
it’s a forgone conclusion, your love’s an illusion
By Blair
-¿Dónde te habías metido? – Le preguntó Bill acercándose al asiento del piloto.
-Ya estamos otra vez… A dar una vuelta, ¿Qué voy a hacer yo en ese sitio? – Era la tercera vez que Tom respondía lo mismo.
-Siendo tu cualquier cosa. Te habrás aprovechado de cualquier desequilibrada. – Volvió a apoyarse en su asiento. Tom bufó pero no contestó a su hermano. – Has estado media hora.
-¡Porque me he perdido, cojones! – Se giró de golpe hacia el asiento de atrás, plantándole cara a Bill.
-¡Tom, la carretera, LA CARRETERA! – Le gritó Bill alarmado. Tom volvió a coger bien el volante, no habíamos desviado del carril y casi chocamos con un camión. - ¡¿ESTÁS CHALADO?!
-¡JILI-POLLAS!
-¡¿Encima me insultas?!
-¡No te lo digo a ti, idiota, se lo digo al imbécil del camión, joder!
-Ah, ahora él tiene la culpa de que tú seas como un camicace.
-Es verdad, tienes razón. El que me ha distraído has sido tú.
-¡¿Yo?! Si solo te he hecho una pregunta.
-¡Pues no me la hagas más veces, porque mi respuesta será la misma! – Volvió a centrar su atención en la carretera. Si Bill volviera a decirle algo dudo que él entrase al tapo, pero por suerte Bill no dijo nada.
-¿Estás bien? – Me preguntó.
-Sí, tranquilo.
-Perdona este viaje. No suelen ser todos así, gracias a Dios.
-No, cuando Bill se pone más pesado lo echo a la carretera y problema resuelto.
-Fantasma. – Dijo Bill por lo bajo.
-Enano. – Contestó su hermano.
Yo no podía hacer nada más que contemplar esa escena. Aunque se insultaran se notaba que no lo decían en serio, la verdad es que me gustaba verles así. Creaban un ambiente familiar y acogedor sin darse cuenta. Me sentía a gusto y a salvo con ellos. Eran naturales, no me habían dado ningún motivo para desconfiar de ellos. Son los únicos que me transmiten esta sensación.
Siguieron peleándose a su manera durante todo el viaje. Yo les ignoré, era mejor no meterse, y me relajé. No podía evitar mirar a través de la ventana y recordar el recorrido, el mismo que hice con el doctor. Pero hay una diferencia, ahora no estaba incomoda como esa vez. Entonces sentía nerviosismo y algo de miedo por donde me llevaba aunque yo hubiera accedido a la primera, pero ahora estaba a salvo. Iba con ellos dos y tenía la más absoluta seguridad de que no me pasaría nada mientras ellos estuvieran cerca.
-Bueno… Aquí es. – Tom paró el coche y observó la casa para comprobar si en realidad era esa. Lo era. Bill salió el momento y me tendió la mano para ayudarme a salir. Tom paró el motor y fuimos los tres hacia el porche. - ¿Tenías ganas de volver? – Asentí sonriente.
-Aunque Gina…
-Si tienes algún problema con ella me lo dices.
-Sí, ¿Qué vas a hacer? ¿Romperle los dientes? – Se burló Bill.
-Pues mira, quizás lo haga. – Ya estaban otra vez. Llamé al timbre.
-Claro, como que tienes huevos de pegar a una chica y además tan rica.
-Bill, no sé si sabes que nosotros también tenemos dinero… ¿Pero qué digo? Claro que lo sabes, si no estaríamos tiesos desde los 16 años por todas las mierdas que te compras, que, por cierto, solo te pones una vez. Manda cojones tirar el dinero de esa manera…
-¿Qué? Tú no te gastas nada, una cosa compensa la otra. Además, yo me gasto mi dinero con lo que me da la gana.
-No si… no hace falta que lo jures. – Se cruzó de brazos. – Pijo.
-Animal. – Llamé al timbre otras repetidas veces para a ver si nos abrían ya y esa escena tan familiar se rompía ya.
Al fin nos abrieron. Era Susan.
-¡Blair! – Me abrazó. – ¿Estás bien? Te hemos echado mucho de menos. – Volvió a abrazarme. No entendía tanto entusiasmo, ¿tanto me había echado en falta? Si tan solo estuve un par de días.
-Habla por ti. – Reconocí esa voz. Gina bajó las escaleras y ni se molestó en mirarme, fue directa a la cocina.
-No le hagas caso, en el fondo se alegra. – Sí, ya.
-Hola, soy Tom Kaulitz, el mejor amigo de Blair.
-Yo Bill, el hermano del fantasma. – Entonces se dedicaron un par de miradas cariñosas.
-Oh… - Susan se quedó algo… sorprendida al verles. – Encantada, yo soy Susan Waldorf. Y esa que ha pasado hace un momento tan distante es mi hija Gina. Puede que haya causado una mala impresión, pero os aseguro que es una buena chica… Tan solo un poco brusca y testaruda.
-Fíjate, ¿no te recuerda a alguien? – Bill miró a Tom.
-Já, que gracioso que eres, me parto el culo contigo, Bill.
-Lo sé. – Contestó orgulloso.
