Capitulo 16


it’s a forgone conclusion, your love’s an illusion


By Blair

-¿Dónde te habías metido? – Le preguntó Bill acercándose al asiento del piloto.

-Ya estamos otra vez… A dar una vuelta, ¿Qué voy a hacer yo en ese sitio? – Era la tercera vez que Tom respondía lo mismo.

-Siendo tu cualquier cosa. Te habrás aprovechado de cualquier desequilibrada. – Volvió a apoyarse en su asiento. Tom bufó pero no contestó a su hermano. – Has estado media hora.

-¡Porque me he perdido, cojones! – Se giró de golpe hacia el asiento de atrás, plantándole cara a Bill.

-¡Tom, la carretera, LA CARRETERA! – Le gritó Bill alarmado. Tom volvió a coger bien el volante, no habíamos desviado del carril y casi chocamos con un camión. - ¡¿ESTÁS CHALADO?!

-¡JILI-POLLAS!

-¡¿Encima me insultas?!

-¡No te lo digo a ti, idiota, se lo digo al imbécil del camión, joder!

-Ah, ahora él tiene la culpa de que tú seas como un camicace.

-Es verdad, tienes razón. El que me ha distraído has sido tú.

-¡¿Yo?! Si solo te he hecho una pregunta.

-¡Pues no me la hagas más veces, porque mi respuesta será la misma! – Volvió a centrar su atención en la carretera. Si Bill volviera a decirle algo dudo que él entrase al tapo, pero por suerte Bill no dijo nada.

-¿Estás bien? – Me preguntó.

-Sí, tranquilo.

-Perdona este viaje. No suelen ser todos así, gracias a Dios.

-No, cuando Bill se pone más pesado lo echo a la carretera y problema resuelto.

-Fantasma. – Dijo Bill por lo bajo.

-Enano. – Contestó su hermano.

Yo no podía hacer nada más que contemplar esa escena. Aunque se insultaran se notaba que no lo decían en serio, la verdad es que me gustaba verles así. Creaban un ambiente familiar y acogedor sin darse cuenta. Me sentía a gusto y a salvo con ellos. Eran naturales, no me habían dado ningún motivo para desconfiar de ellos. Son los únicos que me transmiten esta sensación.

Siguieron peleándose a su manera durante todo el viaje. Yo les ignoré, era mejor no meterse, y me relajé. No podía evitar mirar a través de la ventana y recordar el recorrido, el mismo que hice con el doctor. Pero hay una diferencia, ahora no estaba incomoda como esa vez. Entonces sentía nerviosismo y algo de miedo por donde me llevaba aunque yo hubiera accedido a la primera, pero ahora estaba a salvo. Iba con ellos dos y tenía la más absoluta seguridad de que no me pasaría nada mientras ellos estuvieran cerca.




-Bueno… Aquí es. – Tom paró el coche y observó la casa para comprobar si en realidad era esa. Lo era. Bill salió el momento y me tendió la mano para ayudarme a salir. Tom paró el motor y fuimos los tres hacia el porche. - ¿Tenías ganas de volver? – Asentí sonriente.

-Aunque Gina…

-Si tienes algún problema con ella me lo dices.

-Sí, ¿Qué vas a hacer? ¿Romperle los dientes? – Se burló Bill.

-Pues mira, quizás lo haga. – Ya estaban otra vez. Llamé al timbre.

-Claro, como que tienes huevos de pegar a una chica y además tan rica.

-Bill, no sé si sabes que nosotros también tenemos dinero… ¿Pero qué digo? Claro que lo sabes, si no estaríamos tiesos desde los 16 años por todas las mierdas que te compras, que, por cierto, solo te pones una vez. Manda cojones tirar el dinero de esa manera…

-¿Qué? Tú no te gastas nada, una cosa compensa la otra. Además, yo me gasto mi dinero con lo que me da la gana.

-No si… no hace falta que lo jures. – Se cruzó de brazos. – Pijo.

-Animal. – Llamé al timbre otras repetidas veces para a ver si nos abrían ya y esa escena tan familiar se rompía ya.

Al fin nos abrieron. Era Susan.

-¡Blair! – Me abrazó. – ¿Estás bien? Te hemos echado mucho de menos. – Volvió a abrazarme. No entendía tanto entusiasmo, ¿tanto me había echado en falta? Si tan solo estuve un par de días.

-Habla por ti. – Reconocí esa voz. Gina bajó las escaleras y ni se molestó en mirarme, fue directa a la cocina.

-No le hagas caso, en el fondo se alegra. – Sí, ya.

-Hola, soy Tom Kaulitz, el mejor amigo de Blair.

-Yo Bill, el hermano del fantasma. – Entonces se dedicaron un par de miradas cariñosas.

-Oh… - Susan se quedó algo… sorprendida al verles. – Encantada, yo soy Susan Waldorf. Y esa que ha pasado hace un momento tan distante es mi hija Gina. Puede que haya causado una mala impresión, pero os aseguro que es una buena chica… Tan solo un poco brusca y testaruda.

