Capitulo 16


it’s a forgone conclusion, your love’s an illusion


By Blair

-¿Dónde te habías metido? – Le preguntó Bill acercándose al asiento del piloto.

-Ya estamos otra vez… A dar una vuelta, ¿Qué voy a hacer yo en ese sitio? – Era la tercera vez que Tom respondía lo mismo.

-Siendo tu cualquier cosa. Te habrás aprovechado de cualquier desequilibrada. – Volvió a apoyarse en su asiento. Tom bufó pero no contestó a su hermano. – Has estado media hora.

-¡Porque me he perdido, cojones! – Se giró de golpe hacia el asiento de atrás, plantándole cara a Bill.

-¡Tom, la carretera, LA CARRETERA! – Le gritó Bill alarmado. Tom volvió a coger bien el volante, no habíamos desviado del carril y casi chocamos con un camión. - ¡¿ESTÁS CHALADO?!

-¡JILI-POLLAS!

-¡¿Encima me insultas?!

-¡No te lo digo a ti, idiota, se lo digo al imbécil del camión, joder!

-Ah, ahora él tiene la culpa de que tú seas como un camicace.

-Es verdad, tienes razón. El que me ha distraído has sido tú.

-¡¿Yo?! Si solo te he hecho una pregunta.

-¡Pues no me la hagas más veces, porque mi respuesta será la misma! – Volvió a centrar su atención en la carretera. Si Bill volviera a decirle algo dudo que él entrase al tapo, pero por suerte Bill no dijo nada.

-¿Estás bien? – Me preguntó.

-Sí, tranquilo.

-Perdona este viaje. No suelen ser todos así, gracias a Dios.

-No, cuando Bill se pone más pesado lo echo a la carretera y problema resuelto.

-Fantasma. – Dijo Bill por lo bajo.

-Enano. – Contestó su hermano.

Yo no podía hacer nada más que contemplar esa escena. Aunque se insultaran se notaba que no lo decían en serio, la verdad es que me gustaba verles así. Creaban un ambiente familiar y acogedor sin darse cuenta. Me sentía a gusto y a salvo con ellos. Eran naturales, no me habían dado ningún motivo para desconfiar de ellos. Son los únicos que me transmiten esta sensación.

Siguieron peleándose a su manera durante todo el viaje. Yo les ignoré, era mejor no meterse, y me relajé. No podía evitar mirar a través de la ventana y recordar el recorrido, el mismo que hice con el doctor. Pero hay una diferencia, ahora no estaba incomoda como esa vez. Entonces sentía nerviosismo y algo de miedo por donde me llevaba aunque yo hubiera accedido a la primera, pero ahora estaba a salvo. Iba con ellos dos y tenía la más absoluta seguridad de que no me pasaría nada mientras ellos estuvieran cerca.




-Bueno… Aquí es. – Tom paró el coche y observó la casa para comprobar si en realidad era esa. Lo era. Bill salió el momento y me tendió la mano para ayudarme a salir. Tom paró el motor y fuimos los tres hacia el porche. - ¿Tenías ganas de volver? – Asentí sonriente.

-Aunque Gina…

-Si tienes algún problema con ella me lo dices.

-Sí, ¿Qué vas a hacer? ¿Romperle los dientes? – Se burló Bill.

-Pues mira, quizás lo haga. – Ya estaban otra vez. Llamé al timbre.

-Claro, como que tienes huevos de pegar a una chica y además tan rica.

-Bill, no sé si sabes que nosotros también tenemos dinero… ¿Pero qué digo? Claro que lo sabes, si no estaríamos tiesos desde los 16 años por todas las mierdas que te compras, que, por cierto, solo te pones una vez. Manda cojones tirar el dinero de esa manera…

-¿Qué? Tú no te gastas nada, una cosa compensa la otra. Además, yo me gasto mi dinero con lo que me da la gana.

-No si… no hace falta que lo jures. – Se cruzó de brazos. – Pijo.

-Animal. – Llamé al timbre otras repetidas veces para a ver si nos abrían ya y esa escena tan familiar se rompía ya.

Al fin nos abrieron. Era Susan.

-¡Blair! – Me abrazó. – ¿Estás bien? Te hemos echado mucho de menos. – Volvió a abrazarme. No entendía tanto entusiasmo, ¿tanto me había echado en falta? Si tan solo estuve un par de días.

-Habla por ti. – Reconocí esa voz. Gina bajó las escaleras y ni se molestó en mirarme, fue directa a la cocina.

-No le hagas caso, en el fondo se alegra. – Sí, ya.

-Hola, soy Tom Kaulitz, el mejor amigo de Blair.

-Yo Bill, el hermano del fantasma. – Entonces se dedicaron un par de miradas cariñosas.

-Oh… - Susan se quedó algo… sorprendida al verles. – Encantada, yo soy Susan Waldorf. Y esa que ha pasado hace un momento tan distante es mi hija Gina. Puede que haya causado una mala impresión, pero os aseguro que es una buena chica… Tan solo un poco brusca y testaruda.

-Fíjate, ¿no te recuerda a alguien? – Bill miró a Tom.

-Já, que gracioso que eres, me parto el culo contigo, Bill.

-Lo sé. – Contestó orgulloso.

-No les haga caso, llevan todo el viaje así. – Informé a Susan. Ella se rió.

-Blair, estarás hambrienta, pasa y te prepararé algo. – Asentí. – Vosotros también pasad, por favor.

-¿Seguro que no molestamos? – Preguntó Bill.

-En absoluto. Es más, creo que Gina se llevará una alegría cuando os vea. Ven, Blair. – Me llevó a la cocina.

-Aah… Una fan, eso cambia las cosas. – Dijo Tom.

-¿Qué insinúas? – Le amenazó Bill.

-Yo nada. – Y entró en la casa.

Todo seguía igual. Susan me invitó a sentarme en la mesa de la cocina mientras ella nos preparaba algo a los tres. Por el olor creo que empezó a hacer té y luego sacó unas pastas.

-Vaya… Veo que sigues entera… - Murmuró Gina.

-Sí, siento decepcionarte nada más llegar.

-Eh, que me alegro, mujer…

-Sí, por tu voz se nota que estás encantada.

-Bueno, me vuelvo a mi habitación, no pienso estar aquí aguantando tanta desconfianza hacia mi persona. – Se levantó y agarró su taza. En ese momento Bill y Tom entraron en la cocina dedicándose palabras llenas de amor, como siempre.

-¿Por qué cojones piensas tan mal de mí siempre?

-Porque tú eres de los que piensan que escrúpulos es una isla griega, por eso.

¡CRASH!

Miré a Gina y su taza se había roto en mil pedazos al caer al suelo.

-Gina, ¿estás bien? – Preguntó su madre.

-S-sí. – Miró a Bill y a Tom de arriba abajo repetidas veces hasta que reaccionó. - ¿Me disculpáis un segundo? Luego lo limpio, mamá. – Fue hacia la puerta. – ¡Blair! – Me llamó saliendo de la cocina y la seguí.

-Disculpadla. – Susan se agacho y empezó a recoger los pedazos del suelo.

-Oh, no se preocupe. – Dijo Bill mientras Tom se agachaba para ayudarla.

-Gracias… Es que, no os lo he dicho pero Gina es fan vuestra. Lleva años admirándoos y al veros así de repente creo que se ha asustado un poco.

-Anda… - Dijo Tom levantándose. - ¿Dónde…? – Le enseñó los pedazos que sujetaba con las manos, con cuidado para no cortarse.

-Aquí. – Abrió un armarito de debajo la encimera y echó los pedazos ahí, Tom hizo lo mismo. – Gracias.





Gina me agarró del brazo y nos encerró en un cuartito que había bajo las escaleras.

-¿Qué hacemos…? – Pronuncié.

-¿De qué conoces a esos dos?

-No lo sé.

-¡¿Cómo que no lo sabes?!

-Pues eso, que no lo sé. Ellos aparecieron después de que tuviera mi accidente y, por cómo me tratan, creo que éramos muy amigos.

-Ah… - Cogió aire.

-Son muy majos.

-Espera, ¿no sabes quiénes son? – Me miró como si fuera de otro planeta.

-¿Bill y Tom? – Dije insegura, no sabía a qué se refería, como la mitad de las cosas que Gina me decía.

-¡Bill y Tom Kaulitz! Por Dios, son estrellas del rock, al igual que Georg y Güstav.

-¿Quién?

-Los cuatro forman la famosa banda Tokio Hotel. – Me quedé pensativa. - ¿De verdad no lo sabías? Son muy famosos. ¿No te suena ni el nombre? – Negué con la cabeza. – Eres como una marciana, ¿lo sabías?

-Qué raro, tú sigue así y no sé porqué me dará por hablarles mal de ti. – Sus ojos se abrieron como naranjas. – Se ve que te encantan, no querrás caerles mal a tus ídolos.