-No les haga caso, llevan todo el viaje así. – Informé a Susan. Ella se rió.
-Blair, estarás hambrienta, pasa y te prepararé algo. – Asentí. – Vosotros también pasad, por favor.
-¿Seguro que no molestamos? – Preguntó Bill.
-En absoluto. Es más, creo que Gina se llevará una alegría cuando os vea. Ven, Blair. – Me llevó a la cocina.
-Aah… Una fan, eso cambia las cosas. – Dijo Tom.
-¿Qué insinúas? – Le amenazó Bill.
-Yo nada. – Y entró en la casa.
Todo seguía igual. Susan me invitó a sentarme en la mesa de la cocina mientras ella nos preparaba algo a los tres. Por el olor creo que empezó a hacer té y luego sacó unas pastas.
-Vaya… Veo que sigues entera… - Murmuró Gina.
-Sí, siento decepcionarte nada más llegar.
-Eh, que me alegro, mujer…
-Sí, por tu voz se nota que estás encantada.
-Bueno, me vuelvo a mi habitación, no pienso estar aquí aguantando tanta desconfianza hacia mi persona. – Se levantó y agarró su taza. En ese momento Bill y Tom entraron en la cocina dedicándose palabras llenas de amor, como siempre.
-¿Por qué cojones piensas tan mal de mí siempre?
-Porque tú eres de los que piensan que escrúpulos es una isla griega, por eso.
¡CRASH!
Miré a Gina y su taza se había roto en mil pedazos al caer al suelo.
-Gina, ¿estás bien? – Preguntó su madre.
-S-sí. – Miró a Bill y a Tom de arriba abajo repetidas veces hasta que reaccionó. - ¿Me disculpáis un segundo? Luego lo limpio, mamá. – Fue hacia la puerta. – ¡Blair! – Me llamó saliendo de la cocina y la seguí.
-Disculpadla. – Susan se agacho y empezó a recoger los pedazos del suelo.
-Oh, no se preocupe. – Dijo Bill mientras Tom se agachaba para ayudarla.
-Gracias… Es que, no os lo he dicho pero Gina es fan vuestra. Lleva años admirándoos y al veros así de repente creo que se ha asustado un poco.
-Anda… - Dijo Tom levantándose. - ¿Dónde…? – Le enseñó los pedazos que sujetaba con las manos, con cuidado para no cortarse.
-Aquí. – Abrió un armarito de debajo la encimera y echó los pedazos ahí, Tom hizo lo mismo. – Gracias.
Gina me agarró del brazo y nos encerró en un cuartito que había bajo las escaleras.
-¿Qué hacemos…? – Pronuncié.
-¿De qué conoces a esos dos?
-No lo sé.
-¡¿Cómo que no lo sabes?!
-Pues eso, que no lo sé. Ellos aparecieron después de que tuviera mi accidente y, por cómo me tratan, creo que éramos muy amigos.
-Ah… - Cogió aire.
-Son muy majos.
-Espera, ¿no sabes quiénes son? – Me miró como si fuera de otro planeta.
-¿Bill y Tom? – Dije insegura, no sabía a qué se refería, como la mitad de las cosas que Gina me decía.
-¡Bill y Tom Kaulitz! Por Dios, son estrellas del rock, al igual que Georg y Güstav.
-¿Quién?
-Los cuatro forman la famosa banda Tokio Hotel. – Me quedé pensativa. - ¿De verdad no lo sabías? Son muy famosos. ¿No te suena ni el nombre? – Negué con la cabeza. – Eres como una marciana, ¿lo sabías?
-Qué raro, tú sigue así y no sé porqué me dará por hablarles mal de ti. – Sus ojos se abrieron como naranjas. – Se ve que te encantan, no querrás caerles mal a tus ídolos.
-Bueno, tanto como ídolos… Los conozco por las revistas. – Se hizo la importante.
-Ya, por eso tienes la habitación llena de posters de Tom ¿no?
-¡Shh! – Me tapó la boca. Ya respondió a mi pregunta. - ¿Y tu como sabes eso? Te tengo dicho que a mi habitación ni te acerques.
-Si dejas la puerta abierta es normal que lo vea. – Gina bufó.
-Vale, tú ganas. ¿Qué quieres?
-Simple, que seas más amable.
-¿Y ya está? – Se extrañó.
-Ya está.
-Tú no sabes negociar muy bien cuando tienes todos los ases en tu mano ¿no?
-No quiero negociar. Voy a pasar bastante tiempo aquí y ¿de verdad tú quieres que nos lancemos puyas constantemente?
-Vale, tregua. Pero eso no significa que me caigas bien.
-Yo tampoco he dicho eso.
By Tom
Susan nos sirvió una taza a cada uno y luego nos ofreció galletas y algún que otro bollo en una bandeja. Como es normal, Bill ya cogió dos, suerte que no tenía más manos.
-No sé cómo puedes comer así.
-Calla. – Volvió a darle otro mordisco a la bollería. La verdad era que me gustaba verle así, me recordaba a cuando desayunábamos en casa cuando éramos pequeños. Siempre nos acabamos peleando por lo último que quedaba en la mesa. Tan adulto que parece Bill a la hora de tomar decisiones serias con la banda y lo crío que se le ve ahora, como si no tuviera preocupaciones y no fuera nada más que un niño.