-Fíjate, ¿no te recuerda a alguien? – Bill miró a Tom.

-Já, que gracioso que eres, me parto el culo contigo, Bill.

-Lo sé. – Contestó orgulloso.

-No les haga caso, llevan todo el viaje así. – Informé a Susan. Ella se rió.

-Blair, estarás hambrienta, pasa y te prepararé algo. – Asentí. – Vosotros también pasad, por favor.

-¿Seguro que no molestamos? – Preguntó Bill.

-En absoluto. Es más, creo que Gina se llevará una alegría cuando os vea. Ven, Blair. – Me llevó a la cocina.

-Aah… Una fan, eso cambia las cosas. – Dijo Tom.

-¿Qué insinúas? – Le amenazó Bill.

-Yo nada. – Y entró en la casa.

Todo seguía igual. Susan me invitó a sentarme en la mesa de la cocina mientras ella nos preparaba algo a los tres. Por el olor creo que empezó a hacer té y luego sacó unas pastas.

-Vaya… Veo que sigues entera… - Murmuró Gina.

-Sí, siento decepcionarte nada más llegar.

-Eh, que me alegro, mujer…

-Sí, por tu voz se nota que estás encantada.

-Bueno, me vuelvo a mi habitación, no pienso estar aquí aguantando tanta desconfianza hacia mi persona. – Se levantó y agarró su taza. En ese momento Bill y Tom entraron en la cocina dedicándose palabras llenas de amor, como siempre.

-¿Por qué cojones piensas tan mal de mí siempre?

-Porque tú eres de los que piensan que escrúpulos es una isla griega, por eso.

¡CRASH!

Miré a Gina y su taza se había roto en mil pedazos al caer al suelo.

-Gina, ¿estás bien? – Preguntó su madre.

-S-sí. – Miró a Bill y a Tom de arriba abajo repetidas veces hasta que reaccionó. - ¿Me disculpáis un segundo? Luego lo limpio, mamá. – Fue hacia la puerta. – ¡Blair! – Me llamó saliendo de la cocina y la seguí.

-Disculpadla. – Susan se agacho y empezó a recoger los pedazos del suelo.

-Oh, no se preocupe. – Dijo Bill mientras Tom se agachaba para ayudarla.

-Gracias… Es que, no os lo he dicho pero Gina es fan vuestra. Lleva años admirándoos y al veros así de repente creo que se ha asustado un poco.

-Anda… - Dijo Tom levantándose. - ¿Dónde…? – Le enseñó los pedazos que sujetaba con las manos, con cuidado para no cortarse.

-Aquí. – Abrió un armarito de debajo la encimera y echó los pedazos ahí, Tom hizo lo mismo. – Gracias.





Gina me agarró del brazo y nos encerró en un cuartito que había bajo las escaleras.

-¿Qué hacemos…? – Pronuncié.

-¿De qué conoces a esos dos?

-No lo sé.

-¡¿Cómo que no lo sabes?!

-Pues eso, que no lo sé. Ellos aparecieron después de que tuviera mi accidente y, por cómo me tratan, creo que éramos muy amigos.

-Ah… - Cogió aire.

-Son muy majos.

-Espera, ¿no sabes quiénes son? – Me miró como si fuera de otro planeta.

-¿Bill y Tom? – Dije insegura, no sabía a qué se refería, como la mitad de las cosas que Gina me decía.

-¡Bill y Tom Kaulitz! Por Dios, son estrellas del rock, al igual que Georg y Güstav.

-¿Quién?

-Los cuatro forman la famosa banda Tokio Hotel. – Me quedé pensativa. - ¿De verdad no lo sabías? Son muy famosos. ¿No te suena ni el nombre? – Negué con la cabeza. – Eres como una marciana, ¿lo sabías?

-Qué raro, tú sigue así y no sé porqué me dará por hablarles mal de ti. – Sus ojos se abrieron como naranjas. – Se ve que te encantan, no querrás caerles mal a tus ídolos.

-Bueno, tanto como ídolos… Los conozco por las revistas. – Se hizo la importante.

-Ya, por eso tienes la habitación llena de posters de Tom ¿no?

-¡Shh! – Me tapó la boca. Ya respondió a mi pregunta. - ¿Y tu como sabes eso? Te tengo dicho que a mi habitación ni te acerques.

-Si dejas la puerta abierta es normal que lo vea. – Gina bufó.

-Vale, tú ganas. ¿Qué quieres?

-Simple, que seas más amable.

-¿Y ya está? – Se extrañó.

-Ya está.

-Tú no sabes negociar muy bien cuando tienes todos los ases en tu mano ¿no?

-No quiero negociar. Voy a pasar bastante tiempo aquí y ¿de verdad tú quieres que nos lancemos puyas constantemente?