-Bueno, tanto como ídolos… Los conozco por las revistas. – Se hizo la importante.

-Ya, por eso tienes la habitación llena de posters de Tom ¿no?

-¡Shh! – Me tapó la boca. Ya respondió a mi pregunta. - ¿Y tu como sabes eso? Te tengo dicho que a mi habitación ni te acerques.

-Si dejas la puerta abierta es normal que lo vea. – Gina bufó.

-Vale, tú ganas. ¿Qué quieres?

-Simple, que seas más amable.

-¿Y ya está? – Se extrañó.

-Ya está.

-Tú no sabes negociar muy bien cuando tienes todos los ases en tu mano ¿no?

-No quiero negociar. Voy a pasar bastante tiempo aquí y ¿de verdad tú quieres que nos lancemos puyas constantemente?

-Vale, tregua. Pero eso no significa que me caigas bien.

-Yo tampoco he dicho eso.





By Tom

Susan nos sirvió una taza a cada uno y luego nos ofreció galletas y algún que otro bollo en una bandeja. Como es normal, Bill ya cogió dos, suerte que no tenía más manos.

-No sé cómo puedes comer así.

-Calla. – Volvió a darle otro mordisco a la bollería. La verdad era que me gustaba verle así, me recordaba a cuando desayunábamos en casa cuando éramos pequeños. Siempre nos acabamos peleando por lo último que quedaba en la mesa. Tan adulto que parece Bill a la hora de tomar decisiones serias con la banda y lo crío que se le ve ahora, como si no tuviera preocupaciones y no fuera nada más que un niño.
No sé porqué, pero me encantaba verle así. Me hacía gracia. - ¿Qué miras? – Me preguntó con la boca llena.

-No, nada. – Me reí un poco, vaya cara que llevaba. Parecía el monstruo de las galletas. Tragó lo que estaba masticando.

-Tom… - Me amenazó.

-Que no es nada, tranqui. – Me reí un poco más. Al final opté por coger un bollo, bueno, el último, Bill se había comido ya tres.

-Eh, ¿Qué haces? – Me preguntó.

-¿Qué hago de qué?

-Ese bollo es mío.

-¿Tuyo? – No me lo podía creer, ¿aun tenía más hambre? - ¡Bill, te has comido tres! Zampabollos.

-Lo que tú quieras, pero dámelo. – Me encontré la palma de su mano delante de la cara.

-Sí, y una mierda. Yo no he comido nada.

-Pues porque no has querido. – No, porque tu no me has dado tiempo.

-Bueno pues ahora quiero y me pienso comer mi bollo.

-¡No es tuyo! Además, no seas falso, si a ti no te gusta tanto la bollería como a mí.

-Ya, pero por joderte un rato me aguanto… - Me lo iba a llevar a la boca en cuanto Bill se me echó encima. Volvíamos a parecer niños de diez años.

-¡Que me lo des, Tom!

-¡No! – Empecé a partirme el culo, sobretodo porque para Bill eso iba en serio.

-¡Te vas a reír de tu puta madre!

-Eh, cuidado con mamá. Que ya sabes que la cabrona se entera de todo, no sé como lo hace.

-¡TOM!

-¿Tu sabes el espectáculo que estás dando? – Le sujetaba la cara con una mano y con la otra sujetaba el bollo para mantenerlo alejado de su alcance, mientras Bill alargaba los brazos para intentar cogerlo.

-¡Dámelo! – Me lo acerqué como pude a la boca y le pegué un lametón.

-Ah, ya lo he chupado. – Me encogí de hombros y Bill volvió picado a su sitio. - Jeje, que crío eres. – Se cruzó de brazos mientras yo cataba el sabor de la victoria. – Está rico ¿eh? – Le provoqué.





By Blair

Nada más entrar en la cocina Bill dio un golpe con el puño en la mesa.

-¿Qué pasa? – Intenté descodificar la mirada que se echaron Tom y Bill, pero no deducí nada.

-Nada. – Me contestó Bill con las risitas de Tom de fondo.

-Nah, que es un niño todavía. No te preocupes.

-Mira quién habla. – Respondió a su agresión verbal.

-Yo por lo menos lo admito. – Concluyó. No les presté mucha atención, en cambio Gina no podía apartar la mirada de ellos dos desde que habíamos entrado. Tom se percató de eso. - ¿Algún problema? – Gina reaccionó.

-Oh, nada. – Tom elevó una ceja.

-Es fan vuestra. – Aclaré. Gina me dio un manotazo en el brazo.

-Eh. – Tom se levantó de su silla y se quedó mirándola. – No te atrevas a tocarla, ¿me entiendes?

-No ha sido nada, tan solo un pequeño golpe. – Intenté calmarle. ¿Por qué diablos le daba tanta importancia?

-Estás débil y no tenía porque pegarte. – Gina se encogió de hombros, mostrándose sumisa. – Además, por cómo nos miras se nota que lo que ha dicho es cierto.

-Tom, tampoco hace falta hablarle así a la chica. – Intervino Bill, el cual también se levantó. - ¿Cómo te llamabas?

-Gina.

-Eso, Gina. – Le sonrió. – Estoy seguro de que no lo ha hecho adrede, si es fan nuestra estará nerviosa, es normal. Tú más que nadie deberías saberlo. – Tom se quedó pensativo unos segundos, hasta que cedió ante la seriedad y comprensión de su hermano.

-Vale, me he pasado, lo siento.

-No, tranquilo. – Añadió Gina. Tom la miró de reojo y luego miró la hora en su enorme reloj.

-Se está haciendo tarde, tendríamos que irnos, Bill. – Cambio radicalmente de tema.

-Tienes razón. – Se giró hacia nosotras. – Volveremos a verte mañana. – Me abrazó.

-Vale, hasta entonces. – Se me quedó mirando unos segundos, no pude evitar sonreírle e él hizo lo mismo.

-Encantado de conocerte, Gina.

-Lo mismo digo, Bill. – Estaba que no se lo creía. Era la primera vez que veía a Gina tan callada. Se dieron dos besos. – Aún no me lo creo… - Soltó con una carcajada avergonzada.

-Pues créetelo, hasta mañana. – Bill fue hacia la puerta, entonces se me acercó Tom y me dio otro abrazo.

-Si Gina te trata mal no dudes en contármelo. – Me susurró disimuladamente al oído.

-Claro, para que saques los tanques… - Bromeé. – Estoy bien, vete. – Me acarició la mejilla sin estar muy convencido de dejarme ahí.

-Un placer. – Le tendió la mano a Gina.

-Igualmente. – Ella se la dio. – Adiós.





By Bill

Nos despedimos de Susan, que nos acompañó hasta la puerta en cuanto nos vio pasar por el salón y le dijimos que nos íbamos. Le dimos las gracias por el té y las pastas y le dije que volveríamos mañana por la tarde, seguramente después de comer. Esperé a oír el cierre de la puerta.

-¿Qué te paaaasa…? – Pregunté.

-¿Qué?

-¿Por qué has estado tan borde con esa chica? – Formulé la pregunta de otra forma.

-¿Tú has visto el golpe que le ha dado? No tenía por qué hacer eso por muy nerviosa que estuviera. Blair ha pasado por mucho y ahora solo le faltaba que la tratasen así. – Caminamos hasta el coche.

-Vale, puede que Gina no haya actuado de forma muy correcta… Pero tiene 17 años… ¿Qué esperabas de una niña rica con esa edad? – Entré en el asiento del copiloto.

-Tú también tenías pasta a esa edad y no estabas tan imbécil. – Se sentó a mi lado, haciendo botar todo el coche de la fuerza con la que se había sentado.

-Veo que estás muy cabreado… Pero, lo siento, no lo entiendo. – Puso las llaves e intentó arrancar el coche.

-Ese tipo de chica… No me gusta. Esa gente así, tan materialista, que cree que todo el mundo le rodea y que siempre tendrá lo que quiere sin hacer nada… No los soporto, se podrían ir todos a la mierda. – Volvió a intentar arrancarlo.

-Me estás diciendo que te odias a ti mismo. – Me burlé.

-No, ostias… - Volvió a intentarlo.

-¿Entonces?

-¡JODER! – Soltó la llave con furia. - ¡Blair no tiene ni puta idea de por lo que ha pasado y si por mi fuera preferiría que siguiera así! ¡Ostia puta, Bill, ¿no quieres que esté a salvo de una puta vez?! ¡Yo no quiero que nadie la toque ¿entiendes?! – No me esperaba esta reacción. Tom hablaba muy seriamente y creo que hasta lloraba de la rabia que contenía. - ¡Deberías entenderlo, eres tú el que está enamorado de ella, PREOCUPATE UN POCO, coño! – Vale que se hubiera cabreado, pase sus contestaciones bruscas, vale que tenga ganas de matar a alguien, pero que no insinúe que no estoy preocupado por Blair. No le contesté, si lo hiciera entraríamos en otra pelea, pero esta vez de verdad. Simplemente me callé lo que quería chillarle a Tom. - ¡ARRANCA, JODER! – Le gritó al coche dando un puñetazo a la guantera.