No sé porqué, pero me encantaba verle así. Me hacía gracia. - ¿Qué miras? – Me preguntó con la boca llena.
-No, nada. – Me reí un poco, vaya cara que llevaba. Parecía el monstruo de las galletas. Tragó lo que estaba masticando.
-Tom… - Me amenazó.
-Que no es nada, tranqui. – Me reí un poco más. Al final opté por coger un bollo, bueno, el último, Bill se había comido ya tres.
-Eh, ¿Qué haces? – Me preguntó.
-¿Qué hago de qué?
-Ese bollo es mío.
-¿Tuyo? – No me lo podía creer, ¿aun tenía más hambre? - ¡Bill, te has comido tres! Zampabollos.
-Lo que tú quieras, pero dámelo. – Me encontré la palma de su mano delante de la cara.
-Sí, y una mierda. Yo no he comido nada.
-Pues porque no has querido. – No, porque tu no me has dado tiempo.
-Bueno pues ahora quiero y me pienso comer mi bollo.
-¡No es tuyo! Además, no seas falso, si a ti no te gusta tanto la bollería como a mí.
-Ya, pero por joderte un rato me aguanto… - Me lo iba a llevar a la boca en cuanto Bill se me echó encima. Volvíamos a parecer niños de diez años.
-¡Que me lo des, Tom!
-¡No! – Empecé a partirme el culo, sobretodo porque para Bill eso iba en serio.
-¡Te vas a reír de tu puta madre!
-Eh, cuidado con mamá. Que ya sabes que la cabrona se entera de todo, no sé como lo hace.
-¡TOM!
-¿Tu sabes el espectáculo que estás dando? – Le sujetaba la cara con una mano y con la otra sujetaba el bollo para mantenerlo alejado de su alcance, mientras Bill alargaba los brazos para intentar cogerlo.
-¡Dámelo! – Me lo acerqué como pude a la boca y le pegué un lametón.
-Ah, ya lo he chupado. – Me encogí de hombros y Bill volvió picado a su sitio. - Jeje, que crío eres. – Se cruzó de brazos mientras yo cataba el sabor de la victoria. – Está rico ¿eh? – Le provoqué.
By Blair
Nada más entrar en la cocina Bill dio un golpe con el puño en la mesa.
-¿Qué pasa? – Intenté descodificar la mirada que se echaron Tom y Bill, pero no deducí nada.
-Nada. – Me contestó Bill con las risitas de Tom de fondo.
-Nah, que es un niño todavía. No te preocupes.
-Mira quién habla. – Respondió a su agresión verbal.
-Yo por lo menos lo admito. – Concluyó. No les presté mucha atención, en cambio Gina no podía apartar la mirada de ellos dos desde que habíamos entrado. Tom se percató de eso. - ¿Algún problema? – Gina reaccionó.
-Oh, nada. – Tom elevó una ceja.
-Es fan vuestra. – Aclaré. Gina me dio un manotazo en el brazo.
-Eh. – Tom se levantó de su silla y se quedó mirándola. – No te atrevas a tocarla, ¿me entiendes?
-No ha sido nada, tan solo un pequeño golpe. – Intenté calmarle. ¿Por qué diablos le daba tanta importancia?
-Estás débil y no tenía porque pegarte. – Gina se encogió de hombros, mostrándose sumisa. – Además, por cómo nos miras se nota que lo que ha dicho es cierto.
-Tom, tampoco hace falta hablarle así a la chica. – Intervino Bill, el cual también se levantó. - ¿Cómo te llamabas?
-Gina.
-Eso, Gina. – Le sonrió. – Estoy seguro de que no lo ha hecho adrede, si es fan nuestra estará nerviosa, es normal. Tú más que nadie deberías saberlo. – Tom se quedó pensativo unos segundos, hasta que cedió ante la seriedad y comprensión de su hermano.
-Vale, me he pasado, lo siento.
-No, tranquilo. – Añadió Gina. Tom la miró de reojo y luego miró la hora en su enorme reloj.
-Se está haciendo tarde, tendríamos que irnos, Bill. – Cambio radicalmente de tema.
-Tienes razón. – Se giró hacia nosotras. – Volveremos a verte mañana. – Me abrazó.
-Vale, hasta entonces. – Se me quedó mirando unos segundos, no pude evitar sonreírle e él hizo lo mismo.
-Encantado de conocerte, Gina.
-Lo mismo digo, Bill. – Estaba que no se lo creía. Era la primera vez que veía a Gina tan callada. Se dieron dos besos. – Aún no me lo creo… - Soltó con una carcajada avergonzada.
-Pues créetelo, hasta mañana. – Bill fue hacia la puerta, entonces se me acercó Tom y me dio otro abrazo.
-Si Gina te trata mal no dudes en contármelo. – Me susurró disimuladamente al oído.
-Claro, para que saques los tanques… - Bromeé. – Estoy bien, vete. – Me acarició la mejilla sin estar muy convencido de dejarme ahí.
-Un placer. – Le tendió la mano a Gina.
-Igualmente. – Ella se la dio. – Adiós.