-Vale, tregua. Pero eso no significa que me caigas bien.

-Yo tampoco he dicho eso.





By Tom

Susan nos sirvió una taza a cada uno y luego nos ofreció galletas y algún que otro bollo en una bandeja. Como es normal, Bill ya cogió dos, suerte que no tenía más manos.

-No sé cómo puedes comer así.

-Calla. – Volvió a darle otro mordisco a la bollería. La verdad era que me gustaba verle así, me recordaba a cuando desayunábamos en casa cuando éramos pequeños. Siempre nos acabamos peleando por lo último que quedaba en la mesa. Tan adulto que parece Bill a la hora de tomar decisiones serias con la banda y lo crío que se le ve ahora, como si no tuviera preocupaciones y no fuera nada más que un niño.
No sé porqué, pero me encantaba verle así. Me hacía gracia. - ¿Qué miras? – Me preguntó con la boca llena.

-No, nada. – Me reí un poco, vaya cara que llevaba. Parecía el monstruo de las galletas. Tragó lo que estaba masticando.

-Tom… - Me amenazó.

-Que no es nada, tranqui. – Me reí un poco más. Al final opté por coger un bollo, bueno, el último, Bill se había comido ya tres.

-Eh, ¿Qué haces? – Me preguntó.

-¿Qué hago de qué?

-Ese bollo es mío.

-¿Tuyo? – No me lo podía creer, ¿aun tenía más hambre? - ¡Bill, te has comido tres! Zampabollos.

-Lo que tú quieras, pero dámelo. – Me encontré la palma de su mano delante de la cara.

-Sí, y una mierda. Yo no he comido nada.

-Pues porque no has querido. – No, porque tu no me has dado tiempo.

-Bueno pues ahora quiero y me pienso comer mi bollo.

-¡No es tuyo! Además, no seas falso, si a ti no te gusta tanto la bollería como a mí.

-Ya, pero por joderte un rato me aguanto… - Me lo iba a llevar a la boca en cuanto Bill se me echó encima. Volvíamos a parecer niños de diez años.

-¡Que me lo des, Tom!

-¡No! – Empecé a partirme el culo, sobretodo porque para Bill eso iba en serio.

-¡Te vas a reír de tu puta madre!

-Eh, cuidado con mamá. Que ya sabes que la cabrona se entera de todo, no sé como lo hace.

-¡TOM!

-¿Tu sabes el espectáculo que estás dando? – Le sujetaba la cara con una mano y con la otra sujetaba el bollo para mantenerlo alejado de su alcance, mientras Bill alargaba los brazos para intentar cogerlo.

-¡Dámelo! – Me lo acerqué como pude a la boca y le pegué un lametón.

-Ah, ya lo he chupado. – Me encogí de hombros y Bill volvió picado a su sitio. - Jeje, que crío eres. – Se cruzó de brazos mientras yo cataba el sabor de la victoria. – Está rico ¿eh? – Le provoqué.





By Blair

Nada más entrar en la cocina Bill dio un golpe con el puño en la mesa.

-¿Qué pasa? – Intenté descodificar la mirada que se echaron Tom y Bill, pero no deducí nada.

-Nada. – Me contestó Bill con las risitas de Tom de fondo.

-Nah, que es un niño todavía. No te preocupes.

-Mira quién habla. – Respondió a su agresión verbal.

-Yo por lo menos lo admito. – Concluyó. No les presté mucha atención, en cambio Gina no podía apartar la mirada de ellos dos desde que habíamos entrado. Tom se percató de eso. - ¿Algún problema? – Gina reaccionó.

-Oh, nada. – Tom elevó una ceja.

-Es fan vuestra. – Aclaré. Gina me dio un manotazo en el brazo.

-Eh. – Tom se levantó de su silla y se quedó mirándola. – No te atrevas a tocarla, ¿me entiendes?

-No ha sido nada, tan solo un pequeño golpe. – Intenté calmarle. ¿Por qué diablos le daba tanta importancia?

-Estás débil y no tenía porque pegarte. – Gina se encogió de hombros, mostrándose sumisa. – Además, por cómo nos miras se nota que lo que ha dicho es cierto.

-Tom, tampoco hace falta hablarle así a la chica. – Intervino Bill, el cual también se levantó. - ¿Cómo te llamabas?

-Gina.

-Eso, Gina. – Le sonrió. – Estoy seguro de que no lo ha hecho adrede, si es fan nuestra estará nerviosa, es normal. Tú más que nadie deberías saberlo. – Tom se quedó pensativo unos segundos, hasta que cedió ante la seriedad y comprensión de su hermano.

-Vale, me he pasado, lo siento.

-No, tranquilo. – Añadió Gina. Tom la miró de reojo y luego miró la hora en su enorme reloj.

-Se está haciendo tarde, tendríamos que irnos, Bill. – Cambio radicalmente de tema.

