estuve una vez toda una noche sin dormir y me resultó agotador y frustrante, casi tanto como inútil.
Cerré los ojos sin darme ni cuenta y me dormí, pero antes de eso pensé una última vez en Bill.




-Despierta, Blair. – No hice caso. – Despierta, atontada. No soy tu chacha. – Con algo más de agresividad. Gruñó. - ¡¿Quieres despertarte de una vez?! – Me dio un pequeño bofetón.

-¿Qué pasa? – Me froté un ojo, la luz del día me cegó un poco.

-A desayunar. Venga, tik tak. – Me chasqueó los dedos delante de mi cara.

-Gina… ¿Por qué me despiertas tú?

-Yo tampoco lo entiendo. Mis padres me han dicho que te subiera a buscar, ya están abajo. Baja o desayunaremos sin ti. – Fue detrás de la puerta, cogió una pieza de ropa que estaba colgada y me la echó encima de la cama. – Péinate, lávate la cara y ponte esto. Date prisa. – Cerrando la puerta detrás de ella.

Reaccioné con su portazo y miré lo que había dejado encima de la cama. Era como… una bata, pero de seda. Se parecía a la que llevaba ella y debajo el pijama.
No me lo pensé. Me levanté y me lo puse. Me dirigí un momento al espejo para mirarme.

Horrorosa.

Gina había aparecido con el aspecto de una princesa, pero sin maquillaje. Iba peinada, con la cara lavada y parecía que llevara despierta todo el día. Fui al baño y me lavé las manos y la cara con agua bien fría, para despejarme. El pelo… no me molesté en peinármelo. Me lo coloqué por delante, repartiéndolo en dos grandes mechones, uno a cada lado del cuello y ya me quedó bien. Desenfadado.
Cerré la puerta y bajé las escaleras con cuidado, todavía estaba algo sobada. Oía voces en la cocina, más que voces… Tan solo oía la de Gina. Tenía una voz muy chillona cuando quería. Abrí la puerta y me los encontré a los tres sentados en la mesa.

-Buenos días, dormilona. – Me dijo John con un tono muy agradable. – Siéntate, te estábamos esperando. – Se levantó y me apartó una silla, donde yo me senté.

-Espero que tengas hambre. – Añadió Susan, poniendo un poco de zumo de naranjada en el vaso que estaba delante de mí. – Oh, te gusta el zumo de naranja ¿verdad? Que no te he preguntado.

-La verdad es que no lo he probado, en el hospital siempre me daban de piña.

-Tenemos de piña, si quieres. – Levantándose apurada.

-No, así está bien, gracias. – Le sonreí.

-Vaya, por fin una buena sonrisa pronunciada. – Dijo Gina mirándome profundamente. La miré extrañada. – El que no te soporte no quiere decir que quiera que estés mal. – Me aclaró. Susan sonrió ante el comentario de su hija, la miré y me guiñó un ojo. No entendí esa señal, pero bueno…

-¿Has dormido bien, Blair? – John me ofreció unas tostadas. Ahora que lo decía… He dormido muy bien.

-Sí, muy bien. He estado muy a gusto.

-Me alegro mucho. – Dijo sincero.


He dormido… demasiado bien. No he tenido ninguna crisis ni nada parecido. Hacía tiempo que no dormía ocho horas seguidas de un tirón. Cuando estaba en el hospital tenía cada día, hasta cuando intentaba dormir entre prueba y prueba. ¿Por qué aquí no?


Desayunamos. Estaba todo riquísimo, en el hospital no podía decir lo mismo.

-Blair, vístete y vete con Gina al centro de compras, necesitas divertirte. – Propuso Susan.

-Por supuesto que… -A Gina se le borró la sonrisa de la cara. - ¡No! – Se giró hacia su madre.

-Gina. – Advirtiéndola.

-He quedado con unas amigas y ella no es mi amiga. Lo estropeará todo.