By Bill
Nos despedimos de Susan, que nos acompañó hasta la puerta en cuanto nos vio pasar por el salón y le dijimos que nos íbamos. Le dimos las gracias por el té y las pastas y le dije que volveríamos mañana por la tarde, seguramente después de comer. Esperé a oír el cierre de la puerta.
-¿Qué te paaaasa…? – Pregunté.
-¿Qué?
-¿Por qué has estado tan borde con esa chica? – Formulé la pregunta de otra forma.
-¿Tú has visto el golpe que le ha dado? No tenía por qué hacer eso por muy nerviosa que estuviera. Blair ha pasado por mucho y ahora solo le faltaba que la tratasen así. – Caminamos hasta el coche.
-Vale, puede que Gina no haya actuado de forma muy correcta… Pero tiene 17 años… ¿Qué esperabas de una niña rica con esa edad? – Entré en el asiento del copiloto.
-Tú también tenías pasta a esa edad y no estabas tan imbécil. – Se sentó a mi lado, haciendo botar todo el coche de la fuerza con la que se había sentado.
-Veo que estás muy cabreado… Pero, lo siento, no lo entiendo. – Puso las llaves e intentó arrancar el coche.
-Ese tipo de chica… No me gusta. Esa gente así, tan materialista, que cree que todo el mundo le rodea y que siempre tendrá lo que quiere sin hacer nada… No los soporto, se podrían ir todos a la mierda. – Volvió a intentar arrancarlo.
-Me estás diciendo que te odias a ti mismo. – Me burlé.
-No, ostias… - Volvió a intentarlo.
-¿Entonces?
-¡JODER! – Soltó la llave con furia. - ¡Blair no tiene ni puta idea de por lo que ha pasado y si por mi fuera preferiría que siguiera así! ¡Ostia puta, Bill, ¿no quieres que esté a salvo de una puta vez?! ¡Yo no quiero que nadie la toque ¿entiendes?! – No me esperaba esta reacción. Tom hablaba muy seriamente y creo que hasta lloraba de la rabia que contenía. - ¡Deberías entenderlo, eres tú el que está enamorado de ella, PREOCUPATE UN POCO, coño! – Vale que se hubiera cabreado, pase sus contestaciones bruscas, vale que tenga ganas de matar a alguien, pero que no insinúe que no estoy preocupado por Blair. No le contesté, si lo hiciera entraríamos en otra pelea, pero esta vez de verdad. Simplemente me callé lo que quería chillarle a Tom. - ¡ARRANCA, JODER! – Le gritó al coche dando un puñetazo a la guantera.
No podía decirle a nadie lo mucho que me importaba Blair y ahora aún más. Hubieran pensado que es obsesión enfermiza o algo así. Quería estar con ella todo lo que pudiera, ahora mismo me gustaría estar a su lado. Pero ella no se acuerda de mí y lo único que pensaría es que soy un pesado o, más aún, que la he mentido o algo parecido. Quiero que vuelva a confiar en mi tal y como lo hacía antes y eso no puedo conseguirlo siendo impaciente y rebotándome con Tom. Tan solo no quiero decir en voz alta ciertas cosas que me gustaría que no hubieran pasado. Pero mi hermano me lo estaba poniendo a tiro.
-Lo… Lo siento, Bill. No he debido decir eso. – Se disculpó.
-¿No se te ha ocurrido pensar que me lo guardo para mí mismo? – No quería decir nada en voz alta, ya que podía llegar a pensar que si no lo mencionaba nunca sería real del todo. – ¡Vale, sí, es cierto, no la he defendido como tu allí dentro! ¡Pero creo que si lo hiciera, tan solo por una vez y por muy poco que sea, ya no podría volver a dejarla sola! La última vez que lo hice… pensando en que podría con ello sola, que yo solo la estorbaría, mira lo que pasó. Le doy vueltas a eso todas las noches, deseando volver a atrás. ¿Y qué me encuentro en el mundo real? A una chica que no sabe ni cuál es mi nombre. ¡Si fuera por mí la protegería de tal manera que la apartaría absolutamente de todo para asegurarme de que nada le hiciera daño! ¡Pero me aguanto, me lo callo y me aguanto precisamente porque la quiero! – Hice una breve pausa para coger aire, Tom me estaba mirando de la misma forma en la que le miraba yo antes. Intenté calmarme, pero no pude. Tenía una especie de vómito de palabras. Y, sinceramente, me estaba gustando desahogarme aunque se me hiciera duro enfrentarme a lo que es real otra vez. - ¡Yo ya hice esto una vez! ¡Lo que estoy haciendo ahora yo ya lo he hecho! ¡Estar con ella, intentar que me coja confianza poco a poco, intentar no parecer un pesado…! ¡Yo todo eso ya lo he pasado y cuando por fin pude decir que era mía lo perdí todo! ¡No sabes lo duro que es eso! ¡Ya no me mira como antes y no hay nada que me duela más!
-Bill… - Susurró.
-¡NO TE ATREVAS a decir que no me preocupo por ella! – Noté una lagrima deslizarse por mi mejilla, estupendo. Agache la cabeza y me sequé bruscamente esa lagrima. Note la mano de Tom apoyada en mi hombro. – No me mires y arranca de una puta vez. – Obedeció, por fin el coche arrancó. Mejor, porque si no ya lo quemaba.