-Tienes razón. – Se giró hacia nosotras. – Volveremos a verte mañana. – Me abrazó.

-Vale, hasta entonces. – Se me quedó mirando unos segundos, no pude evitar sonreírle e él hizo lo mismo.

-Encantado de conocerte, Gina.

-Lo mismo digo, Bill. – Estaba que no se lo creía. Era la primera vez que veía a Gina tan callada. Se dieron dos besos. – Aún no me lo creo… - Soltó con una carcajada avergonzada.

-Pues créetelo, hasta mañana. – Bill fue hacia la puerta, entonces se me acercó Tom y me dio otro abrazo.

-Si Gina te trata mal no dudes en contármelo. – Me susurró disimuladamente al oído.

-Claro, para que saques los tanques… - Bromeé. – Estoy bien, vete. – Me acarició la mejilla sin estar muy convencido de dejarme ahí.

-Un placer. – Le tendió la mano a Gina.

-Igualmente. – Ella se la dio. – Adiós.





By Bill

Nos despedimos de Susan, que nos acompañó hasta la puerta en cuanto nos vio pasar por el salón y le dijimos que nos íbamos. Le dimos las gracias por el té y las pastas y le dije que volveríamos mañana por la tarde, seguramente después de comer. Esperé a oír el cierre de la puerta.

-¿Qué te paaaasa…? – Pregunté.

-¿Qué?

-¿Por qué has estado tan borde con esa chica? – Formulé la pregunta de otra forma.

-¿Tú has visto el golpe que le ha dado? No tenía por qué hacer eso por muy nerviosa que estuviera. Blair ha pasado por mucho y ahora solo le faltaba que la tratasen así. – Caminamos hasta el coche.

-Vale, puede que Gina no haya actuado de forma muy correcta… Pero tiene 17 años… ¿Qué esperabas de una niña rica con esa edad? – Entré en el asiento del copiloto.

-Tú también tenías pasta a esa edad y no estabas tan imbécil. – Se sentó a mi lado, haciendo botar todo el coche de la fuerza con la que se había sentado.

-Veo que estás muy cabreado… Pero, lo siento, no lo entiendo. – Puso las llaves e intentó arrancar el coche.

-Ese tipo de chica… No me gusta. Esa gente así, tan materialista, que cree que todo el mundo le rodea y que siempre tendrá lo que quiere sin hacer nada… No los soporto, se podrían ir todos a la mierda. – Volvió a intentar arrancarlo.

-Me estás diciendo que te odias a ti mismo. – Me burlé.

-No, ostias… - Volvió a intentarlo.

-¿Entonces?

-¡JODER! – Soltó la llave con furia. - ¡Blair no tiene ni puta idea de por lo que ha pasado y si por mi fuera preferiría que siguiera así! ¡Ostia puta, Bill, ¿no quieres que esté a salvo de una puta vez?! ¡Yo no quiero que nadie la toque ¿entiendes?! – No me esperaba esta reacción. Tom hablaba muy seriamente y creo que hasta lloraba de la rabia que contenía. - ¡Deberías entenderlo, eres tú el que está enamorado de ella, PREOCUPATE UN POCO, coño! – Vale que se hubiera cabreado, pase sus contestaciones bruscas, vale que tenga ganas de matar a alguien, pero que no insinúe que no estoy preocupado por Blair. No le contesté, si lo hiciera entraríamos en otra pelea, pero esta vez de verdad. Simplemente me callé lo que quería chillarle a Tom. - ¡ARRANCA, JODER! – Le gritó al coche dando un puñetazo a la guantera.

No podía decirle a nadie lo mucho que me importaba Blair y ahora aún más. Hubieran pensado que es obsesión enfermiza o algo así. Quería estar con ella todo lo que pudiera, ahora mismo me gustaría estar a su lado. Pero ella no se acuerda de mí y lo único que pensaría es que soy un pesado o, más aún, que la he mentido o algo parecido. Quiero que vuelva a confiar en mi tal y como lo hacía antes y eso no puedo conseguirlo siendo impaciente y rebotándome con Tom. Tan solo no quiero decir en voz alta ciertas cosas que me gustaría que no hubieran pasado. Pero mi hermano me lo estaba poniendo a tiro.

-Lo… Lo siento, Bill. No he debido decir eso. – Se disculpó.