No podía decirle a nadie lo mucho que me importaba Blair y ahora aún más. Hubieran pensado que es obsesión enfermiza o algo así. Quería estar con ella todo lo que pudiera, ahora mismo me gustaría estar a su lado. Pero ella no se acuerda de mí y lo único que pensaría es que soy un pesado o, más aún, que la he mentido o algo parecido. Quiero que vuelva a confiar en mi tal y como lo hacía antes y eso no puedo conseguirlo siendo impaciente y rebotándome con Tom. Tan solo no quiero decir en voz alta ciertas cosas que me gustaría que no hubieran pasado. Pero mi hermano me lo estaba poniendo a tiro.

-Lo… Lo siento, Bill. No he debido decir eso. – Se disculpó.

-¿No se te ha ocurrido pensar que me lo guardo para mí mismo? – No quería decir nada en voz alta, ya que podía llegar a pensar que si no lo mencionaba nunca sería real del todo. – ¡Vale, sí, es cierto, no la he defendido como tu allí dentro! ¡Pero creo que si lo hiciera, tan solo por una vez y por muy poco que sea, ya no podría volver a dejarla sola! La última vez que lo hice… pensando en que podría con ello sola, que yo solo la estorbaría, mira lo que pasó. Le doy vueltas a eso todas las noches, deseando volver a atrás. ¿Y qué me encuentro en el mundo real? A una chica que no sabe ni cuál es mi nombre. ¡Si fuera por mí la protegería de tal manera que la apartaría absolutamente de todo para asegurarme de que nada le hiciera daño! ¡Pero me aguanto, me lo callo y me aguanto precisamente porque la quiero! – Hice una breve pausa para coger aire, Tom me estaba mirando de la misma forma en la que le miraba yo antes. Intenté calmarme, pero no pude. Tenía una especie de vómito de palabras. Y, sinceramente, me estaba gustando desahogarme aunque se me hiciera duro enfrentarme a lo que es real otra vez. - ¡Yo ya hice esto una vez! ¡Lo que estoy haciendo ahora yo ya lo he hecho! ¡Estar con ella, intentar que me coja confianza poco a poco, intentar no parecer un pesado…! ¡Yo todo eso ya lo he pasado y cuando por fin pude decir que era mía lo perdí todo! ¡No sabes lo duro que es eso! ¡Ya no me mira como antes y no hay nada que me duela más!

-Bill… - Susurró.

-¡NO TE ATREVAS a decir que no me preocupo por ella! – Noté una lagrima deslizarse por mi mejilla, estupendo. Agache la cabeza y me sequé bruscamente esa lagrima. Note la mano de Tom apoyada en mi hombro. – No me mires y arranca de una puta vez. – Obedeció, por fin el coche arrancó. Mejor, porque si no ya lo quemaba.
Continuará.

Capitulo 15


he’s a warm breeze breathing life into me


Esta enorme y temerosa casa está en un remoto lugar. Supongo que en alguna ciudad perdida o en algún lugar perdido de dicha ciudad. Yo soy una chica metida en esta casa. Puede resultar como un cuento, imaginarme como una muñeca con una cara graciosa de porcelana. En eso me parezco, pienso cosas que nunca podré decir y por lo tanto nadie escuchará. No sé de qué se trata todo esto, no soy lo bastante fuerte para llegar a entenderlo pero está quemando todo mi mundo como si fueran palabras escritas en un papel. No soy lo bastante fuerte para afrontar mis dudas, si me las contestara alguien no lo asimilaría. Lo siento, se huele en el aire. Este sitio está enfermo. Sentiré ese dolor hasta que mate todo lo demás, me gusta sentirlo porque así averiguo que sigo viva. Esto no es el infierno. Es peor.


Acababa de meterme en mi habitación nada más perder a German de los talones.
Me encerré en el armario. Así si entraba a mirar no me vería. Me parecía ridículo mi comportamiento, pero desde que había entrado en ese sitio todo era inmoral por mi parte. Ese lugar me estaba absorbiendo en cuerpo y alma, deshaciéndome todos los esquemas que ya me había montado en mi cabeza. Tergiversándolos y confundiéndome.
Supongo que una vez llegué a sonreír. Sí, seguro que lo hice. Si estuve con Bill seguro que sonreí más de una vez y de verdad, no de esas sonrisas felices llenas de mentiras que tan solo ocultan hipocresía y falsedad.
¿Qué estaría haciendo Bill en ese momento?
No pasaba un solo día sin que me lo preguntara.
¿Pensaría en mí?
Esto era la primera vez que me lo preguntaba. Y yo misma tenía la respuesta, pero no quería ni pensarla.

La puerta del armario se abrió.

-Blair, tienes visita. – Otro enfermero. Ya sabía que el doctor estaba aquí, estúpido. – Venga. – Me encogí. – Vamos, Blair… - Me rogó agarrándome y sujetándome en brazos. Al cerrar la puerta del armario me dejó sobre el suelo otra vez. No hice fuerza con los pies y caí de culo al suelo. No quería moverme, no quería verle otra vez. Sabía que al quedarme en el suelo no solucionaba nada, él mismo podía venir a verme a mi habitación o, simplemente, el enfermero llevarme él mismo. Había adelgazado y parecía huesos y piel. – No te hagas de rogar, nena. – Volvió a agarrarme, esta vez de las manos y tiró de mí hacia arriba. En menos de un segundo ya me puso en pie. No quería volver a caerme así que obedecí. – Vamos… - Me dio una pequeña palmada en la espalda y me hizo andar. – Te está esperando en el vestíbulo.





By Bill

Miré la hora.
¿Por qué tardaban tanto en buscarla?
Empezaba a impacientarme, este sitio no me transmitía buenas sensaciones. Me sentía incomodo y todavía me hacía sentirme peor el pensar que Blair se pasaba el día con esa gente. Ella no estaba loca, simplemente confusa. Y metiéndola aquí dentro todavía la confundirán más o incluso conseguirán trastornarla como los demás que están aquí.

-Bill… - La oí susurrar mi nombre. Elevé la cabeza de inmediato y la vi a unos pocos metros de mí con un gran hombre vestido de blanco a su lado. Llevaba el pelo muy enredado, aunque seguía teniendo su liso. Unos mechones le tapaban media cara. Estaba muy pálida y parecía que se pudiera desplomar sobre el suelo en cualquier momento. No me dio tiempo a reaccionar y ya tenía a Blair entre mis brazos. Me agarraba con fuerza. La abracé, la abracé lo más que pude. No té su cuerpo muy delgado comparado con la ultima vez.

-¡Blair! – Un hombre con americana se acercaba por un pasillo corriendo hacia nosotros. Blair reaccionó dándose la vuelta alterada y se puso detrás de mí. No entendí eso. – Por fin te encuentro, pequeña. – Blair me agarró de la camiseta.

-Perdone, usted es… - Le corté.

-Soy el doctor German. Traté a Blair en el hospital en el que estuvo ingresada. – Se acercó más y me tendió la mano. Se la di.

-Yo soy Bill. – No me dijo su apellido, yo tampoco el mío. – Disculpe, pero parece que Blair no quiere saber nada de usted.

-Lo sé. Está enfadada conmigo. Le mentí y me arrepiento.

-¿Qué fue lo que le dijo? – Tenía curiosidad, porque Blair parecía que hasta le temiera.

-Que solo se pasaría unos pocos días aquí. – Contestó.

-Así que es usted el que la metió aquí dentro… - Deducí. Tan solo simplemente por eso ya le tenía asco. Ni siquiera nos avisó. Tom lo averiguó, Dios sabe cómo. Siendo él seguro que con sobornos y amenazas varias.

-Lo hice por su…

-Bien. – Terminé su frase.

-Usted lo ha dicho. Los médicos quieren hacerle unas pruebas y quieren que yo esté presente. – Miró a Blair. – Tenemos que irnos. – Salió de detrás de mí, pero se quedó a mi lado.

-No, no quiero. – Le respondió.

-Blair… - La amenazó con el tono de voz. Rozó mi mano con la suya y me la agarró suavemente mientras permanecía inmóvil. La miré, algo sorprendido. Sentí que confiaba verdaderamente en mi y en ese momento necesitaba mi ayuda.

-Oiga, ahora he venido yo de visita. Ya le harán esas pruebas luego, quiero estar un rato con ella. – Ese hombre se lo pensó unos instantes.

-Está bien… Pero luego que venga a buscarme. Estaré por esta planta. – Le hizo un saludo a Blair con la mano y se fue hacia el jardín. Me volví hacia Blair y ella de repente hacia mí.

-Billporfavornodejesquemehaganesaspruebasnoquieroporfavor. – Me suplicó casi sin vocalizar,, los labios le temblaban. Estaba aterrada.