-¿Dónde te habías metido? – Le preguntó Bill acercándose al asiento del piloto.
-Ya estamos otra vez… A dar una vuelta, ¿Qué voy a hacer yo en ese sitio? – Era la tercera vez que Tom respondía lo mismo.
-Siendo tu cualquier cosa. Te habrás aprovechado de cualquier desequilibrada. – Volvió a apoyarse en su asiento. Tom bufó pero no contestó a su hermano. – Has estado media hora.
-¡Porque me he perdido, cojones! – Se giró de golpe hacia el asiento de atrás, plantándole cara a Bill.
-¡Tom, la carretera, LA CARRETERA! – Le gritó Bill alarmado. Tom volvió a coger bien el volante, no habíamos desviado del carril y casi chocamos con un camión. - ¡¿ESTÁS CHALADO?!
-¡JILI-POLLAS!
-¡¿Encima me insultas?!
-¡No te lo digo a ti, idiota, se lo digo al imbécil del camión, joder!
-Ah, ahora él tiene la culpa de que tú seas como un camicace.
-Es verdad, tienes razón. El que me ha distraído has sido tú.
-¡¿Yo?! Si solo te he hecho una pregunta.
-¡Pues no me la hagas más veces, porque mi respuesta será la misma! – Volvió a centrar su atención en la carretera. Si Bill volviera a decirle algo dudo que él entrase al tapo, pero por suerte Bill no dijo nada.
-¿Estás bien? – Me preguntó.
-Sí, tranquilo.
-Perdona este viaje. No suelen ser todos así, gracias a Dios.
-No, cuando Bill se pone más pesado lo echo a la carretera y problema resuelto.
-Fantasma. – Dijo Bill por lo bajo.
-Enano. – Contestó su hermano.
Yo no podía hacer nada más que contemplar esa escena. Aunque se insultaran se notaba que no lo decían en serio, la verdad es que me gustaba verles así. Creaban un ambiente familiar y acogedor sin darse cuenta. Me sentía a gusto y a salvo con ellos. Eran naturales, no me habían dado ningún motivo para desconfiar de ellos. Son los únicos que me transmiten esta sensación.
Siguieron peleándose a su manera durante todo el viaje. Yo les ignoré, era mejor no meterse, y me relajé. No podía evitar mirar a través de la ventana y recordar el recorrido, el mismo que hice con el doctor. Pero hay una diferencia, ahora no estaba incomoda como esa vez. Entonces sentía nerviosismo y algo de miedo por donde me llevaba aunque yo hubiera accedido a la primera, pero ahora estaba a salvo. Iba con ellos dos y tenía la más absoluta seguridad de que no me pasaría nada mientras ellos estuvieran cerca.
-Bueno… Aquí es. – Tom paró el coche y observó la casa para comprobar si en realidad era esa. Lo era. Bill salió el momento y me tendió la mano para ayudarme a salir. Tom paró el motor y fuimos los tres hacia el porche. - ¿Tenías ganas de volver? – Asentí sonriente.
-Aunque Gina…
-Si tienes algún problema con ella me lo dices.
-Sí, ¿Qué vas a hacer? ¿Romperle los dientes? – Se burló Bill.
-Pues mira, quizás lo haga. – Ya estaban otra vez. Llamé al timbre.
-Claro, como que tienes huevos de pegar a una chica y además tan rica.
-Bill, no sé si sabes que nosotros también tenemos dinero… ¿Pero qué digo? Claro que lo sabes, si no estaríamos tiesos desde los 16 años por todas las mierdas que te compras, que, por cierto, solo te pones una vez. Manda cojones tirar el dinero de esa manera…
-¿Qué? Tú no te gastas nada, una cosa compensa la otra. Además, yo me gasto mi dinero con lo que me da la gana.
-No si… no hace falta que lo jures. – Se cruzó de brazos. – Pijo.
-Animal. – Llamé al timbre otras repetidas veces para a ver si nos abrían ya y esa escena tan familiar se rompía ya.
Al fin nos abrieron. Era Susan.
-¡Blair! – Me abrazó. – ¿Estás bien? Te hemos echado mucho de menos. – Volvió a abrazarme. No entendía tanto entusiasmo, ¿tanto me había echado en falta? Si tan solo estuve un par de días.
-Habla por ti. – Reconocí esa voz. Gina bajó las escaleras y ni se molestó en mirarme, fue directa a la cocina.
-No le hagas caso, en el fondo se alegra. – Sí, ya.
-Hola, soy Tom Kaulitz, el mejor amigo de Blair.
-Yo Bill, el hermano del fantasma. – Entonces se dedicaron un par de miradas cariñosas.
-Oh… - Susan se quedó algo… sorprendida al verles. – Encantada, yo soy Susan Waldorf. Y esa que ha pasado hace un momento tan distante es mi hija Gina. Puede que haya causado una mala impresión, pero os aseguro que es una buena chica… Tan solo un poco brusca y testaruda.
-Fíjate, ¿no te recuerda a alguien? – Bill miró a Tom.
-Já, que gracioso que eres, me parto el culo contigo, Bill.
-Lo sé. – Contestó orgulloso.
-No les haga caso, llevan todo el viaje así. – Informé a Susan. Ella se rió.