-¿Te refieres a tus abejas obreras? – Interrumpí.

-Eh, no empieces. – Dijo levantándome el dedo.

-Gina, basta.

-No pasa nada, señora Waldorf. A mí tampoco me apetece ir con Gina y… sus amigas. – Gina inspiró profundamente y frunció el ceño al oír mi frase. – Si no le importa, a mi me gustaría ir a dar una vuelta por aquí cerca.

-De verdad, Blair. No hace falta, Gina te llevará con ella. No conoces esta zona, estamos en un barrio residencial y podrías perderte.

-No creo, esta casa es difícil de confundir. – Me sonrió. – Que Gina se divierta, yo prefiero ir a mi aire. – Gina sonrió orgullosa.

-Tiene razón. – Añadió. Su madre suspiró y al final accedió.






Gina se marchó unos minutos antes que yo, sus amigas la vinieron a buscar.
Yo todavía estaba en mi habitación, vistiéndome. Al final opté por un vestido gris, que me llegaba por encima de las rodillas. La falda tenía mucho volumen, ya que debajo tenía muchos volantes de color fucsia que sobresalían un poco de lo que es el vestido base. Contrastaba bastante y me gustaba como quedaba. De zapatos las converse, me parecían las más cómodas.

Fui al baño a peinarme y, justo cuando ya estaba casi lista…

-¡Blair! Baja un momento, ha venido el doctor German a verte. – La primera visita que recibía y tenía que ser de alguien del hospital… Al menos era el doctor.




-Hola, German. – Mientras bajaba por las escaleras.

-Hola, Blair. – Sonriente. – Te veo muy bien. – Dándome dos besos en la mejilla.

-Estoy muy bien.

-Me alegro mucho. Quería preguntarte si hoy te viene bien para ir a un sitio.

-¿Qué sitio?

-Es un establecimiento donde hay jóvenes como tú, que han perdido la memoria por alguna causa. Van allí para conocer a gente a la que le ha pasado lo mismo. A las personas que han sufrido lo mismo que tú, Blair, a veces les es difícil volverse a relacionar como antes… Para esto está este sitio. – Hizo una breve pausa. - ¿Te va bien o prefieres que vuelva otro día? – Dijo sincero, si le dijera que no, no pasaría nada. Pero realmente sentía curiosidad… Gente que había pasado por lo mismo que yo… Aunque yo sabía que exactamente por lo mismo no habían pasado. A mí me pasó algo horrible, lo tenía claro, aunque no tenía tan claro el porqué lo sabía.

-Por mi val, no me importa.

-Celebro esta decisión. ¿Me la puedo llevar, señora Waldorf?

-Por supuesto, le vendrá bien salir un rato. – Me miró sonriente.

El doctor me tendió la mano, decidí cogérsela e irme con él. En frente de la casa estaba aparcado su coche. Me abrió la puerta y entre, en pocos momentos ya estábamos en marcha. Apoyé la frente en el cristal de la puerta de atrás, no llevaba dos segundos de viaje y ya me pensaba que eso de ir a ver ese sitio no era tan buena idea. No sabía qué clase de gente me iba a encontrar. ¿Gente que había pasado por lo mismo que yo? Yo sabía que nadie podía estar en mi situación, podía haberles pasado cualquier cosa horrible, pero lo mío era peor.

-¿Está muy lejos? – Me atrevía preguntar rompiendo el hielo.

-A las afueras de la ciudad. – Me contestó sin apartar la vida de la carretera.

Debía de estar en las afueras para estar apartado. Claro, demasiado tarado suelto.


Así es como me llama Gina. Tarada. No sé muy bien lo que significa, pero sé que no es bueno. Supongo que tiene que ver con estar loco o algo así por la manera en que me lo dice siempre. No quiero conocer a gente así, no lo necesito. Tan solo he accedido para tomar un poco el aire y, con German, sé que estoy segura.
Pero, al mismo tiempo que me lleva a ese sitio… ¿no podría llevarme con Bill? Aunque solo fuera un rato. Le echo mucho de menos y no sé cuándo podré volver a verle. La detective ya no está en mi vida, ni quiero que vuelva a entrar… Ella era la razón por la que Bill no podía estar conmigo y la que me hacía sentir mal, siempre. Aunque fuera policía, esa mujer no me inspiraba confianza.