-Eh, Eh… - La volví a abrazar. Hasta temblaba.

-Por favor, no te vayas… - Me agarró.

-Tranquila, no te harán esas pruebas. – La tranquilicé. No sabía que le habían hecho en ese sitio y tampoco quería saberlo, no entendía cómo podían haberla asustado tanto.

-Pero luego te irás y me las harán… No quiero tomarme más pastillas… No me siento bien, no tengo ganas de hacer nada… No quiero seguir sintiéndome así.

-No vas a tener que hacerlo, cálmate.

-Pero… - Se quejó.

-Me voy a ir, sí. Pero tú vendrás conmigo. – Afirmé. Pensaba llevármela lo más rápido posible de ese lugar. Poco a poco se fue calmando.

-¿De verdad? – Preguntó. – No hace falta que me lo digas tan solo para que me calle… Pero no me mientas, contigo no sé si lo soportaría. - Me rogó.

-No te estoy mintiendo. Pienso sacarte de aquí. – Se separó un poco de mí.

-Pero ¿Cómo lo harás? German me ha metido aquí y solo él me puede sacar. O al menos algo así ponía en esos papeles…

-Llamando a alguien con don de gentes. – Nótese la ironía. Saqué el móvil de mi bolsillo y empecé a buscar en la agenda. Encontré su número, me puse el teléfono en la oreja y empecé a oír los tonos.

-¿Pero… quién? – Descolgó.

-Tom, ¿estás ocupado? – Le guiñé un ojo a Blair. Ella me sonrió un poco más tranquila y suspiró de alivio.





By Blair

Bill me dijo que fuera a mi habitación y que me cambiara, que hoy mismo saldría de aquí. Así hice, subí sin llamar la atención de nadie, fui discreta. Al llegar cerré la puerta y abrí el armario. Ahí estaba la ropa con la que había llegado el primer día. Me la puse y dejé ese “pijama” que llevaba puesto encima de la cama. Antes de irme, entré en el baño.

Me miré al espejo de arriba abajo. Me daba asco. Aunque hubiera cambiado de ropa seguía con la misma cara de sueño y de desprecio que veía cada día, aunque sabía que me iba y estaba feliz, ya tenía la enfermedad que invadía ese sitio. La locura.
Abrí el grifo y me lavé la cara con agua extremadamente fría. Ningún cambio.
Agarré el peine que estaba a un lado del lavabo. No lo había tocado desde que estaba en esa habitación. Intenté separarme un mechón de pelo del resto y pasé el peine. Repetidas veces. Lo tenía encrespado, enredado y sucio. Tardé bastante en acabar de peinármelo todo, pero al hacerlo me di cuenta de lo largo que tenía el pelo, durante mi estancia ni me había molestado en mirarme. Ni durante esta estancia ni nunca. Me llegaba más debajo de media espalda, al tenerlo antes con tantos nudos no me había dado ni cuenta. Con algo de suerte tan solo me pasaba las manos por encima cada mañana.

Volví a dejar el peine donde estaba pero esta vez con un montón de cabellos enredados en sus púas y me miré al espejo una vez más, al peinarme había algo de mejora, por suerte.

Como me trajeron a traición no me hizo falta coger nada. Observé la habitación por última vez y salí por la puerta. Desgraciadamente me encontré con alguien, con el último al que deseaba yo ver. Mike.

-¿Vas a alguna parte? – Se cruzó de brazos.

-No. – Mentí.

-Te has peinado, Blair. – Miró mi ropa. – Esta no es tu ropa, no puedes estar así aquí dentro. Cámbiate.

-No.

-Si los enfermeros te ven así te ataran a la cama. – Parecía que le divirtiera esa idea.

-Aparta, tengo que irme. - Cerré la puerta, pero él me cortó el paso en cuanto intenté avanzar.

-¿A dónde? – Le miré amenazante.

-A ti no te importa. – Me moví a la izquierda, avanzando un paso, pero él volvía a estar en medio. – Déjame pasar.

-No puedes irte.

-Me importa entre poco y nada lo que tú me digas.

-No tienes más derecho que los demás a irte antes de lo que te toca.

-Puede que no tenga derecho, pero tengo oportunidad y no la voy a dejar escapar.

-Hay gente que la necesita más que tú, llevamos más tiempo aquí y todos lo hemos pasado igual de mal o peor que tu. - ¿Qué intentaba hacer? Parecía una amenaza. - ¿Quién te va a sacar de aquí? ¿Tu amigo del otro día?

-¿Y que si lo hace? – Le aparté de un empujón.

-Recuerda, - Me agarró de la muñeca y me frenó bruscamente. – el que te saque de aquí no significa que le importes. Tu misma dijiste que no tenías a nadie. – Sí, me amenazaba.

-No, eso lo dijiste tú y repetidas veces además. Ellos van a sacarme de aquí, eso es lo único que necesito saber ahora. – Me defendí. Él me dijo una vez que si tanto me querían tendrían que sacarme de aquí y así lo han hecho. - ¡Y ahora suéltame! – Di un fuerte tirón y me libre de su fuerte agarre. No me siguió y deducí que fue a avisar a los enfermeros o a la directora. No me preocupé de eso, tan solo de bajar lo más rápido posible.

Me encontré a Bill sentado en recepción, al verme se levantó.

-¿No llevas equipaje? – Miró mis manos al ver que no llevaba ninguna maleta.

-Me trajeron aquí sin decírmelo, vine con lo puesto. – Se quedó inmóvil por un segundo, pero tan solo por un segundo. Enseguida me invitó a sentarme con él. - ¿Seguro que podré irme? Si no habéis podido no pasa nada, lo entiendo perfectamente.

-Deja de poner pegas, voy a empezar a pensar que quieres quedarte. – Negué con la cabeza. – Es broma… - Se rió un poco. – Tom ya ha hablado con la directora y han llegado a un acuerdo. – Me encogí de hombros. – Tendrás que venir una vez a la semana a hacerte una revisión. Tranquila, te llevaremos Tom o yo siempre y nos encargaremos de que no te hagan nada que no toque.

-¿Y a donde iré?

-Cuando Tom ya lo ha terminado de hablar con la directora hemos ido a buscar a German, él ha llamado a tu familia de acogida, volverás con ellos. – Bajé la mirada. – Porque… con ellos estás bien ¿no?

-Sí, sí. No es eso, es que… - Bill se inclinó. – Hay una chica, se llama Gina, que no sé cómo tratar con ella. Es muy ruda y no sé como acercarme a ella.

-Bueno, no hace falta que lo hagas. Deja que ella te muestre el camino por sí sola. Os acabareis haciendo amigas, ya verás. Tenéis la misma edad y al ser tan diferentes acabareis por gustaros mutuamente.

-Eso lo dudo mucho, pero igual tienes razón. – Se lo agradecí. - ¿Y tu como sabes que somos tan diferentes?

-Al hablar con German le hemos pedido la dirección e información de tu nueva casa, no ha hablado de Gina y de sus padres. Son buena gente.

-Sí, eso ya lo sé. – Los días que estuve con ellos me trataron perfectamente. – Y… Bueno, ¿Cuándo podremos irnos?

-Pues por poder ya, ya está todo arreglado. Pero Tom no sé donde se ha metido.





By Tom

¿Dónde se habrá metido ese mocoso?

Subí otro piso, en el cual había más putas habitaciones. Miraría por allí y si no a la mierda, sudando.
Todas las puertas estaban cerradas, chicos y chicas por el pasillo… Me fijaba en cada una de las caras de esos chicos, pero ninguno era como el que yo estaba buscando. Al fondo, vi una puerta que estaba entre abierta. No sé por qué razón me picó la curiosidad y fui a ver. Por todos los pasillos por los que había estado, todos y cada uno de ellos, tenían las puertas cerradas, pero esa no lo estaba.

Me asomé y vi a alguien sentado en el borde de la cama.
Entré y reaccionó a mi entrada.

-Por fin te encuentro. – Levantó más la mirada y me miró con sus claros ojos azules que se podían ver a través de ese pelo completamente negro. El mismo con el que me topé la primera vez que vine a ver a Blair, con el que me tropecé y, antes de irme, me amenazó diciéndome que dejara a Blair en paz.

-¿Qué quiere?

-Nada, tan solo informarte de que nos llevamos a Blair y restregarte por la cara que tú no puedes hacer nada para impedirlo.

-La otra vez pareció entenderlo.

-No, chaval, no. No te equivoques, simplemente me importó una mierda lo que me dijeras. – Me apoyé en el marco de la puerta. – Como si oyera llover.

-¿Por qué se la llevan?

-Porque a diferencia de ti, a nosotros nos importa Blair.

-A mi también. – Me reí.

-Vamos… Los dos sabemos que lo que tú sientes por Blair no es amor, ni mucho menos. Por algo no quieres que se vaya, pero no es porque te importe, tú sabrás para qué la quieres cerca de ti. Y simplemente por eso no quiero que esté contigo. No te lo tomes a mal, pero pareces otro hijo de puta disfrazado.