-¿No se te ha ocurrido pensar que me lo guardo para mí mismo? – No quería decir nada en voz alta, ya que podía llegar a pensar que si no lo mencionaba nunca sería real del todo. – ¡Vale, sí, es cierto, no la he defendido como tu allí dentro! ¡Pero creo que si lo hiciera, tan solo por una vez y por muy poco que sea, ya no podría volver a dejarla sola! La última vez que lo hice… pensando en que podría con ello sola, que yo solo la estorbaría, mira lo que pasó. Le doy vueltas a eso todas las noches, deseando volver a atrás. ¿Y qué me encuentro en el mundo real? A una chica que no sabe ni cuál es mi nombre. ¡Si fuera por mí la protegería de tal manera que la apartaría absolutamente de todo para asegurarme de que nada le hiciera daño! ¡Pero me aguanto, me lo callo y me aguanto precisamente porque la quiero! – Hice una breve pausa para coger aire, Tom me estaba mirando de la misma forma en la que le miraba yo antes. Intenté calmarme, pero no pude. Tenía una especie de vómito de palabras. Y, sinceramente, me estaba gustando desahogarme aunque se me hiciera duro enfrentarme a lo que es real otra vez. - ¡Yo ya hice esto una vez! ¡Lo que estoy haciendo ahora yo ya lo he hecho! ¡Estar con ella, intentar que me coja confianza poco a poco, intentar no parecer un pesado…! ¡Yo todo eso ya lo he pasado y cuando por fin pude decir que era mía lo perdí todo! ¡No sabes lo duro que es eso! ¡Ya no me mira como antes y no hay nada que me duela más!

-Bill… - Susurró.

-¡NO TE ATREVAS a decir que no me preocupo por ella! – Noté una lagrima deslizarse por mi mejilla, estupendo. Agache la cabeza y me sequé bruscamente esa lagrima. Note la mano de Tom apoyada en mi hombro. – No me mires y arranca de una puta vez. – Obedeció, por fin el coche arrancó. Mejor, porque si no ya lo quemaba.
Continuará.

Capitulo 15


he’s a warm breeze breathing life into me


Esta enorme y temerosa casa está en un remoto lugar. Supongo que en alguna ciudad perdida o en algún lugar perdido de dicha ciudad. Yo soy una chica metida en esta casa. Puede resultar como un cuento, imaginarme como una muñeca con una cara graciosa de porcelana. En eso me parezco, pienso cosas que nunca podré decir y por lo tanto nadie escuchará. No sé de qué se trata todo esto, no soy lo bastante fuerte para llegar a entenderlo pero está quemando todo mi mundo como si fueran palabras escritas en un papel. No soy lo bastante fuerte para afrontar mis dudas, si me las contestara alguien no lo asimilaría. Lo siento, se huele en el aire. Este sitio está enfermo. Sentiré ese dolor hasta que mate todo lo demás, me gusta sentirlo porque así averiguo que sigo viva. Esto no es el infierno. Es peor.


Acababa de meterme en mi habitación nada más perder a German de los talones.
Me encerré en el armario. Así si entraba a mirar no me vería. Me parecía ridículo mi comportamiento, pero desde que había entrado en ese sitio todo era inmoral por mi parte. Ese lugar me estaba absorbiendo en cuerpo y alma, deshaciéndome todos los esquemas que ya me había montado en mi cabeza. Tergiversándolos y confundiéndome.
Supongo que una vez llegué a sonreír. Sí, seguro que lo hice. Si estuve con Bill seguro que sonreí más de una vez y de verdad, no de esas sonrisas felices llenas de mentiras que tan solo ocultan hipocresía y falsedad.
¿Qué estaría haciendo Bill en ese momento?
No pasaba un solo día sin que me lo preguntara.
¿Pensaría en mí?
Esto era la primera vez que me lo preguntaba. Y yo misma tenía la respuesta, pero no quería ni pensarla.

La puerta del armario se abrió.

-Blair, tienes visita. – Otro enfermero. Ya sabía que el doctor estaba aquí, estúpido. – Venga. – Me encogí. – Vamos, Blair… - Me rogó agarrándome y sujetándome en brazos. Al cerrar la puerta del armario me dejó sobre el suelo otra vez. No hice fuerza con los pies y caí de culo al suelo. No quería moverme, no quería verle otra vez. Sabía que al quedarme en el suelo no solucionaba nada, él mismo podía venir a verme a mi habitación o, simplemente, el enfermero llevarme él mismo. Había adelgazado y parecía huesos y piel. – No te hagas de rogar, nena. – Volvió a agarrarme, esta vez de las manos y tiró de mí hacia arriba. En menos de un segundo ya me puso en pie. No quería volver a caerme así que obedecí. – Vamos… - Me dio una pequeña palmada en la espalda y me hizo andar. – Te está esperando en el vestíbulo.





By Bill

Miré la hora.
¿Por qué tardaban tanto en buscarla?
Empezaba a impacientarme, este sitio no me transmitía buenas sensaciones. Me sentía incomodo y todavía me hacía sentirme peor el pensar que Blair se pasaba el día con esa gente. Ella no estaba loca, simplemente confusa. Y metiéndola aquí dentro todavía la confundirán más o incluso conseguirán trastornarla como los demás que están aquí.