-Ya hemos llegado. – Paró. La verdad es que el viaje se me pasó rápidamente. Me acerqué a la ventana y contemplé ese edificio. Era completamente blanco, aunque en un lado tenía una parte que parecía más antigua. German paró el motor. Yo me desabroché el cinturón y él me abrió la puerta. Pasó su mano por mi hombro, haciendo que anduviera a su mismo paso. – Te va a gustar, ya verás. – A medida que me acercaba cada vez lo veía menos claro. Subimos unos pequeños escalones y German llamó al timbre. Me soltó y me giré para contemplar el jardín, el coche se podía ver al otro lado de este. – Hay uno más grande al otro lado de la casa. – Le sonreí ante ese comentario. Oí la puerta crujir y me giré al instante.

Allí había una chica que se me quedó perpleja mirándome.
Chilló, yo di un brinco del sobresalto y, ante mi reacción, se fue. Miré a German alarmada y me negó con la cabeza. ¿En qué clase de sitio iba a estar? ¿Y esa chica?

-Hola, bienvenidos. – Una mujer bastante oscura, aunque con expresión agradable. – Disculpen a Roxy, está en tratamiento, ha salido hace poco de una experiencia muy traumática y…

-¿Quién? – Interrumpí.

-Roxan, la chica que os ha abierto la puerta. Hace poco que ha empezado a tomar el tratamiento adecuado.

-Oh, no pasa nada. Soy el doctor Philips, la habrán informado de nuestra llegada.

-Sí, por supuesto. Y tú debes de ser Blair, me han hablado mucho de ti. Aquí estarás bien. - ¿Qué quería decir con eso? – Por favor, pasad. – Esa mujer avanzó hacia el interior. Antes de poner un pie en el interior de ese edifico agarré a German por su americana.

-¿Qué ha querido decir con que aquí estaré bien?

-Pues que conocerás gente y que estarás a gusto.

-Pero no me quedaré aquí ¿verdad? – Pregunté frunciendo el ceño. No quería quedarme. No quería.

-Blair, cálmate… - No contestó a mi pregunta. – Entremos y a ver qué te parece. – Me cogió la mano y fue tirando levemente de mí. Cerró la puerta. Al cruzar el gran recibidor nos encontramos de nuevo con esta extraña mujer.

-Bien, Blair, al otro lado de esa puerta está la galería y de allí se puede salir al jardín. Ahora la mayoría de nuestros pacientes, aunque no me gusta llamarles así, están ahí. ¿Quieres ir a conocerles? – Asentí con la cabeza insegura. Posó su mano en mi espalda y me empujó suavemente para que fuera para allá. Ella se quedó a solas con el doctor.

Pasé por la galería. Lo registraba todo con un solo vistazo, como era pequeña la crucé enseguida. Detrás de un gran ventanal de puertas correderas se podía ver el enorme jardín, en el centro había una fuente. Con un chico bañándose en ella. Antes de que me entraran las dudas de si eso se podía hacer o no, un hombre con bata blanca lo agarró y lo sacó de allí, supongo que regañándole. El chico seguía sonriente y sin darse cuenta de que posiblemente había hecho algo mal.
Corrí la puerta y salí al jardín. Toda la hierba era de un verde muy bonito, se veía que estaba cuidada. Para cuando quise darme cuenta, a medida que avanzaba se me iba quedando mirando fijamente más gente. Pero a mí solo una me llamó la atención. La chica que me había chillado antes. La miré asustada, quien sabe de lo que sería capaz. Pasé de largo. Finalmente llegué a la fuente y me senté a un lado de ella.