-¿Por qué me dice esto?

-Por dos cosas, la primera. – Me acerqué despacio hacia él. - Blair vendrá una vez a la semana por aquí, a hacerle revisiones y cosas de médicos. En esas horas que pase aquí te quiero a más de cinco metros de ella, porque si no te quedarás sin dientes.

-¿Y la segunda?

-Que no me vuelvas a amenazar, chiquitín. – Le di un par de palmadas en la mejilla. - Porque cuando alguien como tú me amenaza es la primera y última vez que lo hace. ¿Te ha quedado claro? – Asintió. No mostró ni miedo, ni terror, ni inquietud… Simplemente lo aceptó. – Genial. Que te vaya bien. - Salí de la habitación y alguien topó conmigo por detrás. Me giré y era una chica, que al parecer venía corriendo. – Eh… ¿Estás bien? – Al hablarle se le borró la sonrisa de la cara.

-Lo siento.

-No, tranquila, no pasa nada.

-Lo siento. – Repitió antes de irse. No sé si me fijé bien, pero creo que era la misma chica rubia que había visto aquella vez en las escaleras… Aunque no lo pude asegurar porque con el pelo casi no le vi la cara.

Bajé al vestíbulo y allí estaban Blair y Bill esperándome. Pedí disculpas mientras Bill me pegaba la típica bronca por retraso y Blair me abrazaba.

Subimos a mi coche y llevamos a Blair a la casa de acogida.





By Mike

-¿Mike? – Un enfermero abrió la puerta de la habitación. – ¿Todavía estás aquí? Baja, tienes una llamada. – Un escalofrío me recorrió la espalda y me congelo de repente. - ¿Me has oído? – Asentí y me acompañó hasta la cabina. – No tardes mucho, la merienda es dentro de poco. – Esperé a que desapareciera para coger el teléfono, pero antes de hacerlo tragué saliva y me armé de valor.
Me puse el auricular en la oreja.

-¿Diga?

-¿Se la han llevado? – Cada vez que escuchaba esa voz era como si algo me atravesara de cuajo. Balbuceé. – Te dije que la vigilaras, Mike. ¿Desde cuándo no me haces caso?

-La he vigilado, se lo prometo. Pero no he podido hacer nada con esto, lo siento.

-Shh… A mí las disculpas no me bastan. La has cagado, arréglalo. – Asentí. – Cuando venga ese día a la semana, gánate su confianza.

-Pero ese hombre…

-Mike, tienes que hacerme caso. Sabes lo que pasa cuando no me haces caso ¿verdad? – Recordé.

-Sí.

-Bien. Entonces hazlo y, recuerda, te estoy vigilando. Veo cada paso que das.

-¿Y eso no podría hacerlo con ella y así iría más rápido?

-¿Qué te tengo dicho de las preguntas? – Noté amenaza.

-Tiene razón, perdóneme.

-Consigue amistad con Blair, todos queremos que vuelva ¿verdad?

-Sí.

-Bien. – Colgó.
Continuará.

Capitulo 14


i’ll never fight again and this is how it ends

Al día siguiente tuve la primera visita a consulta. La típica revisión para ver si sigues tan mal como el primer día o has ido a peor.

Me recetaron pastillas, me las tendría que comer con cada comida. Le prometí a Tom que no me moriría del hambre así que he seguido comiendo. Poco, pero como. No me hace ninguna gracia tomarme eso, encima son enormes y la primera que tomé se me quedó en la garganta porque intenté tragármela casi sin beber agua. Pero aunque te las tragues rápidamente dejan muy mal sabor de boca.

Tampoco me siento distinta. Sigo igual. Con ganas de irme, con la sensación de que están todos locos y yendo descalza por todas partes. Cosa que tampoco me han dicho a que se debe.

Tres días son los que llevo ya aquí, contando hoy cuatro y me siento como si hubiesen pasado ocho meses. No tengo nada que hacer en todo el día y tampoco me apetece. Doy vueltas, cruzo pasillos de punta a punta, subo y bajo escaleras. Y cuando veo a Mike me voy. Es tranquilo, pero en mi opinión habla mucho. No, eso tampoco. Me da rabia que hable de esa manera tan calmada, no muestra emoción alguna y siempre tiene una media sonrisa en la cara que no sé muy bien lo que transmite. Confianza o temor. No lo sé.
Directamente no me cae bien, me parece que no es trigo limpio.


Me pasé la mano por el pelo, pero de lo enredado que estaba en lugar de acariciar, tiré. No me había peinado ni una sola vez, tan solo con las manos y por encima. No sé por qué no me peinaba, simplemente no tenía ganas. ¿Para qué? ¿Para estar presentable en toda esta gente? Ni hablar.

Volví a salir al jardín. Me pasaba el día allí, al menos no me sentía como una prisionera.
El sol pegaba fuerte hoy. Puse mi mano en mi frente y me cubrí un poco a medida que paseaba por allí. A lo lejos me pareció ver una melena rubia… Me estremecí. Esa era Roxy. Estaba cerca de la fuente y yo quería ir allí. Pensé que si pasaba por al lado sin mirarla ni mostrarle atención no pasaría nada. Y así hice, no me dijo nada. Me fijé que se estaba peinando su larga melena, con el sol hasta dolía mirársela, hacia muchos reflejos.

-Ciento treinta y tres, ciento treinta y cuatro, ciento treinta y cinco,… - La oí murmurar cuando pasé a su lado. Contaba cada cepillado. Para mantenerla tan lisa y bien peinada se debía de pasar horas. Comparé mentalmente mi pelo con el suyo… Ni punto de comparación. El mío de un negro que parecía sucio, encrespado y los mechones enredados entre ellos. Eso me hacía parecer una de ellos, no sé por qué, simplemente lo sentía. Tampoco sé por qué tenía esta fobia tan exagerada, simplemente la tenía.

Me senté a los pies de la fuente, como siempre. Siempre en el mismo sitio, ni muy cerca ni muy lejos de nadie.

-Blair… Cuanto tiempo. – Excepto de él, que siempre estoy demasiado cerca y no lo bastante lejos. – Tuviste una visita ¿no?

-¿Me sigues vigilando?

-Simplemente para que no te pase nada metida aquí dentro… - No le contesté. – Vi a tu amigo, el otro día. – Tom. Se llama Tom y a mí me da igual que le hayas visto. – A él sí que le hiciste caso en el tema de comer.

-Claro, es mi amigo. – El asintió levemente con la cabeza. – Se preocupa por mí.

-Los que estamos aquí dentro no tenemos a nadie que se preocupe por nosotros. – Le miré por el rabillo del ojo. No pude evitar defender a Tom.

-Él me lo dijo y yo le creo. – Más que a ti seguro.

-¿Entonces por qué no te llevó con él? ¿Por qué no te sacó de aquí si tan solo con verte se nota que lo estás pasando mal? Y, lo más importante, ¿por qué no ha vuelto? – Esas preguntas me atravesaron.

-Estará… ocupado. – Quería creerme eso. Con esas palabras Mike quería hacerme sentir que estaba sola, pero Tom me había dicho que no lo estaba. No me había parado a pensar en ningún momento que el que no hubiera vuelto a verme fuera algo malo, no tendría tiempo, estaría trabajando o lejos. No le veía ningún inconveniente y lo entendía, pero ahora con esas preguntas…

-Pero si te quiere tanto como te dijo debería de sacar tiempo. Eres más importante tu ¿no? – No… A Tom le importo. – Igual te lo dijo para no cargársele en la conciencia tu encierro aquí. – Eso no es verdad. No lo es. – Asúmelo, Blair, si nadie te ha sacado todavía quiere decir que nadie se preocupa por ti, pero yo…

-¡YA ESTÁ BIEN, CALLATE YA! – Exploté. Mis palabras resonaron por todo el jardín y se hizo el silencio. – Tú no le conoces, no te atrevas a hablar así de él delante de mi ¿ESTÁ CLARO?

-¿Y tú sí? Si ni siquiera recuerdas haberle conocido. - ¿Cómo sabía eso? – Estuve escuchando. – Respondió antes mi mueca.

-No quiero que te me acerques, olvídate de mí.

-A ti se te haría más fácil, supongo… - Me insinuó atacándome con lo de mi amnesia. Eso ya no lo soporté.

¡PLAF!

Le di tal bofetada que le giré la cara. Mis dedos quedaron unos instantes marcados en su mejilla, hasta que a los pocos segundos ya la tenía toda completamente roja. Se la acarició y me miró a los ojos. Los suyos seguían igual, pacíficos y fríos. No tenía intención de devolverme el golpe. Yo rebosaba de ira.

Me agarraron del brazo un par de hombres.

-Eh, quieta, fiera. – Me empezaron a arrastrar, en ese momento todo volvió a la normalidad. No forcejeé, me dejé llevar. Mi mirada siguió clavada en Mike hasta que me entraron en el interior del edificio, al igual que él.