-Blair, estarás hambrienta, pasa y te prepararé algo. – Asentí. – Vosotros también pasad, por favor.
-¿Seguro que no molestamos? – Preguntó Bill.
-En absoluto. Es más, creo que Gina se llevará una alegría cuando os vea. Ven, Blair. – Me llevó a la cocina.
-Aah… Una fan, eso cambia las cosas. – Dijo Tom.
-¿Qué insinúas? – Le amenazó Bill.
-Yo nada. – Y entró en la casa.
Todo seguía igual. Susan me invitó a sentarme en la mesa de la cocina mientras ella nos preparaba algo a los tres. Por el olor creo que empezó a hacer té y luego sacó unas pastas.
-Vaya… Veo que sigues entera… - Murmuró Gina.
-Sí, siento decepcionarte nada más llegar.
-Eh, que me alegro, mujer…
-Sí, por tu voz se nota que estás encantada.
-Bueno, me vuelvo a mi habitación, no pienso estar aquí aguantando tanta desconfianza hacia mi persona. – Se levantó y agarró su taza. En ese momento Bill y Tom entraron en la cocina dedicándose palabras llenas de amor, como siempre.
-¿Por qué cojones piensas tan mal de mí siempre?
-Porque tú eres de los que piensan que escrúpulos es una isla griega, por eso.
¡CRASH!
Miré a Gina y su taza se había roto en mil pedazos al caer al suelo.
-Gina, ¿estás bien? – Preguntó su madre.
-S-sí. – Miró a Bill y a Tom de arriba abajo repetidas veces hasta que reaccionó. - ¿Me disculpáis un segundo? Luego lo limpio, mamá. – Fue hacia la puerta. – ¡Blair! – Me llamó saliendo de la cocina y la seguí.
-Disculpadla. – Susan se agacho y empezó a recoger los pedazos del suelo.
-Oh, no se preocupe. – Dijo Bill mientras Tom se agachaba para ayudarla.
-Gracias… Es que, no os lo he dicho pero Gina es fan vuestra. Lleva años admirándoos y al veros así de repente creo que se ha asustado un poco.
-Anda… - Dijo Tom levantándose. - ¿Dónde…? – Le enseñó los pedazos que sujetaba con las manos, con cuidado para no cortarse.
-Aquí. – Abrió un armarito de debajo la encimera y echó los pedazos ahí, Tom hizo lo mismo. – Gracias.
Gina me agarró del brazo y nos encerró en un cuartito que había bajo las escaleras.
-¿Qué hacemos…? – Pronuncié.
-¿De qué conoces a esos dos?
-No lo sé.
-¡¿Cómo que no lo sabes?!
-Pues eso, que no lo sé. Ellos aparecieron después de que tuviera mi accidente y, por cómo me tratan, creo que éramos muy amigos.
-Ah… - Cogió aire.
-Son muy majos.
-Espera, ¿no sabes quiénes son? – Me miró como si fuera de otro planeta.
-¿Bill y Tom? – Dije insegura, no sabía a qué se refería, como la mitad de las cosas que Gina me decía.
-¡Bill y Tom Kaulitz! Por Dios, son estrellas del rock, al igual que Georg y Güstav.
-¿Quién?
-Los cuatro forman la famosa banda Tokio Hotel. – Me quedé pensativa. - ¿De verdad no lo sabías? Son muy famosos. ¿No te suena ni el nombre? – Negué con la cabeza. – Eres como una marciana, ¿lo sabías?
-Qué raro, tú sigue así y no sé porqué me dará por hablarles mal de ti. – Sus ojos se abrieron como naranjas. – Se ve que te encantan, no querrás caerles mal a tus ídolos.
-Bueno, tanto como ídolos… Los conozco por las revistas. – Se hizo la importante.
-Ya, por eso tienes la habitación llena de posters de Tom ¿no?
-¡Shh! – Me tapó la boca. Ya respondió a mi pregunta. - ¿Y tu como sabes eso? Te tengo dicho que a mi habitación ni te acerques.
-Si dejas la puerta abierta es normal que lo vea. – Gina bufó.
-Vale, tú ganas. ¿Qué quieres?
-Simple, que seas más amable.
-¿Y ya está? – Se extrañó.
-Ya está.
-Tú no sabes negociar muy bien cuando tienes todos los ases en tu mano ¿no?
-No quiero negociar. Voy a pasar bastante tiempo aquí y ¿de verdad tú quieres que nos lancemos puyas constantemente?
-Vale, tregua. Pero eso no significa que me caigas bien.
-Yo tampoco he dicho eso.
By Tom
Susan nos sirvió una taza a cada uno y luego nos ofreció galletas y algún que otro bollo en una bandeja. Como es normal, Bill ya cogió dos, suerte que no tenía más manos.
-No sé cómo puedes comer así.
-Calla. – Volvió a darle otro mordisco a la bollería. La verdad era que me gustaba verle así, me recordaba a cuando desayunábamos en casa cuando éramos pequeños. Siempre nos acabamos peleando por lo último que quedaba en la mesa. Tan adulto que parece Bill a la hora de tomar decisiones serias con la banda y lo crío que se le ve ahora, como si no tuviera preocupaciones y no fuera nada más que un niño.