Pasé el día visitando esa ‘residencia’ con el doctor y esa otra mujer. Conocí a algunos enfermeros y a muchas enfermeras. Pero lo que más me llamó la atención es que me encontré demasiadas veces con Roxy. O igual me lo pareció a mí y me crucé más veces con otra gente, pero ella, de algún modo, me imponía. Cuando me quedaba mirando fijamente era como si pudiera descodificar mis pensamientos uno por uno. Se quedaba completamente sería y adoptaba una apariencia amenazante.

Esa mujer paró en frente de una puerta cerrada. La abrió y pasamos dentro.

-Esta es tu habitación, Blair.

-¿Qué? – No entendí. Esa mujer miró a German, pasándole el turno de palabra.

-Blair… Tendrás que quedarte aquí unos días…

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Me dijo que solo vendría unas horas!

-Y es lo que harás, pero más adelante. Ahora debes de quedarte aquí. – Se arrodilló, quedando por debajo de mi altura.

-Pero si usted fue el que dijo que debería estar con una familia…

-Y lo mantengo, Blair. Pero ahora es muy reciente todo lo que te he pasado. Ya hemos podido comprobar que esa familia te acepta y te llevas bien, volverás con ellos, tranquila.

-¡¿Cuándo?! – Mis ojos se empezaban a llenar de lágrimas. No me daba pena no volver a esa casa, me daba pena, pánico y miedo quedarme entre esta gente.

-Cuando pase el riesgo de que tengas más crisis… Que será en unas semanas, no estarás mucho tiempo aquí. Sollocé y me tapé la cara con las manos. – Eh… - Empezó a separarme las manos, dejando descubierta mi cara empapada por las lagrimas. Lo hago por tu bien, Blair. Te podrías acabar haciendo daño y no quiero eso. ¿Tú quieres eso?

-¡No! – Me libré de su agarre. – ¡No me voy a quedar aquí! – Busqué rápidamente de nuevo la puerta y aparté a esa señora de un empujón. Salí corriendo. Volvía a tener más velocidad, más fuerza… Como aquella vez en la ciudad. Como aquella vez que estaba aterrorizada.

Les oía gritar mi nombre y correr detrás de mí, pero yo iba más rápido. Recordé donde estaban las escaleras y fui para allá. De repente alguien salió de su habitación y topé con él. Era una niña, con todo el pelo por la cara, con una expresión inexplicable y completamente pálida. Chillé y me aparté, al hacerlo me tropecé pero apoyé un brazo al suelo y no llegué a caerme, me di impulso y seguí avanzando velozmente. Encontré las escaleras y empecé a bajarlas. Estaba completamente sudada ya. Golpeé a muchos bajando, pero me no importaba. No quería quedarme ahí con ellos. No podían hacerme esto. Me daba miedo.
Llegué finalmente a la planta baja y fui corriendo hacia el recibidor. Volví a resbalarme, pero esta vez por la alfombra que había en ese suelo de mármol. Nuevamente me levanté. Agarré el pomo de la puerta y la abrí. Justo cuando iba a volver a echar a correr alguien me agarró y me elevó.

-¡NOOOOOO! – Otra persona de bata blanca me cerró la puerta.

-¡Eh, chica, cálmate! – Me agarraba fuertemente por el abdomen, concretamente de la cintura y mis pies no tocaban el suelo. Pataleaba mientras chillaba de pánico, intentando librarme de su agarre. Entonces noté golpearle con el codo un lado de la cabeza. Me soltó, pero esta vez vinieron dos personas más y me sujetaron.

-¡NOOOO! – Chillaba como si mi vida dependiera de ello. Aunque no me daba cuenta de que esa imagen, MI imagen en ese momento, era peor que la de la chica a la que llaman Roxy.

-¡Llevadla a la habitación y dadle un relajante muscular! ¡Que no pueda moverse o se hará daño! – Eso me hizo chillar aún más. Encima iban a pincharme cosas. No entendía porque el doctor me había hecho esto, pensaba que me entendía.