Me encerraron en ese cuartucho que tenía por habitación, con llave, y me dijeron que esperara a la señora Doyle, que quería hablar conmigo.

Tardaba bastante, así que me tumbé en la cama y me quedé mirando al techo.





-Hola, Blair. – Oí una suave voz que me hizo despertar. Me había quedado dormida. Era Doyle. Cogió una silla y se puso delante de mí, al ver que estaba dispuesta a hablar me senté frente a ella. - ¿Qué ha pasado en el jardín?

-Nada.

-Eso no es lo que me han contado, Blair… ¿Por qué le has pegado a Mike?

-Porque ha hablado de cosas que no sabe.

-Tienes que entender que la gente de aquí no es consciente de que sus palabras, sus gestos, sus reacciones puedan herir a alguien. Igual Mike no sabía lo que decía.

-Sabía perfectamente lo que decía.

-¿Cómo lo sabes? – Entendía que tendría que hablar para que lo viera como yo.

-Me tiene controlada desde que vine aquí. Cuando vino a visitarme un amigo mío nos espió y ahora me dice que si él de verdad me quisiera me hubiera sacado de aquí. Me ha dicho de mil formas diferentes que no le importo a nadie y no ha mostrado ni la más mínima emoción. – Doyle suspiró.

-Blair… Mike siente esa necesidad de controlarlo todo por los problemas que tuvo en su infancia.

-Yo también tengo problemas y, antes de irme de la lengua, me quedo callada.

-Pero antes no te has quedado tal como tú dices, le has pegado.

-Y lo volvería a hacer si hiciera falta. – Me defendí. Mike se había pasado, por muchos traumas y experiencias desagradables que hubiera tenido… Deseaba que desapareciera.

-Pero, Blair…

-Mire, a mi me da igual. – La corté, no quería escuchar más defensas. – Si Mike me vuelve a hablar volveré a hacer lo mismo y no me arrepentiré, así que si no quiere que sufra dígale que se mantenga a diez metros de mí como mínimo. No quiero tener nada con él. – Ella volvió a suspirar.

-Está bien… - Bajó la mirada unos momentos. Yo la mantuve fija en ella. – Pero que te quede claro algo, no puedes juzgar a la gente por algo tan simple como lo que ha pasado hoy, y menos a la que se aloja aquí. Todos tenemos problemas, Blair, y yo a Mike le pienso ayudar. Pero a ti, si sigues por este camino, no podré hacerlo y tampoco me apetecerá. – Se puso borde.

-No quiero su ayuda. Tampoco me serviría. – Me defendí.

-¿Quieres decirme algo más que no sea insultar al pobre Mike?

-Muérase. – No me corté un pelo. Doyle frunció el ceño y al salir volvió a encerrarme. Oí el sonido de la llave.

Agarré una almohada y me aplasté la cara con ella. Chillé. Volví a tumbarme bruscamente sobre la cama, dejando la almohada encima de mí.


Esas palabras de Mike… No eran verdad, sé que no son verdad. Creo antes a Tom que a él. Tendrá trabajo, no puede estar todo el día conmigo y Bill tampoco. No les culpo porque ahora mismo no estén aquí, no culpo a Tom por no sacarme de aquí. Ninguno puede hacer nada. No lo puedo hacer yo, lo van a hacer ellos.
¿Quiero salir? Sí, pero no les exijo nada. Son las únicas personas con las que he sentido algo de conexión, así que me creo que en el pasado nos conociéramos, incluso que nos importásemos mutuamente. Fueron los únicos a los que recordé. No puedo empezar desconfiando de la primera persona que me dice que no estoy sola, porque sino acabaré estándolo de verdad. Tengo que fiarme de ellos, quiero hacerlo y no por lo que diga Mike voy a cambiar de parecer.





Para cuando quise darme cuenta se había hecho de noche. Seguía encerrada o eso pensaba. Alargué la vista y miré el reloj que estaba colgado en la pared. 21:00h. La hora de la cena. Me incorporé, al hacerlo me dolió la cabeza. Me apreté la frente hasta que cesó, cosa que sucedió en un par de minutos. Fui hacia la puerta, agarré el pomo y tiré de ella. Nada. Así mismo repetidas veces. Me habían dejado encerrada. Fui poniéndome cada vez más nerviosa, necesitaba sacar de alguna forma todo el odio que llevaba dentro y esa maldita puerta me dio una razón. Le propiné una fuerte patada y el reloj de la pared tembló. Le di otra, soltando un pequeño gemido. Si la tiraba abajo mejor. Me poyé en ella de espaldas con brusquedad, fracasando en mi intento de salir. Le di un codazo, pero solo conseguí hacerme daño yo. Era raro que nadie oyera los golpes.
Observé mi habitación con ansias de encontrar algo que romper. Mi vista quedó clavada en la ventana. Me acerqué rápidamente y la abrí y miré hacia abajo. Cuarto o quinto piso. A unos tres metros más abajo había una repisa.

Arranqué las cortinas de un solo tiro, dejando caer sobre mi cama sus agarres. Las rompí y las até. Creando una larga cuerda. Ahora me faltaba un sitio donde atarlas para poder bajar. Finalmente las até al cabezal de la cama, pero coloqué una mesa de tal manera que hiciera de contra peso, impidiendo que la cama se moviera cuando yo estuviese fuera. Eché las cortinas. No tenía nada que perder y, sin pensármelo, empecé a bajar. Al llegar al final de la ‘cuerda’ todavía faltaba un poco bastante para llegar a la repisa. No se me ocurrió nada más que saltar. Caí en ella, pero golpeándome contra el cristal de la ventana de la susodicha. Un fuerte golpe y los pies al caer se me resintieron mucho, al igual que los tobillos. En cuanto alivió el dolor miré hacia abajo y pensé en alguna forma de bajar. Miré hacia la habitación y vi que había sabanas y cortinas. Golpeé el cristal con el codo, el cual quedó herido, y abrí el cerrojo. Al entrar hice lo mismo que en la mía.

Cuando ya tenía todos los nudos hechos oí que alguien iba a entrar. Corrí hacia la ventana huyendo.

-¡Eh! – Me agarró cuando ya tenía un pie fuera. Me agarré a las puertas de la ventana. - ¡Suéltate! – Tiró de mi más fuerte y mis dedos fallaron. Nos caímos los dos al suelo. Me levanté lo más rápido y vi que el que me había agarrado era Mike. – ¡Blair, espera, no te vayas! – Todavía en el suelo. Iba a llamar a algún enfermero así que al fastidiarme el plan salí corriendo, pero esta vez por la puerta.
Al girar por el pasillo paré en seco. Había enfermeros. Si te veían correr iban detrás de ti. Pasé a paso rápido por su lado, sabiendo que Mike me seguiría. En efecto, al empezar a bajar las escaleras le oí chillar mi nombre y me decía que parara. Seguí bajando las escaleras, pero él ya me había visto. De repente tenía miedo de Mike. Llegué a la planta baja y oía sus pasos acelerados bajar cada eslabón. No fui hacia el pasillo de la derecha, hacía ahí iría él. Corrí un poco y entré en la primera habitación del pasillo de la izquierda. La cerré y puse la oreja en silencio. Oí sus pies golpear el suelo de mármol y alejarse.

No sabía en qué clase de habitación me había metido. Palpé la pared de al lado de la puerta hasta que encontré el interruptor. Encendí la luz y era una sala llena de muebles con cajones. De repente sentí al necesidad de mirar que había en estos cajones. Abrí uno de los que tenía más cerca. Carpetas. Abrí otro y todo eran carpetas etiquetadas por nombres.


¿Estaré yo?


Me fijé en esos nombres.
Gladys, Grace, Gregory…
Tenía que encontrar la B.
Seguí buscando… La E,… Abrí otro cajón y en ese mismo habían dos de la D y los demás de la C. En uno de los próximos tendría que estar yo.
No sé porqué me puse a curiosear, perfectamente podrían ser los currículos o contratos de los trabajadores, pero no paré a pensar en eso.

Bridget, Brandon, Brad, Boris, Blake, Blair.

Agarré el último, era la única Blair que había según esto. Abrí la carpeta, estaba medio vacía comparándola con otras que había visto. No entendía esas fichas. La abrí boca abajo, dejando las hojas sobre el suelo. Me arrodillé y empecé a buscar. Quería saber que opinaban sobre mí, cuando saldría de este sitio…
Encontré mi ficha, la que me rellenaron al entrar. Ahí estaba mi nombre, mi supuesta edad, los señores Waldorf como tutores pero entre paréntesis el doctor German.
Eso no me servía.
Empecé a buscar por los demás papeles. Hasta que uno me llamó la atención.


Observaciones:
Comportamiento agresivo depresivo. Riesgo de ataques psicóticos nocturnos de grado 1. Amnesia prolongada. (…)

Estancia:
Indefinida.