No sé porqué, pero me encantaba verle así. Me hacía gracia. - ¿Qué miras? – Me preguntó con la boca llena.
-No, nada. – Me reí un poco, vaya cara que llevaba. Parecía el monstruo de las galletas. Tragó lo que estaba masticando.
-Tom… - Me amenazó.
-Que no es nada, tranqui. – Me reí un poco más. Al final opté por coger un bollo, bueno, el último, Bill se había comido ya tres.
-Eh, ¿Qué haces? – Me preguntó.
-¿Qué hago de qué?
-Ese bollo es mío.
-¿Tuyo? – No me lo podía creer, ¿aun tenía más hambre? - ¡Bill, te has comido tres! Zampabollos.
-Lo que tú quieras, pero dámelo. – Me encontré la palma de su mano delante de la cara.
-Sí, y una mierda. Yo no he comido nada.
-Pues porque no has querido. – No, porque tu no me has dado tiempo.
-Bueno pues ahora quiero y me pienso comer mi bollo.
-¡No es tuyo! Además, no seas falso, si a ti no te gusta tanto la bollería como a mí.
-Ya, pero por joderte un rato me aguanto… - Me lo iba a llevar a la boca en cuanto Bill se me echó encima. Volvíamos a parecer niños de diez años.
-¡Que me lo des, Tom!
-¡No! – Empecé a partirme el culo, sobretodo porque para Bill eso iba en serio.
-¡Te vas a reír de tu puta madre!
-Eh, cuidado con mamá. Que ya sabes que la cabrona se entera de todo, no sé como lo hace.
-¡TOM!
-¿Tu sabes el espectáculo que estás dando? – Le sujetaba la cara con una mano y con la otra sujetaba el bollo para mantenerlo alejado de su alcance, mientras Bill alargaba los brazos para intentar cogerlo.
-¡Dámelo! – Me lo acerqué como pude a la boca y le pegué un lametón.
-Ah, ya lo he chupado. – Me encogí de hombros y Bill volvió picado a su sitio. - Jeje, que crío eres. – Se cruzó de brazos mientras yo cataba el sabor de la victoria. – Está rico ¿eh? – Le provoqué.
By Blair
Nada más entrar en la cocina Bill dio un golpe con el puño en la mesa.
-¿Qué pasa? – Intenté descodificar la mirada que se echaron Tom y Bill, pero no deducí nada.
-Nada. – Me contestó Bill con las risitas de Tom de fondo.
-Nah, que es un niño todavía. No te preocupes.
-Mira quién habla. – Respondió a su agresión verbal.
-Yo por lo menos lo admito. – Concluyó. No les presté mucha atención, en cambio Gina no podía apartar la mirada de ellos dos desde que habíamos entrado. Tom se percató de eso. - ¿Algún problema? – Gina reaccionó.
-Oh, nada. – Tom elevó una ceja.
-Es fan vuestra. – Aclaré. Gina me dio un manotazo en el brazo.
-Eh. – Tom se levantó de su silla y se quedó mirándola. – No te atrevas a tocarla, ¿me entiendes?
-No ha sido nada, tan solo un pequeño golpe. – Intenté calmarle. ¿Por qué diablos le daba tanta importancia?
-Estás débil y no tenía porque pegarte. – Gina se encogió de hombros, mostrándose sumisa. – Además, por cómo nos miras se nota que lo que ha dicho es cierto.
-Tom, tampoco hace falta hablarle así a la chica. – Intervino Bill, el cual también se levantó. - ¿Cómo te llamabas?
-Gina.
-Eso, Gina. – Le sonrió. – Estoy seguro de que no lo ha hecho adrede, si es fan nuestra estará nerviosa, es normal. Tú más que nadie deberías saberlo. – Tom se quedó pensativo unos segundos, hasta que cedió ante la seriedad y comprensión de su hermano.
-Vale, me he pasado, lo siento.
-No, tranquilo. – Añadió Gina. Tom la miró de reojo y luego miró la hora en su enorme reloj.
-Se está haciendo tarde, tendríamos que irnos, Bill. – Cambio radicalmente de tema.
-Tienes razón. – Se giró hacia nosotras. – Volveremos a verte mañana. – Me abrazó.
-Vale, hasta entonces. – Se me quedó mirando unos segundos, no pude evitar sonreírle e él hizo lo mismo.
-Encantado de conocerte, Gina.
-Lo mismo digo, Bill. – Estaba que no se lo creía. Era la primera vez que veía a Gina tan callada. Se dieron dos besos. – Aún no me lo creo… - Soltó con una carcajada avergonzada.
-Pues créetelo, hasta mañana. – Bill fue hacia la puerta, entonces se me acercó Tom y me dio otro abrazo.
-Si Gina te trata mal no dudes en contármelo. – Me susurró disimuladamente al oído.
-Claro, para que saques los tanques… - Bromeé. – Estoy bien, vete. – Me acarició la mejilla sin estar muy convencido de dejarme ahí.
-Un placer. – Le tendió la mano a Gina.
-Igualmente. – Ella se la dio. – Adiós.