Mis gritos resonaron por todas las plantas a medida que íbamos subiendo de nuevo al piso donde había empezado todo. Pude ver levemente al doctor tapándose la boca con la mano. Yo seguía chillando de rabia, de impotencia, de miedo y de dolor. Pero esta vez, al pasar por el lado de los demás pacientes, ni me miraron. Como si no estuviese allí o eso fuera completamente normal.

Me tumbaron en la cama y, mientras dos me agarraban, esa mujer siniestra me clavó una aguja en el brazo que no me agarraban. Tan solo pude ver como se iban yendo todos y cerraban la puerta dejándome sola.
Luego los ojos se me cerraron.





Había oscurecido, pero yo permanecía ahí, sentada al lado de la fuente. Nada más despertarme había ido hacia allí. Me quedé mirando inexpresiva como se movía el agua y de vez en cuando acariciándola. Me habían llamado repetidas veces para ir a cenar, pero no tenía hambre y tampoco pensaba comer de sus platos.
Al despertarme estaba con una especia de pijama, mi ropa había desaparecido. Al igual que mis zapatos, tan solo me habían dejado unas zapatillas de andar por casa a los pies de la cama. Aunque yo no las había usado.

-Hola. – No hice caso, tan solo me acurruqué un poco más sobre mí misma. No quería mantener relación con nadie que fuera de allí, me harían sentir loca como ellos.
Oí un pequeño golpe a mi lado. Desvié un poco la mirada y ahí había un plato con un trozo de pizza. – Es lo único que he conseguido sacar sin que se dieran cuenta. – Su voz era afable, fría y tranquila. No parecía un paciente, aunque no pensaba mirarle para averiguarlo. Deducí que se sentó a mi lado, había otro reflejo borroso en el agua al lado de mío. – Me llamo Mike. – Me tendió su mano, la vi en frente de mí. Entonces me digné a mirarle.

Tenía el pelo negro con un corte muy peculiar. Sus ojos azules claros contrastaban con eso. Era completamente pálido. Su aspecto era igual a su voz. Aunque esbozaba una calmada sonrisa mientras mantenía su mano en el aire, esperando que le respondiera. Iba vestido igual que yo. Con el mismo pijama extraño; pantalones azules y camiseta blanca.

Le miré su mano e hice una mueca de desprecio. La bajó al instante, pero sin dejar de sonreír.

-¿Tu cómo te llamas? – No mostré emoción alguna. – Yo te he dicho el mío, ahora, más que nada por educación, podrías decirme tú el tuyo. – No cedí, suplemente quería que me dejara en paz. - ¿Y no tienes frío? – Cerré el puño con fuerza intentando contenerme de chillarle, de dar algún golpe o irme. – No te había visto nunca… Pero hoy has llamado mucho la atención. – Le escuché, pero levemente. – Cuando has aparecido por el jardín y estabas tan pacifica siendo nueva, ha sido extraño para todos. Supongo que habrá sido luego cuando te han dicho que te quedabas aquí rodeada de enfermos mentales. Eso es lo normal aquí siendo nuevo en la manada. – Todos locos. – Pero no te engañes, aquí hay mucha gente maravillosa gente con la que puedes hablar. Y no me refiero a médicos ni nada de eso. Ellos solo aprecian lo de la mente, no saben apreciar lo que de verdad importa, solo ven lo que quieren. – Calló, supongo que imaginó que en ese momento yo añadiría algo, pero no lo hice. – Oye… si vas a estar aquí más de dos noches… te aconsejo que te relaciones, si no los enfermeros que nos vigilan no te darán el visto bueno. En ese tema yo puedo ayudarte. – Volvió a tenderme la mano. De verdad pensé en lo que había dicho, e igual tenía razón.

-Blair… - Dije por lo bajo. – Me llamo Blair.
Continuará.