-Bill… - La oí susurrar mi nombre. Elevé la cabeza de inmediato y la vi a unos pocos metros de mí con un gran hombre vestido de blanco a su lado. Llevaba el pelo muy enredado, aunque seguía teniendo su liso. Unos mechones le tapaban media cara. Estaba muy pálida y parecía que se pudiera desplomar sobre el suelo en cualquier momento. No me dio tiempo a reaccionar y ya tenía a Blair entre mis brazos. Me agarraba con fuerza. La abracé, la abracé lo más que pude. No té su cuerpo muy delgado comparado con la ultima vez.

-¡Blair! – Un hombre con americana se acercaba por un pasillo corriendo hacia nosotros. Blair reaccionó dándose la vuelta alterada y se puso detrás de mí. No entendí eso. – Por fin te encuentro, pequeña. – Blair me agarró de la camiseta.

-Perdone, usted es… - Le corté.

-Soy el doctor German. Traté a Blair en el hospital en el que estuvo ingresada. – Se acercó más y me tendió la mano. Se la di.

-Yo soy Bill. – No me dijo su apellido, yo tampoco el mío. – Disculpe, pero parece que Blair no quiere saber nada de usted.

-Lo sé. Está enfadada conmigo. Le mentí y me arrepiento.

-¿Qué fue lo que le dijo? – Tenía curiosidad, porque Blair parecía que hasta le temiera.

-Que solo se pasaría unos pocos días aquí. – Contestó.

-Así que es usted el que la metió aquí dentro… - Deducí. Tan solo simplemente por eso ya le tenía asco. Ni siquiera nos avisó. Tom lo averiguó, Dios sabe cómo. Siendo él seguro que con sobornos y amenazas varias.

-Lo hice por su…

-Bien. – Terminé su frase.

-Usted lo ha dicho. Los médicos quieren hacerle unas pruebas y quieren que yo esté presente. – Miró a Blair. – Tenemos que irnos. – Salió de detrás de mí, pero se quedó a mi lado.

-No, no quiero. – Le respondió.

-Blair… - La amenazó con el tono de voz. Rozó mi mano con la suya y me la agarró suavemente mientras permanecía inmóvil. La miré, algo sorprendido. Sentí que confiaba verdaderamente en mi y en ese momento necesitaba mi ayuda.

-Oiga, ahora he venido yo de visita. Ya le harán esas pruebas luego, quiero estar un rato con ella. – Ese hombre se lo pensó unos instantes.

-Está bien… Pero luego que venga a buscarme. Estaré por esta planta. – Le hizo un saludo a Blair con la mano y se fue hacia el jardín. Me volví hacia Blair y ella de repente hacia mí.

-Billporfavornodejesquemehaganesaspruebasnoquieroporfavor. – Me suplicó casi sin vocalizar,, los labios le temblaban. Estaba aterrada.

-Eh, Eh… - La volví a abrazar. Hasta temblaba.

-Por favor, no te vayas… - Me agarró.

-Tranquila, no te harán esas pruebas. – La tranquilicé. No sabía que le habían hecho en ese sitio y tampoco quería saberlo, no entendía cómo podían haberla asustado tanto.

-Pero luego te irás y me las harán… No quiero tomarme más pastillas… No me siento bien, no tengo ganas de hacer nada… No quiero seguir sintiéndome así.

-No vas a tener que hacerlo, cálmate.

-Pero… - Se quejó.

-Me voy a ir, sí. Pero tú vendrás conmigo. – Afirmé. Pensaba llevármela lo más rápido posible de ese lugar. Poco a poco se fue calmando.

-¿De verdad? – Preguntó. – No hace falta que me lo digas tan solo para que me calle… Pero no me mientas, contigo no sé si lo soportaría. - Me rogó.

-No te estoy mintiendo. Pienso sacarte de aquí. – Se separó un poco de mí.

-Pero ¿Cómo lo harás? German me ha metido aquí y solo él me puede sacar. O al menos algo así ponía en esos papeles…

-Llamando a alguien con don de gentes. – Nótese la ironía. Saqué el móvil de mi bolsillo y empecé a buscar en la agenda. Encontré su número, me puse el teléfono en la oreja y empecé a oír los tonos.

-¿Pero… quién? – Descolgó.

-Tom, ¿estás ocupado? – Le guiñé un ojo a Blair. Ella me sonrió un poco más tranquila y suspiró de alivio.





By Blair

Bill me dijo que fuera a mi habitación y que me cambiara, que hoy mismo saldría de aquí. Así hice, subí sin llamar la atención de nadie, fui discreta. Al llegar cerré la puerta y abrí el armario. Ahí estaba la ropa con la que había llegado el primer día. Me la puse y dejé ese “pijama” que llevaba puesto encima de la cama. Antes de irme, entré en el baño.