By Bill
Nos despedimos de Susan, que nos acompañó hasta la puerta en cuanto nos vio pasar por el salón y le dijimos que nos íbamos. Le dimos las gracias por el té y las pastas y le dije que volveríamos mañana por la tarde, seguramente después de comer. Esperé a oír el cierre de la puerta.
-¿Qué te paaaasa…? – Pregunté.
-¿Qué?
-¿Por qué has estado tan borde con esa chica? – Formulé la pregunta de otra forma.
-¿Tú has visto el golpe que le ha dado? No tenía por qué hacer eso por muy nerviosa que estuviera. Blair ha pasado por mucho y ahora solo le faltaba que la tratasen así. – Caminamos hasta el coche.
-Vale, puede que Gina no haya actuado de forma muy correcta… Pero tiene 17 años… ¿Qué esperabas de una niña rica con esa edad? – Entré en el asiento del copiloto.
-Tú también tenías pasta a esa edad y no estabas tan imbécil. – Se sentó a mi lado, haciendo botar todo el coche de la fuerza con la que se había sentado.
-Veo que estás muy cabreado… Pero, lo siento, no lo entiendo. – Puso las llaves e intentó arrancar el coche.
-Ese tipo de chica… No me gusta. Esa gente así, tan materialista, que cree que todo el mundo le rodea y que siempre tendrá lo que quiere sin hacer nada… No los soporto, se podrían ir todos a la mierda. – Volvió a intentar arrancarlo.
-Me estás diciendo que te odias a ti mismo. – Me burlé.
-No, ostias… - Volvió a intentarlo.
-¿Entonces?
-¡JODER! – Soltó la llave con furia. - ¡Blair no tiene ni puta idea de por lo que ha pasado y si por mi fuera preferiría que siguiera así! ¡Ostia puta, Bill, ¿no quieres que esté a salvo de una puta vez?! ¡Yo no quiero que nadie la toque ¿entiendes?! – No me esperaba esta reacción. Tom hablaba muy seriamente y creo que hasta lloraba de la rabia que contenía. - ¡Deberías entenderlo, eres tú el que está enamorado de ella, PREOCUPATE UN POCO, coño! – Vale que se hubiera cabreado, pase sus contestaciones bruscas, vale que tenga ganas de matar a alguien, pero que no insinúe que no estoy preocupado por Blair. No le contesté, si lo hiciera entraríamos en otra pelea, pero esta vez de verdad. Simplemente me callé lo que quería chillarle a Tom. - ¡ARRANCA, JODER! – Le gritó al coche dando un puñetazo a la guantera.
No podía decirle a nadie lo mucho que me importaba Blair y ahora aún más. Hubieran pensado que es obsesión enfermiza o algo así. Quería estar con ella todo lo que pudiera, ahora mismo me gustaría estar a su lado. Pero ella no se acuerda de mí y lo único que pensaría es que soy un pesado o, más aún, que la he mentido o algo parecido. Quiero que vuelva a confiar en mi tal y como lo hacía antes y eso no puedo conseguirlo siendo impaciente y rebotándome con Tom. Tan solo no quiero decir en voz alta ciertas cosas que me gustaría que no hubieran pasado. Pero mi hermano me lo estaba poniendo a tiro.
-Lo… Lo siento, Bill. No he debido decir eso. – Se disculpó.
-¿No se te ha ocurrido pensar que me lo guardo para mí mismo? – No quería decir nada en voz alta, ya que podía llegar a pensar que si no lo mencionaba nunca sería real del todo. – ¡Vale, sí, es cierto, no la he defendido como tu allí dentro! ¡Pero creo que si lo hiciera, tan solo por una vez y por muy poco que sea, ya no podría volver a dejarla sola! La última vez que lo hice… pensando en que podría con ello sola, que yo solo la estorbaría, mira lo que pasó. Le doy vueltas a eso todas las noches, deseando volver a atrás. ¿Y qué me encuentro en el mundo real? A una chica que no sabe ni cuál es mi nombre. ¡Si fuera por mí la protegería de tal manera que la apartaría absolutamente de todo para asegurarme de que nada le hiciera daño! ¡Pero me aguanto, me lo callo y me aguanto precisamente porque la quiero! – Hice una breve pausa para coger aire, Tom me estaba mirando de la misma forma en la que le miraba yo antes. Intenté calmarme, pero no pude. Tenía una especie de vómito de palabras. Y, sinceramente, me estaba gustando desahogarme aunque se me hiciera duro enfrentarme a lo que es real otra vez. - ¡Yo ya hice esto una vez! ¡Lo que estoy haciendo ahora yo ya lo he hecho! ¡Estar con ella, intentar que me coja confianza poco a poco, intentar no parecer un pesado…! ¡Yo todo eso ya lo he pasado y cuando por fin pude decir que era mía lo perdí todo! ¡No sabes lo duro que es eso! ¡Ya no me mira como antes y no hay nada que me duela más!
-Bill… - Susurró.
-¡NO TE ATREVAS a decir que no me preocupo por ella! – Noté una lagrima deslizarse por mi mejilla, estupendo. Agache la cabeza y me sequé bruscamente esa lagrima. Note la mano de Tom apoyada en mi hombro. – No me mires y arranca de una puta vez. – Obedeció, por fin el coche arrancó. Mejor, porque si no ya lo quemaba.
Continuará.