¿Indefinida? El doctor me dijo poco tiempo. ¿Qué significa esto?





Salí fuera después de haberlo guardado todo, ¿en su sitio? Eso ya no lo tenía tan claro. Ni me molesté en averiguar si Mike seguía cerca, me daba igual. Unos días le puedo evitar, pero no indefinidamente. Salí de ese pasillo antes de que alguien me viera. Era la primera vez que no sabía a dónde ir. En el jardín había demasiado ruido, en mi habitación demasiado silencio. Quería compañía, pero no cualquier compañía.

-Blair. – Oí una voz a mis espaldas y empecé a rezar para que no fuera quien yo creía. - ¿Cómo estás? – Sí, era German. No quería hablar con él. Ignoré su llamada y empecé a andar, como de costumbre, no sabía a dónde iba, tan solo a dar una vuelta por ese temeroso lugar. - ¡Espera, Blair…! – Fue detrás de mí. Empecé a correr sin girarme. Busqué algún lugar para esconderme, hubiese estado bien un baúl en el que meterme dentro como si fuera un juguete.
Continuará.
NOTA: siento no haber subido capitulo esta semana pasada, pero es que la tenía llena de examenes y no había podido escribir nada S:

Video Tom Kaulitz

El primer video que hice hace un tiempo dedicado a una persona muy especial. Lo cuelgo aquí ya que este Blog tambien contiene cosas de Tokio Hotel, aunque tambien podeis encontrarlo en YouTube http://www.youtube.com/watch?v=7OSJrP8jv4I .

A quien lo vea espero que lo disfrute(:

Capitulo 13


it feels just like i'm going crazy and not even you can save me



Ando con sigilo por los pasillos de este temeroso edificio. No sé a dónde me llevan mis pasos y tampoco me importa, tan solo quiero que la demás gente no me vea. No quiero sentirme observada por nada ni por nadie y menos por esa gente. No digo que no sean buenas personas, pero les temo. No sé lo que les ha pasado, lo que han hecho o lo que podrían hacer. Miro alrededor, a donde quiera que vaya siempre veo a alguien. Lo único que deseo es pasar desapercibida, que no sepan ni que existo.
Clavo mi vista en el suelo. Veo mis pies descalzos avanzar sin saber hacia dónde. Caí en esta encerrona como una completa tonta. Me fié de quien no debía, simplemente no me debo fiar de nadie. Creí que German haría lo que fuera para que yo estuviera bien, no para meterme el miedo en el cuerpo. No tengo por qué estar aquí, no soy igual que ellos.

Yo no estoy loca.

Estoy asustada. Cometí un error al intentar irme, eso podría aparentar más inestabilidad por mi parte y más puntos para quedarme aquí. Además, si hubiese conseguido salir ¿A dónde hubiese ido? No presté atención al camino de ida y al mirar a los alrededor de la casa no había nada en quilómetros a la redonda.
Desde esa noche… Todo me sale al revés. Igual así era mi vida antes, todo en contra de mi voluntad. Con un miedo tras otro… Tendría que empezar a acostumbrarme, pasar de lo que me suceda o aceptarlo directamente. Porque mi mundo se desmorona y cae hecho pedazos al suelo cada día que pasa y yo sigo sobreviviendo de algún modo u otro. Me siento como si todos quisieran detenerme por algo que no he hecho, quiero dar marcha atrás pero no puedo. Podría ser como un juego e intenté jugarlo, pero no pude seguir. Tengo mi cabeza centrada en otras cosas y no sé en cuáles. Desde que me metieron aquí, que me parece que haya sido una eternidad y tan solo hace un par de días, he rezado que alguien llegase de sorpresa y se me llevase. Me da igual a donde fuera, como si es al mismo infierno, pero lejos. Muy lejos.


No paraba de darle vueltas a todo cuando vi a Mike al final del pasillo, parecía que estuviera hablando con otro chico… Reaccioné dando media vuelta. Desde ese primer encuentro en la fuente no le había vuelto a ver y esta vez me dio pánico el que me viera él a mí, aunque deseaba encontrármelo. Él era la prueba de que no todos los de aquí están locos, que no por estar aquí tienes que tener una malformación. Que puedo estar aquí por el simple hecho de que no puedo cuidarme sola.
Logré salir al jardín sin que me viera ni me siguiera. Desde el primer día no había vuelto a hablar y tan solo pronuncié mi nombre.
Me pasaba el día dando vueltas, sobre todo por la hierba. No estaba fría y los pies no me dolían al pisarla. Iba descalza a todos lados. Los médicos me decían que ese comportamiento quería decir algo, mostrar algún sentimiento oculto de esta manera. ¿Qué sabrán? Voy así porque quiero, para que me duelan los pies y que no me duela tanto el hecho de estar aquí y además, estarlo sola.

No había recibido ni una sola visita. Ni del doctor, ni de la policía, ni de nadie de la casa en la que estaba. Aunque tampoco me lo esperaba y mucho menos de Gina. Estará encantada de volver a tener la casa para ella sola, volver a ser la reina y la que tiene toda la atención encima.

Tampoco de Bill…
No entendía por qué no aparecía. La detective ya no estaba conmigo, podría venir a verme. Pero igual no sabe donde estoy, o se lo han dicho pero no sabe encontrarlo… O simplemente, y más probable, es que no le apetezca dejar de hacer lo que le gusta para venir a ver a una loca rodeada de locos capaces de todo.


Bill… ¿Dónde estás?


-Hola, Blair. – Una mano se posó en mi hombro. Ya conocía esa voz. Esbocé una pequeña sonrisa burlona.

-Me has encontrado… - Se sentó en el suelo y me invitó a sentarme con él.

-¿Qué te he encontrado? Estos dos días he sabido en cada momento dónde estabas. – Eso ya no me hizo tanta gracia. – Como no parecía que quisieras verme pues no me he mostrado. – Hablaba con una tranquilidad absoluta mientras acariciaba el césped. Me senté, pero a una distancia razonable. – Tampoco te he visto por el comedor… No has comido desde que llegaste.

-No quiero comer. No quiero comer nada de aquí. Si hago algo que me una a este sitio me volveré loca.

-No entiendo cómo puedes pensar eso… Es un poco tonto. – Arrugué la nariz. – Si no mírame a mí.

-Por eso. - Por lo que se ve le hizo gracia mi comentario. Nos quedamos en silencio. No me molestaba su compañía mientras no confraternizase con él, no quería ningún lazo que me uniera aquí.

-Deberías comer.

-¡No! – Me revoté y me aparté de su lado. - ¡¿Por qué debería hacerte caso?! ¡No hemos hablado ni tres veces y ya me hablas como si te preocuparas por mí! ¡Hazme un favor y aléjate, no quiero volver a verte! – Me fui. No pareció percatarse de mis gritos, ya que se quedó en la misma posición y con la misma expresión que cuando habíamos empezado a hablar.


¿Quién se cree que es? ¿Cree que es mejor que yo? Pues si está aquí por algo será.
Yo solo vengo a pasar unos días, unas pocas noches. Tan solo hasta que se me esfumen las crisis, hasta que pueda tener una vida normal y tranquila.

¿Verdad?


-¡Blair!

-Oh, dios… Y ahora ¡¿QUÉ?! – Era la señora Doyle. La mujer siniestra.

-No me hables así. – Suspiré e intenté calmarme. – Tienes una visita. – Me dijo sonriente. Mis ojos se abrieron de par en par y el corazón me dio un brinco.

-¿Qu-Quien es? – Deseaba por encima de todo que fuera Bill.

-Ven conmigo, te llevaré con él. – Me cogió de la mano. No sé qué costumbre era esa, pero aquí dentro, siempre que nos quieren llevar a un sitio nos cogen de la mano. No entiendo por qué.
Fuimos por el pasillo a la izquierda del vestíbulo, nunca había estado ahí, es la zona de los enfermeros y de los médicos… Están sus dormitorios, las consultas, sus despachos… Y por lo que se ve la sala de visitas. Me fijé en todos los detalles, esa parte del edificio era la antigua, la que se veía desde fuera. Por el papel de las paredes, los apliques, se veía que esa parte tenía sus años.
Abrió dos grandes puertas y me dijo que pasase. Me señaló unas butacas que estaban de espaldas a la puerta y ahí había alguien sentado.


Por favor, Bill…


Avancé unos pasos y Doyle cerró la puerta. Entonces, esa persona que estaba ahí sentada se levantó.
No era Bill.
Se giró y me miró perplejo. Yo igual. Le miré de arriba abajo y balbuceé antes de caerme de culo al suelo.
Vino corriendo hacia a mí y me ayudó a levantarme, cuando ya me tuvo en pie vacilé un poco mientras seguía sin apartarle los ojos de encima. Me miraba con la misma sorpresa, aunque parecía más emocionado que desconcertado.
Me abrazó y me sujetó entre sus brazos unos instantes. Ninguno de los dos pronunció palabra hasta entonces.