Me miré al espejo de arriba abajo. Me daba asco. Aunque hubiera cambiado de ropa seguía con la misma cara de sueño y de desprecio que veía cada día, aunque sabía que me iba y estaba feliz, ya tenía la enfermedad que invadía ese sitio. La locura.
Abrí el grifo y me lavé la cara con agua extremadamente fría. Ningún cambio.
Agarré el peine que estaba a un lado del lavabo. No lo había tocado desde que estaba en esa habitación. Intenté separarme un mechón de pelo del resto y pasé el peine. Repetidas veces. Lo tenía encrespado, enredado y sucio. Tardé bastante en acabar de peinármelo todo, pero al hacerlo me di cuenta de lo largo que tenía el pelo, durante mi estancia ni me había molestado en mirarme. Ni durante esta estancia ni nunca. Me llegaba más debajo de media espalda, al tenerlo antes con tantos nudos no me había dado ni cuenta. Con algo de suerte tan solo me pasaba las manos por encima cada mañana.

Volví a dejar el peine donde estaba pero esta vez con un montón de cabellos enredados en sus púas y me miré al espejo una vez más, al peinarme había algo de mejora, por suerte.

Como me trajeron a traición no me hizo falta coger nada. Observé la habitación por última vez y salí por la puerta. Desgraciadamente me encontré con alguien, con el último al que deseaba yo ver. Mike.

-¿Vas a alguna parte? – Se cruzó de brazos.

-No. – Mentí.

-Te has peinado, Blair. – Miró mi ropa. – Esta no es tu ropa, no puedes estar así aquí dentro. Cámbiate.

-No.

-Si los enfermeros te ven así te ataran a la cama. – Parecía que le divirtiera esa idea.

-Aparta, tengo que irme. - Cerré la puerta, pero él me cortó el paso en cuanto intenté avanzar.

-¿A dónde? – Le miré amenazante.

-A ti no te importa. – Me moví a la izquierda, avanzando un paso, pero él volvía a estar en medio. – Déjame pasar.

-No puedes irte.

-Me importa entre poco y nada lo que tú me digas.

-No tienes más derecho que los demás a irte antes de lo que te toca.

-Puede que no tenga derecho, pero tengo oportunidad y no la voy a dejar escapar.

-Hay gente que la necesita más que tú, llevamos más tiempo aquí y todos lo hemos pasado igual de mal o peor que tu. - ¿Qué intentaba hacer? Parecía una amenaza. - ¿Quién te va a sacar de aquí? ¿Tu amigo del otro día?

-¿Y que si lo hace? – Le aparté de un empujón.

-Recuerda, - Me agarró de la muñeca y me frenó bruscamente. – el que te saque de aquí no significa que le importes. Tu misma dijiste que no tenías a nadie. – Sí, me amenazaba.

-No, eso lo dijiste tú y repetidas veces además. Ellos van a sacarme de aquí, eso es lo único que necesito saber ahora. – Me defendí. Él me dijo una vez que si tanto me querían tendrían que sacarme de aquí y así lo han hecho. - ¡Y ahora suéltame! – Di un fuerte tirón y me libre de su fuerte agarre. No me siguió y deducí que fue a avisar a los enfermeros o a la directora. No me preocupé de eso, tan solo de bajar lo más rápido posible.

Me encontré a Bill sentado en recepción, al verme se levantó.

-¿No llevas equipaje? – Miró mis manos al ver que no llevaba ninguna maleta.

-Me trajeron aquí sin decírmelo, vine con lo puesto. – Se quedó inmóvil por un segundo, pero tan solo por un segundo. Enseguida me invitó a sentarme con él. - ¿Seguro que podré irme? Si no habéis podido no pasa nada, lo entiendo perfectamente.

-Deja de poner pegas, voy a empezar a pensar que quieres quedarte. – Negué con la cabeza. – Es broma… - Se rió un poco. – Tom ya ha hablado con la directora y han llegado a un acuerdo. – Me encogí de hombros. – Tendrás que venir una vez a la semana a hacerte una revisión. Tranquila, te llevaremos Tom o yo siempre y nos encargaremos de que no te hagan nada que no toque.

-¿Y a donde iré?

-Cuando Tom ya lo ha terminado de hablar con la directora hemos ido a buscar a German, él ha llamado a tu familia de acogida, volverás con ellos. – Bajé la mirada. – Porque… con ellos estás bien ¿no?

-Sí, sí. No es eso, es que… - Bill se inclinó. – Hay una chica, se llama Gina, que no sé cómo tratar con ella. Es muy ruda y no sé como acercarme a ella.

-Bueno, no hace falta que lo hagas. Deja que ella te muestre el camino por sí sola. Os acabareis haciendo amigas, ya verás. Tenéis la misma edad y al ser tan diferentes acabareis por gustaros mutuamente.

-Eso lo dudo mucho, pero igual tienes razón. – Se lo agradecí. - ¿Y tu como sabes que somos tan diferentes?

-Al hablar con German le hemos pedido la dirección e información de tu nueva casa, no ha hablado de Gina y de sus padres. Son buena gente.

-Sí, eso ya lo sé. – Los días que estuve con ellos me trataron perfectamente. – Y… Bueno, ¿Cuándo podremos irnos?