-Tu… e-eres… - Conseguí pronunciar. Su cara, su cara… Sabía quién era, pero al mismo tiempo no. Pero ese no era el motivo por el que me caí de culo antes, sino por el gran parecido que tenía con…

-Veo que no exageraba… – Murmuró para él mismo. Yo no dije nada. – Soy Tom, el hermano de Bill. – Claro… Por eso se le parecía tanto. – No me puedo creer que no te acuerdes de nada. – Sonrió un poco incrédulo y yo por fin reaccioné de alguna manera que no fuera estúpida.

-Lo siento…

-No tienes que disculparte, tranquila. – Empecé A andar hacia los sillones, necesitaba sentarme. – Debe de haber sido extraño, al no recordarme, ver a alguien tan parecido a Bill…

-¿Parecido? – Me indigné. – Si sois iguales… - Dejó escapar una pequeña risa. Yo ya no sabía que decirle. Me acerqué a la butaca que estaba situada delante de la que estaba Tom antes y me senté en ella. Él… tan solo se sentó y se quedó observándome. Sus ojos estaban clavados en mí y no entendía lo que intentaba averiguar al observarme de esa manera. Yo también quería mirarle, pero su presencia me incomodaba y me imponía. - ¿Y cómo es que has venido? – En realidad, la pregunta que quería formular era ‘¿Por qué Bill no ha venido?’.

-Pues porque me enteré de donde estabas y me pareció una buena idea venir a verte. Antes de venir Bill me advirtió que no me reconocerías… - Me puso muy fácil preguntarle el porqué de la ausencia de Bill. Pero no lo hice, quería conocer a Tom.

-No es que no te reconozca… En realidad recuerdo tu rostro. – Tom se incorporó ante mi comentario. – Cuando estaba en el hospital… - Tan solo recordarlo me entraban escalofríos. – recordé a Bill gracias a una crisis. Unas noches más tarde vi tu cara en sueños. – Tom se frotó levemente la barbilla. – Y no solo tú cara. Tengo imágenes sueltas de lo que debería de ser mi vida de antes, imágenes que no entiendo. Tengo mis preguntas y nadie me da las respuestas. – Bajó la mirada, se mostró impotente. – Bill no me contó nada, así que supongo que tú tampoco lo harás. – Esperé unos instantes una respuesta clara tipo ‘Yo puedo contarte algo, por poco que sea’ o alguna cosa parecida.

-Lo siento. – Pero no. Se mordió el labio inferior y miró disimuladamente a todos lados con la mirada gacha. Volvió a mirarme. – Espero que eso no creas que significa que no nos importas. – Bingo. Bufé. Me sentía completa y absolutamente sola.


Todo lo que hago es caminar hacia a alguien, empiezo a sacudir sus palabras, sus pensamientos, intentando sacar algo. Así es como va. Al creer estúpidamente que me ayudaría se me había dibujado una sonrisa en mi mente. Ahora ya está tachada. Pero sigo queriendo conocerle, quiero mostrarle quien soy ahora para que me enseñe como era antes. Porque ahora no me conoce, yo no me conozco, no me ignora pero no quiere contarme nada, no me quiere en ese tema. Todos me apagan. Tienen ya su camino para sus palabras y a mi tan solo me callan sin darse cuenta. Me alejo un poco más. No, yo no entiendo porque no me hablan, ni una sola explicación. ¿Tan importante puede ser? Me hacen sentir inferior, eso duele. No me cuentan por nada, tan solo me muestran silencio. Aunque fueran palabras en mi contra desearía saberlas. Si me conoció y le importé no debería dejarme así. Ahora soy yo misma la que se aleja sin que le den una razón. Intenté aguantar, todavía aguanto, no me pareció mal pero la cabeza me arde al intentar recordar por mí misma. Hay una barrera que me rodea y me empuja, pero acaba desquebrajándose cuando ya he vuelto a donde estaba antes. Esto se me está haciendo muy largo y nadie lo entiende.


-¿Y entonces para que has venido? – Ya lo había preguntado, lo sé. ¿Pero que iba a decir? No me decía nada que me sirviera.

-Mira, aunque no te lo creas, no te decimos nada por tu bien… Blair. - ¿Por mi bien? Eso sí que es bueno.

-Acabaré loca de comerme la cabeza sin obtener nada. Vosotros tenéis lo que necesito y no hay manera de que me digáis nada.

-Sé que es cruel… - Admitió. – Pero es lo mejor aunque no sea lo correcto.

-No te entiendo. – Tom negó con la cabeza, sin darle importancia. Volvió a mirarme y vi que me examinaba los brazos y las piernas.

-Estás muy delgada. – Me rodeé con mis propios brazos y me incomodé. Tom hizo una mueca. - ¿Cuánto hace que no comes? – Tragué saliva. – Blair, tienes que comer. – Me ordenó levantándose. Se me acercó y me agarró del brazo. – Venga, vamos a picar algo. – Tiré.

-No quiero comer, no quiero nada de este sitio. Me volveré loca si me aferro a algo de aquí.

-¿Pero qué te pasa? ¿Has perdido el juicio ya? ¡Si no comes sí que te volverás majara! – Volvió a tirar.

-¡No quiero! – Forcejeé. Tom arrugo la nariz.

-Tú lo has querido. – Pronto le entendí. Me agarró de la cintura y me cargó en su hombro.

-¡Eh! ¡Bájame! ¡Bájame ya, Tom! – Empecé a patalear.

-Como se nota que tienes el disco duro formateado, sino sabría que esto de patalear conmigo no funciona. Tengo demasiada fuerza para ti y encima estás débil, tonta. – Salimos de la sala y empezó a buscar el comedor.

-¿Qué pasa? ¿Te has perdido? – Con tono burlón.

-Calla. – Se picó. Me reí.

-¿Por qué no preguntas? Es lo más lógico.

-Que no. – Me agarró y me colocó bien, me estaba resbalando. – Puedo solo.

-Que fobia tenéis los hombres a lo de preguntar.

-Habló la que no quiere comer por si se le pega algo. ¿No te das cuenta de que es absurdo ya de origen? – Suspiré. Al final acabó preguntando, cosa de la cual yo me reí más tarde. Me bajó al comedor, que estaba dos plantas más debajo de la planta principal. Preguntó a los cocineros si podía comer algo y me trajo ensalada de pasta y para él una bolsa de patatas. – Come. – Mientras abría su bolsa.

-No tengo hambre. – Aparté el plato. Me moría de hambre.

-Chica, te estoy viendo mirar el plato con unos ojos que dan hasta miedo. Veeeenga… - Me rogó volviendo a acercarme el plato. Me lo miré unos pocos instantes y finalmente agarré un tenedor y empecé a comer. - Con que no tenías hambre ¿eh? – No le contesté, pero a él le hizo gracia. – A partir de ahora… Come cada día, por favor. No me tengas con el corazón en un puño ¿vale?

-¿Tanto te importo?

-Mucho. A Bill más, o de otra manera, pero sí. – Sonreí.

-Gracias, Tom. – Me sonrió de tal forma que no hizo falta que me dijera nada.

Cuando terminé de comer pasé la mañana con él, pero cuando dieron las doce del mediodía Tom se tuvo que ir.





By Tom

-Bueno… - La abracé. – Volveré a verte ¿vale? Y Bill también vendrá.

-Vale. Gracias a los dos. Dale recuerdos de mi parte.

-Se los daré, vamos, que estará encantado. – Me burlé un poco. – Hasta pronto, Blair. Y cuídate. – Le advertí. Ella asintió y esperé a perderla le vista para irme. Fui a buscar de nuevo las escaleras, habíamos dando tantas vueltas por ese sitio… Giré por un pasillo que me sonaba. Había muchísimas habitaciones y vi algunos más de los chicos de ahí. Había toda clase de personas, la mayoría adolescentes, la otra parte eran niños.
Tropecé con uno de ellos. – Perdón. – Me disculpé.

Tan solo me miró. Era un chico de pelo negro, con los ojos totalmente azules… No me importó que no se disculpara. Aunque me miró de tal manera que pareció que yo le hubiera hecho algo, aparte de chocar con él.
Seguí buscando las putas escaleras de mierda. Eso era como un laberinto.
Al fin me orienté y encontré las escaleras. Bajé por ellas. Cuando ya iba por el segundo piso encontré a una chica ahí sentada. Llevaba una capucha de color rosa puesta, pero pude ver que era rubia por su larga melena. Tampoco le di la menor importancia, pero en cuanto oyó mis pasos se giró y me miró. Esa chica tenía una mirada penetrante, lo que me hizo pasar de largo lo más rápido que pude por el mal rollo que daba. Parecía indefensa, pero por si acaso…
Una lástima, porque estaba como un tren.


Que sitio tan raro, joder.Parece una puta casa de muñecas de esas antiguas.
Continuará.