-Pues por poder ya, ya está todo arreglado. Pero Tom no sé donde se ha metido.





By Tom

¿Dónde se habrá metido ese mocoso?

Subí otro piso, en el cual había más putas habitaciones. Miraría por allí y si no a la mierda, sudando.
Todas las puertas estaban cerradas, chicos y chicas por el pasillo… Me fijaba en cada una de las caras de esos chicos, pero ninguno era como el que yo estaba buscando. Al fondo, vi una puerta que estaba entre abierta. No sé por qué razón me picó la curiosidad y fui a ver. Por todos los pasillos por los que había estado, todos y cada uno de ellos, tenían las puertas cerradas, pero esa no lo estaba.

Me asomé y vi a alguien sentado en el borde de la cama.
Entré y reaccionó a mi entrada.

-Por fin te encuentro. – Levantó más la mirada y me miró con sus claros ojos azules que se podían ver a través de ese pelo completamente negro. El mismo con el que me topé la primera vez que vine a ver a Blair, con el que me tropecé y, antes de irme, me amenazó diciéndome que dejara a Blair en paz.

-¿Qué quiere?

-Nada, tan solo informarte de que nos llevamos a Blair y restregarte por la cara que tú no puedes hacer nada para impedirlo.

-La otra vez pareció entenderlo.

-No, chaval, no. No te equivoques, simplemente me importó una mierda lo que me dijeras. – Me apoyé en el marco de la puerta. – Como si oyera llover.

-¿Por qué se la llevan?

-Porque a diferencia de ti, a nosotros nos importa Blair.

-A mi también. – Me reí.

-Vamos… Los dos sabemos que lo que tú sientes por Blair no es amor, ni mucho menos. Por algo no quieres que se vaya, pero no es porque te importe, tú sabrás para qué la quieres cerca de ti. Y simplemente por eso no quiero que esté contigo. No te lo tomes a mal, pero pareces otro hijo de puta disfrazado.

-¿Por qué me dice esto?

-Por dos cosas, la primera. – Me acerqué despacio hacia él. - Blair vendrá una vez a la semana por aquí, a hacerle revisiones y cosas de médicos. En esas horas que pase aquí te quiero a más de cinco metros de ella, porque si no te quedarás sin dientes.

-¿Y la segunda?

-Que no me vuelvas a amenazar, chiquitín. – Le di un par de palmadas en la mejilla. - Porque cuando alguien como tú me amenaza es la primera y última vez que lo hace. ¿Te ha quedado claro? – Asintió. No mostró ni miedo, ni terror, ni inquietud… Simplemente lo aceptó. – Genial. Que te vaya bien. - Salí de la habitación y alguien topó conmigo por detrás. Me giré y era una chica, que al parecer venía corriendo. – Eh… ¿Estás bien? – Al hablarle se le borró la sonrisa de la cara.

-Lo siento.

-No, tranquila, no pasa nada.

-Lo siento. – Repitió antes de irse. No sé si me fijé bien, pero creo que era la misma chica rubia que había visto aquella vez en las escaleras… Aunque no lo pude asegurar porque con el pelo casi no le vi la cara.

Bajé al vestíbulo y allí estaban Blair y Bill esperándome. Pedí disculpas mientras Bill me pegaba la típica bronca por retraso y Blair me abrazaba.

Subimos a mi coche y llevamos a Blair a la casa de acogida.





By Mike

-¿Mike? – Un enfermero abrió la puerta de la habitación. – ¿Todavía estás aquí? Baja, tienes una llamada. – Un escalofrío me recorrió la espalda y me congelo de repente. - ¿Me has oído? – Asentí y me acompañó hasta la cabina. – No tardes mucho, la merienda es dentro de poco. – Esperé a que desapareciera para coger el teléfono, pero antes de hacerlo tragué saliva y me armé de valor.
Me puse el auricular en la oreja.

-¿Diga?

-¿Se la han llevado? – Cada vez que escuchaba esa voz era como si algo me atravesara de cuajo. Balbuceé. – Te dije que la vigilaras, Mike. ¿Desde cuándo no me haces caso?

-La he vigilado, se lo prometo. Pero no he podido hacer nada con esto, lo siento.

-Shh… A mí las disculpas no me bastan. La has cagado, arréglalo. – Asentí. – Cuando venga ese día a la semana, gánate su confianza.

-Pero ese hombre…

-Mike, tienes que hacerme caso. Sabes lo que pasa cuando no me haces caso ¿verdad? – Recordé.

-Sí.

-Bien. Entonces hazlo y, recuerda, te estoy vigilando. Veo cada paso que das.

-¿Y eso no podría hacerlo con ella y así iría más rápido?

-¿Qué te tengo dicho de las preguntas? – Noté amenaza.

-Tiene razón, perdóneme.

-Consigue amistad con Blair, todos queremos que vuelva ¿verdad?

-Sí.

-Bien. – Colgó.
Continuará.